Volví a sentirlo. El aire frío rosando mi mano. Estaba conmigo una vez más y a pesar de que lo estuve sintiendo toda la semana, me sigue poniendo los nervios de punta. Tengo miedo. Tengo tanto miedo. Estoy seguro de que moriré en cualquier momento. O eso es lo que escribió en el espejo.
Tras horas y horas de investigación llegué a una conclusión supersticiosa pero posible. Un espíritu de mal. Suena ridículo ¿No? No lo pensarías así si estuvieras en mi lugar.
Sé que no soy el culpable. Trato de convencerme de que no lo soy, porque si lo fuera no podría vivir con la culpa. Ya son 3 años desde que lo vi ahogarse. No lo salvé cuando pude. Debí hacerlo. Estaba tan cerca y me quedé viéndolo. Uno de mis compañeros de clase se ahogó en el lago cerca de nuestras cabañas la primera tarde del campamento. Nadie supo de su muerte hasta después de una semana. Lo buscaron por todas partes y yo no dije nada por miedo a ser culpado. Egoísta y desconsiderado. Es lo que me digo cada que recuerdo que podría haberlo salvado. Estaba saliendo del lago cuando lo vi. No pidió ayuda, no lo vi desesperado, mas si lo hubiera hecho nadie hubiera acudido. Nos fuimos del campamento dos días después, cuando debimos quedarnos solo uno más pero la policía pidió que necesitaba nuestra presencia para analizar mejor el crimen. Nos preguntaron a todos pero nadie decía haberlo visto después del almuerzo. Yo dije lo mismo que escuché declarar a mis amigos para evitar sospechas. Lo encontraron una semana después en el fondo del lago, con el cuerpo cubierto de barro y destruido.
Estaba a punto de dormir, tres años deberían ser suficientes para lograrlo, cuando lo volví a sentir. A pesar de tomar las pastillas recetadas por el psicólogo lo único que sucede cuando duermo es tener pesadillas y despertar gritando asustado a las 4am. Ahora abrí mis ojos y además de sentirlo, por primera vez lo vi. Me miraba con una sonrisa cínica que me me hizo saltar de la cama. Escuché su risa y me levanté para confirmar si era solo mi imaginación y pensé estar en lo correcto hasta que sentí un zumbido monótono y tuve que hacer un gran esfuerzo por respirar. Tenía un corte transversal en mi abdomen. Grité, porque yo sí trataría de vivir, a pesar de la culpa, a pesar de que tal vez lo merezco, pero nadie me escuchó. Intercalaba mi mirada hacia la sangre brotando del corte y hacia él, que no paraba de reír. Sentía que me congelaba. Él estaba igual a como habían encontrado a su cadáver, pálido casi azul, chorreando agua y bañado de barro. Lo vi desvanecerse antes de poder admitir mi error frente a él. Con mis últimas fuerzas escribí su nombre en el piso con la sangre vertiente tras la palabra culpable. Vi el cielo por mi ventana y solté mi último aliento cayendo de espaldas.