Las duras embestidas tocaban el dulce punto en su próstata, haciéndolo lanzar agudos gemidos a través de la mordaza, una y otra vez sentía su cuerpo siendo presionado contra la cama rozando un erección en las sábanas una y otra vez, ya no aguantaba y las profundas embestidas solo lo hacían querer más y más de ese pedazo de carne que se movía tan bien.
—Quiero darte tan duro y tan profundo que te saldrá mi leche por las orejas —la dura y ronca voz de su amante lo llevo al límite y tras una gran y feroz embestida pudo sentir la presión en sus bolas tratando de salir, gimió alto y lastimeramente cuando sintió la prisión del aro rodeando la base de su pene y la caliente leche del mayor llenado su cavidad de tibio liquido.
Otabek salió del delgado cuerpo del rubio, se dejó caer a su lado y abrazo el frustrado cuerpo, totalmente satisfecho y feliz.—Otabek —dijo cuando le quito la mordaza, tenia la respiración acelerada y le dolía ahí abajo, podía sentir la presión de su liberación esperando salir y su entrada punzante y adolorida pero totalmente satisfecha aún le lanzaba descargas eléctricas directamente al pene— por favor, lo siento, no volveré a hacerlo, pero por favor, dejame correrme.
Tenía la mirada llorosa y la cara totalmente enrojecida.
Era una vista fabulosa, con el sonrrojo por todo el cuerpo y las mordidas y chupetones recorriendo su torso y su espalda.
Solo de pensar en la preciosa posición que tenía cuando lo penetraban con las manos en la espalda, el rostro totalmente sonrojado contra el colchón y por supuesto la preciosa vista que tenía de las suaves y marcadas nalgas siendo penetradas una y otra vez por su morena piel...
Solo de recordarlas ya les quería dar una mordida como si de un jugoso durazno se tratara.Mordiéndose un labio se separó del menor, desató el nudo de sus manos ante la espectativa mirada y fijamente en las esmeraldas del menor deslizó su áspero dedo de la base a la punta, acariciando la dureza del ruso, la suave y blanca piel.
Y antes de que el ruso pudiera decir que no, ya tenía la larga extensión en su boca, probando el sabor saldo levemente amargo que salía de ella, presionando con los dientes, moviendo la lengua de forma serpenteante en su boca, y cuando las manos del ruso ya presionaban los oscuros cabellos tratando de llegar más profundo, el broche que lo contenía se abrió.
La espesa carga golpeó la garganta del kazajo, desbordándose por las comisuras debido a la gran cantidad conservada y a la imagen erótica que presentaba el mayor arrodillado y tratando de contener la gran extensión del ruso en su boca.
El profundo gemido de satisfacción llenó el departamento, atravesando paredes y ventanas, Otabek se iba a volver muy famoso por esos lugares.