Capítulo III Misterio

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A Chokari y a mí nos toca la tarea de recorrer el bosque para recoger bayas y demás frutos, para la cena especial a la que asiste toda la tribu. Una tradición que se hace semana a semana, desde que yo recuerdo. Antes de nosotras, se encargaban otras chicas del clan, pero una vez que Chokari y yo crecimos lo suficiente para cuidarnos solas, decidieron que ahora esa sería nuestra tarea. No nos molesta, puesto que es la única ocasión en la que se nos permite alejarnos tanto de la aldea, podemos bajar hasta el río o incluso un poco más, eso sí, jamás acercarse a menos de 5 kilómetros de la ciudad. Un gran camino de piedra dura y oscura es nuestro límite. Ese camino rodea a toda la ciudad y durante todo el día los humanos lo utilizan para moverse a gran velocidad, dentro de sus extraños armazones metálicos. Siempre se nos ha advertido acerca de cruzar ese camino, ya que de no hacerlo adecuadamente, un golpe de esos artefactos bastaría para dejar a cualquiera malherido e incluso muerto.

Sin embargo, jamás me vi tentada a acercarme. Nunca sentí curiosidad alguna por los humanos y ni sus artefactos. Los Halfdýr más viejos del clan dicen que los humanos tendrían mucho que envidiar de nuestro modo de vida pacífico, sencillo y libre. Nunca he sabido las razones para decir eso, ¿Es acaso que sus vidas son caóticas, violentas y peligrosas? Siempre he creído que las guaridas que construyen para vivir son mucho más seguras y cómodas que las nuestras. Quizás jamás lo sepa.

Salimos temprano por la mañana, mi prima y yo, cada una con una canasta en la mano, vestidas con nuestras ropas humanas, descalzas, sintiendo el delicioso frío y la humedad que tiene el bosque después de amanecer.

Caminamos montaña abajo, por el bosque, recorremos lo que serían unos 3 kilómetros cuesta abajo hasta que la parte seca del bosque termina y llegamos a una sección más verde, llena de arbustos decorados de bayas de un color rojo brillante, el mejor indicador de que están maduras y listas para comerse. No perdemos tiempo y comenzamos a recolectar. Por suerte, hay suficientes bayas para llenar las canastas, lo cual es un requisito obligado para volver a la aldea.

Ese es además, el único momento en el que Chokari y yo estamos completamente solas y podemos hablar de lo que sea. Cada semana, ella se guarda su mejor historia o su mayor secreto y me lo cuenta cuando salimos a recolectar. Ella es muy diferente a mí, es rebelde, divertida, carismática. Todos los chicos del clan la aman, les encanta charlar con ella e incluso, ha llegado a besarse con muchos de ellos. Chokari me cuenta cada una de esas historias al principio de cada semana, cuando bajamos aquí juntas y podemos hablar. La mayoría de las veces me toca sólo escuchar, sorprenderme y divertirme con sus anécdotas, pues a diferencia de ella, yo soy demasiado tranquila como para que cosas interesantes pasen en mi vida. Los chicos jamás se interesan en mí, ni siquiera porque soy la hija del líder del clan. Quizás es por mi físico, que es en extremo diferente al del resto de la tribu. Todos los Halfdýr de mi clan son de piel color caramelo y cabello oscuro o castaño, mientras que mi tez y mi cabello son tan blancos como la nieve, y mis ojos, color azul profundo, casi eléctrico. Soy la única con estos rasgos, que contrastan en extremo con la apariencia física de los demás. Mi madre era de tez oscura al igual que mi padre, mi abuelo y ancestros más lejanos. Nadie sabe por qué yo soy así, tanto para mí como para los demás es un misterio. Así que no creo que se me pueda considerar como bella en realidad, o al menos, eso es lo que me hace creer la forma en la que me tratan los chicos.

Tal vez, su rechazo hacia mí simplemente tiene que ver con mi personalidad, que considero yo, es demasiado aburrida. No soy aventurera ni tampoco rebelde. La única vez que intenté rebelarme fue hace un par de noches y resultó desastroso. La historia de esa ocasión termina conmigo perdida en medio de una tormenta y pasando una noche entera con un extraño en una cueva.

Daemond... pienso en lo ocurrido, y siento el impulso de contárselo a Chokari en ese momento, pero una fuerza más grande que yo me frena de hacerlo. Finalmente tendría algo interesante que contarle a mi prima en nuestra reunión confidencial del día de recolección de bayas, pero me detiene la posibilidad de inquietarla. ¿Cómo podría reaccionar si le cuento? ¿Se asustará y me obligará a contárselo al clan, o guardaría mi secreto y sería mi cómplice? Me convenzo a mí misma de que el encuentro con Daemond fue algo extraño, pero sin importancia, y que no volverá a pasar de nuevo. Esto es lo que me convence de que es mejor mantener la boca cerrada.

HalfdýrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora