UN DÍA MÁS.

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La pequeña casa está completamente en silencio y no hay rastro alguno de luz en la planta baja, al subir las escaleras la tenue luz del candil asoma desde lejos por el pasillo desde la habitación.

Con el paso lento y tranquilo Henry entra en la habitación, Morrigan está tumbada sobre la cama boca arriba con los ojos cerrados. Está bastante colorada y su fino y rubio cabello reluce a la luz provocando cálidos destellos dorados, su pecho sube y baja ligeramente al ritmo de su respiración.

Henry coge un vaso de aguamiel de la mesa y se sienta al lado de Morrigan sobre la cama, después de dar un largo trago lo deja en el suelo y se tumba al lado de ella pensativo, mirando el techo polvoriento y repleto de colgantes telas de araña.

Al rato Henry mira a Morrigan con ilusión y le acaricia la mejilla con cariño.

—Estás preciosa. Ya te vale... Mira que quedarte dormida... ¿Donde está lo de tengo algo para ti?

Estando acostado a su lado poco a poco se relaja y sus ojos se van cerrando lentamente, tras un rato descansando en silencio a la tenue luz del candil se queda dormido.

Tras un par de horas el sol sale y con los primeros cantos de los pájaros silvestres anunciando el alba, Henry se despierta para ir a trabajar de nuevo a la posada, dejando a Morrigan durmiendo plácidamente.

Unas horas después de irse Henry, ya bien entrada la mañana, Morrigan se despierta bruscamente muy exaltada.

Que mierda... ¿Ayer me quedé dormida?

Piensa mientras bosteza y se rasca la cara, la luz entra por la ventana haciéndole cerrar levemente los ojos.

Últimamente estoy bebiendo demasiado... No debería excederme de manera tan seguida...

Piensa mientras se incorpora en la cama. La cabeza le duele horrores de tanto beber durante la tarde y la noche pasada. Está muy despeinada y tiene expresión de malestar, aun lleva la ropa del día anterior, un camisón blanco holgado y unos pantalones de cuero marrones.

Tras arreglarse un poco y desayunar un buen pedazo de pastel de manzana y un café caliente con leche, se pone a recoger los vasos de ayer y un par de botellas que hay sobre la mesa en su habitación, al terminar se acuesta a descansar un par de horas más tirada sobre la cama.

A media tarde Henry llega a casa de Morrigan, nada más abrir la puerta se la encuentra en la habitación contigua a la entrada que actúa como tienda, está sentada encima del mostrador leyendo un largo pergamino viejo y amarillento. Al ver a Henry entrar, Morrigan sonríe y deja el pergamino en el mostrador antes de levantarse he ir hacia él.

-Buenas. ¿Que tal dormiste hoy?

Pregunta Henry alegremente mientras se acerca.

Morrigan, antes de decir nada, en cuanto lo tiene delante le abraza y aprieta su cadera contra la suya.

Tenía ganas de verte, imbécil...

Le susurra antes de darle un apasionado beso y apretarse aun más contra el.

-Y yo a ti, sólo pensaba en venir aquí de nuevo desde que me desperté y tuve que ir a la posada, estabas preciosa cuando me fui y te quedaste durmiendo...

Replica Henry antes de seguir besando a Morrigan tiernamente por todo el cuello, ella se saca la camisa que lleva puesta y sus pequeños pechos quedan al descubierto, el también se saca la parte de arriba mientras ella se baja los pantalones gastados de cuero que lleva.

-Quiero hacerlo en el mostrador. Aún no lo hemos hecho allí...

Dice Morrigan mientras agarra a Henry de la mano y le besa de nuevo antes de caminar hacia el viejo mostrador de roble macizo.

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⏰ Última actualización: Mar 07, 2018 ⏰

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