Sligo

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   "𝔐𝔢 𝔰𝔦𝔢𝔫𝔱𝔬 𝔣𝔯𝔞́𝔤𝔦𝔩, 𝔡𝔦𝔰𝔭𝔢𝔯𝔰𝔬 𝔠𝔬𝔪𝔬 𝔪𝔞𝔫𝔱𝔢𝔮𝔲𝔦𝔩𝔩𝔞 𝔲𝔫𝔱𝔞𝔡𝔞 𝔰𝔬𝔟𝔯𝔢 𝔡𝔢𝔪𝔞𝔰𝔦𝔞𝔡𝔬 𝔭𝔞𝔫".

Entre las pequeñas llanuras de Sligo, una provincia de Irlanda que llegaba al mar; en donde se podía navegar tan bien como en Hawaii, Dorothy buscaba a su maestro. La sirena con risos de oro que siempre conquistaba el mar. Se decía entre los isleños que un hombre de gran belleza y talento con el piano se paseaba entre ellos, regalando el don de la sabiduría. Y tras tantos tropiezos, quizá aquella sería su mejor recompensa. Podía sentir su aura fresca rebosar entre las casas, moverse con sigilo hasta perder fuerza entre las olas.

Ah, tantas noches y días buscando poder al fin alcanzarlo. El encuentro no duró más que un par de minutos, al menos en este plano astral. Pero para su corazón; fue casi una eternidad. Las velas del barco del antiguo amante de la sirena se desplegaron para volver a navegar. Dory supo entonces, que no volvería a ver jamás. ¡Siempre había sido un pirata atrevido! Un gran guerrero y maestro de la hechicería. Su vida estaba ahí, en donde las ataduras solo gobiernan las muñecas de los mundanos.

La pregunta ahora era, ¿A dónde ir? Su antiguo hogar estaba destruido, como todos a los que había pertenecido. Y con la idea de que todo lo que tocaba desaparecía; no permanecía demasiado tiempo en ningún lugar.

Los viajes a caballo eran bastante pesados, más bajo el brillante sol de la temporada. Haciendo caso omiso a las leyes de la hechicería, emprendió su viaje la mañana en que las velas del barco no se vieron más en el horizonte. Su reloj de arena descompuesto tiro el ultimo grano que contenía dentro y entonces; más presagios. Las kashba no eran tan cómodas como las pintaban los libros y las serpientes salían de todos los rincones en cuanto el sol se ocultaba.

Hubiera preferido estar en Marrakech rodeada de quimeras, omitiendo claro; la peste de la muerte que en esa época tan oscura se metía por su nariz. El aroma del romero le lavó la cabeza, y la hizo regresar de Marrakech en cuestión de segundos. Ahí, por encima de su cabeza y bajo el sol abrazador un hombre de complexión medía y cara de modelo resplandeció como nadie lo había hecho antes. ¿Quién era? O la pregunta correcta sería: ¿Qué era? —¡Disculpe! Caminante, lamento molestarlo cuando esta tan entretenido. —Ella era de esa manera, nunca se quedaba con la duda.

—¿Será posible qué me diga a donde se dirige? —Ni ella misma sabía cómo terminaba en volviendo las cosas de una forma tan intangible. Sus caminos parecían ir al mismo lugar, pero es que ella no sabía realmente a donde ir. —Creo que yo voy a donde usted va.

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⏰ Última actualización: Jun 07, 2017 ⏰

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