Reconocimiento

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Sus labios chocaron con fuerza, sedientos, en un beso cargado de furia y anhelos, un beso que marcaba el principio de un pacto aun no escrito, la decisión de firmar su unión como una sola para siempre, pasara lo que pasara, a pesar de los baches y las curvas del camino.

La copa de vino que llevaba en las manos termino en el suelo hecha añicos a pesar de que ninguna de las dos le dio importancia, luchando furiosas por alcanzar el último rincón de la otra, con la adrenalina recorriendo sus venas como la lava de un volcán.

Jennifer podía sentir la alianza que Lana había deslizado en su dedo como señal inequívoca de un destino ya pactado y escrito, amaba a esa mujer de ojos oscuros, de piel ambarina y cabellos negros, sedosos y perfectos, amaba sus celos irracionales, su sangre latina, cada detalle de ella, ya fuese una virtud o un defecto. Había aprendido a conocerla, lentamente, durante el arduo camino de su relación, a convivir con su fama, con los fotógrafos que la perseguían, con sus dudas, sus miedos de madrugada mientras Lana aprendió a ser paciente con su alma de niña, a no enfadarse cuando Jen se enfrascaba en algún videojuego y no le prestaba la más mínima atención, o cuando hacía pucheros por tonterías.

No había dudas, ni miedos, en ese momento no tenían cabida, solo la certeza de que no había marcha atrás y ambas deseaban dar ese salto al vacío, al futuro con un mismo apellido, a compartir legalmente su día a día, amanecer juntas, compartir la rutina, un paso más en la escalera de la vida que querían dar de la mano.

En ese momento se olvidaron de que las chicas seguramente las estaban esperando, solo existían ellas y su reciente compromiso sellado, Jennifer tomó en brazos a su prometida entre risas y pataletas mientras Lana intentaba soltarse sin conseguirlo. Besando sus labios una vez más, con ternura y cariño, Jen entró al apartamento con una idea fija, marcar la piel de su amada como suya, para toda la eternidad. Sus pasos seguros la guiaron a la habitación donde deposito a Lana lentamente en el suelo. En cuanto sus pies tocaron tierra, la morena se lanzó al cuello de su novia, besándolo y mordiéndolo mientras esta, entre gemidos y el calor naciendo en sus venas, deslizaba sus manos bajo la camisa de Lana, acariciando su piel con los ojos oscurecidos de deseo.

Sus ropas no tardaron en ser arrancadas, entre besos y mordiscos, entre caricias cada vez más traviesas, ambas sabían dónde tocar, dónde besar y acariciar para llevar a la otra al abismo, se conocían bien. Lana tomó la mano de Jen, besando con cariño el dedo anular donde descansaba la alianza, con una sonrisa en el rostro y los ojos llenos de felicidad, para acto seguido tumbarla sobre la cama y escalar por su cuerpo, depositando besos aquí y allá, llegando a sus labios, sellándolos con pasión y ternura mientras sentía las yemas de os dedos de su Jen deslizándose por su espalda. El contacto de sus pieles, cálido y suave agitaba su aliento y encendía sus corazones que latían desbocados, una última mirada directa, choque de colores, oscuro y claro, ara sin necesidad de palabras volver a perderse en el cuerpo de Jennifer, encendiéndola, preparándola, bajando lentamente de su cuello a sus pechos, los mismos que la volvían loca, tan dulces, suaves, perfectos... Sus dientes se cerraron alrededor de la aureola rosada de Jen, arrancándole un grito, mientras con su mano acariciaba el otro pezón, endurecido por el deseo despierto tras sus atenciones, se entretuvo un buen rato, jugando a humedecer a su chica, antes de soltar sus pechos y seguir bajando por su vientre, plano y moldeado por el ejercicio físico, las manos de Jennifer se perdieron en sus cabellos oscuros, podía escucharla susurrando palabras tiernas entre gemidos, no podía soportarlo más, necesitaba sentirla por completo, su dulce sabor entre sus labios y, como si se tratara de un manjar exquisito, se lanzó a devorarla por completo, gimiendo al notar como las embestidas de su lengua provocaban que Jennifer se aferrase a sus cabellos con fuerza.

Con su lengua deslizándose por cada rincón, deteniéndose y jugando en ese punto que enloquecía a la rubia, recogiendo su excitación y empapando las sábanas, sus ojos negros se oscurecieron, tiñéndose de deseo, necesitaba más, necesitaba que Jennifer gritase su nombre... Introducir el primer dedo fue sencillo, su rubia estaba realmente húmeda por lo que, sin apartar su lengua introdujo un segundo dedo, embistiendo lentamente al principio, con fuerza más tarde, sabiendo que llevaría a su Jen al delirio.

Una historia másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora