Capitulo 2

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Capítulo 2

          Era un poco tarde ya en Colorado aquel lluvioso sábado. El clima asoleado no duro más que dos días, pero las gotas cristalinas no me detuvieron a mi amiga Zara ni a mi. Era nuestro sábado del mes donde nos tomábamos unas copas en algún bar cercano para despejar la mente, coquetear con algunos chicos y hasta aveces borrarnos por completo del mapa.
          Como sucedió en esta ocasión.
          Los 10 u 11 shots ya estaban haciendo efecto en mí, y apenas son las 1:30 am. Aunque para mi defensa, a mi rubia amiga desde las 12 se le habían subido a la cabeza.
          En ciertos momentos no se si es borrachera o me estoy volviendo loca, pero las sensual tez morena de mi nuevo jefe se a atravesado varias veces por mi vista.
          Esta semana a sido la más dura de todas, he tenido que verlo todos los días hasta más de dos veces ya que me a dado más tormento de lo normal. Y como siempre su mirada esmeralda nunca expresaba nada. Me ha hecho abarcar campos que nunca e ocupado en la empresa, pero muy muy en el fondo de mi subconsciente se que me gusta verlo tanto.
          Claramente estoy borracha y pienso y digo locuras, más estoy segura en que es lo que he estado sintiendo esta semana.
          La fila para el baño estaba interminable, ¡y vaya que me estaba haciendo pipí! El que sea que este en ese baño tardándose una eternidad no merece vivir, Dios, mi vejiga no daba para más.
          Me vi mareada, con los tragos formando un remolino en mi estómago, sentía que vomitaría en cualquier momento, mi cuerpo necesitaba sacar la exorbitante cantidad de tragos que había tomado.
          Fue entonces cuando salí corriendo, llevándome personas y hasta mesas por delante, estaba extremadamente mareada y necesitaba expulsar la causa de mi actual tormento; el alcohol.
          Ya en la parte trasera del bar Lomhith mi cuerpo de forma automática se inclino en arcadas y el vomito vino casi inmediatamente. Pero, raramente, mi cabello no estaba estorbándome ni llenándose de vomito. Alguien lo estaba sosteniendo.
          No se en que momento llegue a pensar que podría ser Zara, pero no fue hasta que escuche su ronca voz que caí en cuenta de quien era.
          —No deberías tomar así, Paulette...
          Su voz me causo escalofríos y mis sentidos se agudizaron en señal de alerta. El húmedo olor de aquel horrendo callejón en la parte trasera del bar me repugnó entonces, y los grillos sonando no lograban captar mi atención. Los barriles que se encontraban detrás se su silueta desprendían un hedor horrible; y no sé si fue su presencia que me saco de lugar o tantos malos olores juntos que prácticamente le vomité encima.
          Su camisa a cuadros planchada a la perfección se encontraba ahora llena de mi asqueroso vomito.
          ¡Oh Dios, que vergüenza!
          —Sr. Jedd, lo siento tanto, no fue mi intención, yo... yo... —no encontraba las palabras adecuadas para disculparme, ¡acababa de vomitarle encima a mi jefe! Esto terminaría en un despido épico.
          —No pasa nada, Paulette —susurró con su cara un poco asqueada, era obvio que a cualquiera le daría asco que le vomitarán encima.
          Mi boca cayó al suelo cuando lo vi desabotonar su camisa. En mi estado de sobriedad le hubiese gritado que se detuviera, pero vamos, de 5 sentidos sólo me quedan dos en estos momentos.
          Al ver su torso sin camisa quede literalmente embonada, su piel broceada haría mojar a cualquiera y lo trabajado que se le veía aún más. Y sus brazos... Dios.
          —Ya no servirá de nada esa camisa —dijo luego de tirarla sobre un charco en el suelo.
          —Ohm... Yo me tengo que ir —murmuré luego de quedarme viendo su torso desnudo un buen rato. Ni siquiera me explicaba como llegue a este punto: borracha con mi nuevo sensual jefe sin camisa.
          —Oh no, cariño, tu no te irás así de aquí —¿cariño? ¿Qué le sucede a esté hombre? ¿Y por qué no me molestaba el hecho de que me llamara de esa forma?
          Fue en ese momento que note que él también estaba algo tomado.
          No sé en que momento me subió a su auto, pero ya íbamos rumbo a algún lugar que desconozco, las solitarias calles daban terror y yo sólo pensaba en dormir.
          A partir de allí todo fue borroso, sólo recuerdo nuestro cuerpo húmedo por el sudor rozando, nuestras respiraciones agitadas y el sonido de mi pelvis con la de él sonando.
          Dios mío, que mierda he hecho.
          El día se hizo presente y las gotas de la lluvia parecían de piedra resonando contra el techo y las paredes; sentía que mi cabeza estallaría en cualquier momento y mi sed parecía insaciable.
          Me pare con el fin de buscar un enorme vaso de agua y el mareo de la resaca recorrió mi cuerpo y casi caigo, y no fue muy poco después cuando me di cuenta de que no estaba en mi apartamento, y que había alguien más en la cama de la que me acababa de parar.
          Entonces todas las imágenes de la noche anterior me golpearon como si fuera un saco de boxeo y grité de forma instintiva y miré en dirección a la cama, donde el bulto de un cuerpo era cubierto por un edredón que ahora se movía.
          —¿Puedes hacer silencio? —gruñó quitándose el edredón blanco del rostro.
          Dios santísimo, ¿qué hacía yo en una habitación desnuda con mi jefe?

Condenada a estar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora