Capítulo 15
Amaneció y a mi me despertó el llanto de Ámbar. Apresuradamente, luego de colocarme mis pantuflas, corrí hacía su habitación sin ni siquiera ponerme el sostén.
Al entrar luego de casi tropezarme varias veces, me encontré con una escena muy linda. Matt acurrucaba a Ámbar en sus brazos, mientras ella se calmaba.
Al verme entrar, Matt me hizo señal de que hiciera silencio, pues Ámbar consiguió quedarse dormida nuevamente. Sólo asentí y me quede observando silenciosa.
Matt la volvió a acostar en su cuna y camino hacía donde estaba, para juntos, salir de la habitación.
—Buenos días —habló Matt entonces, y justo antes de contestarle de mala gana, me tomó de la cintura y beso mi mejilla. ¿Qué coño fue eso?
—Buenos días... —logré balbucear. ¿Y a éste qué le pico?
—Te espero abajo para desayunar.
No se que le pasa a Matt, sólo sé, qué si es algún tipo de truco, no caeré.
—No gracias. No tengo hambre —me adelanté—. Pero ve tu, luego bajo y me preparo algo.
—Te espero abajo en 5 minutos. —sentenció con su rostro ahora desfigurado y sin darme tiempo a protestar, bajó tan rápido que no se le vieron ni los pies.
Me encogí de hombros. No es mi jefe. Antes lo era, pero ya no.
Obviamente no bajaría en 5 minutos, ni en 10, ni en media hora si era necesario. Sólo cuando él se vaya y me sienta segura de que estoy sola.
Entré a mi, ahora, nuevo cuarto y me despojé de mi ropa para darme una ducha tan larga como para calcular que se haya ido Matt.
Al salir, sentí mis dedos como pasas, vaya que estuve un rato largo.
Durante ese rato, escuché a lo lejos como la puerta de la habitación sonaba mientras la tocaban, y como sabía que era Matt, me hice la sorda.
Ya buscando que ponerme, escuché otros golpesitos mucho más leves y menos decididos, supe entonces que era mi princesita Ámbar.
Con mi toalla enrollada sobre mi cuerpo caminé hasta la puerta, la abrí y me encontré con una somnolienta Ámbar junto a un molesto Matt.
—Me he cansado de esperarte abajo y luego de llamarte a la puerta. ¿Qué rayos te pasa? —habló apenas abrí la puerta. Idiota, utilizo a mi hija sólo para que abriera la puerta.
—Te dije que no tenía hambre —me encogí de hombros—. Por favor retírate, necesito vestirme.
—Bien, hazlo —habló entrando de lleno a la habitación y sentándose en el borde de la cama.
—¿Eres tonto? —me ofendí—. No me vestiré enfrente de ti —ladré con rabia—. ¡Lárgate!
Lo empujé. Literalmente lo saque a empujones. Pero justo cuando iba a cerrar la puerta en su cara, gracias a uno de esos movimientos bruscos, mi toalla cayó. Y él me vio.
Cerré rápidamente con la cara encendida. ¡Qué vergüenza!
Me vestí rápidamente mientras acostaba a mi niña para que me esperara viendo televisión. A su vez, luego de colocarme mi ropa de gimnasio, acomodé mi cabello en una coleta.
Ya hacía 5 meses que iba al gimnasio. Luego de dar a luz a Ámbar, apenas a los 6 meses el doctor me permitió comenzar con mi rutina en el gimnasio. Recuperar mi figura no fue tan difícil, siempre he sido de metabolismo rápido.
Acompañé a mi niña a su nuevo cuarto para darle una rápida ducha y cambiarla, siempre que iba al gimnasio y no tenía quien la cuidará, la dejaba en la primera planta del edificio donde esta el gym, donde hay una guardería para los niños. Entonces mientras entreno, ella me espera allí. En realidad son muy pocas las veces que es necesario hacer eso, pues su nana siempre la cuidaba cuando iba al gimnasio a primera hora y luego iba a trabajar.
Gracias a Dios hoy es mi día libre, por que en horario laboral estaría súper retrasada, no me daría tiempo de ir al gimnasio. Hoy me pare demasiado tarde, y gracias a que la niña comenzó a llorar, sino aún estuviera roncando.
No puedo permitirme descontrolar mi rutina de entrenamiento, ayer me sucedió lo mismo y no pude ir al gimnasio, cuando esperaba a la nana de Ámbar era para ir directo a trabajar pues a ella se le había hecho tarde. Claro que ella nunca llego, sino Matt Jedd, dispuesto a arruinar nuestras vidas.
Bajamos a la primera planta y fui a la cocina, no podía salir sin antes comer algo y sin prepararle algo a Ámbar para que coma allá.
Matt estaba en el mesón de la cocina que daba vista a la sala de estar, estaba leyendo un periódico segundos antes de darse cuenta que habíamos bajado. No pude evitar sonrojarme por lo que había sucedido antes, más intente hacerme la loca.
—¿Aún no te has ido a trabajar? —pregunté nerviosa. Hablé primero para evitar que sacara el tema de que me vio prácticamente desnuda.
—Decidí tomarme el día libre —se encogió de hombros—. En realidad la semana. Quiero ponerme al día con mi hija.
Eso último fue como un trago amargo para mi, ¿tanto le importaba de verdad? Jamás lo imaginé como un hombre de hijos, supongo que fue por eso que creí conveniente no decirle.
—Bien... —asentí—. Pues, entonces supongo que tú querrás quedarte con ella mientras voy al gimnasio. —supuse en tono dubitativo, llevármela conlleva a que pase el rato solo, por ende no pasarla con ella.
—Si, supongo... sí necesito cambiarle el pañal o algo, le pediré ayuda a Mary —asentí. Hasta donde se, Mary es una señora mayor que a trabajado para su familia desde hace años. La vi ayer cuando entramos, más no me la presentó hasta que baje en la madrugada y la encontré tomando algo, fue cuando yo misma me presente.
—Bueno, entonces me iré tranquila. Necesito que mandes a alguien a buscar mi auto, gracias a que no quisiste que lo trajera ayer, tendré que ir en taxi.
—No te preocupes por eso, le dice a Mikel que te lleve.
—¿Y quien es Mikel...?
—El chófer —se encogió de hombros. Tengo que presentarme con todo el personal que tiene aquí, sólo conozco a Mary y por casualidad, no me gusta ser una extraña, ni andar rodeada de extraños.
Asentí y me dispuse a prepararme algo saludable para comer en el camino, claro que preguntándole a Matt donde estaba cada cosa, y claro él sólo respondiendo con señas.
Fue entonces cuando salí junto a él hacía el jardín donde ya estaba el parque listo, y a donde mi niña inmediatamente corrió, tropezándose varias veces en el camino.
Matt le dio ordenes a un señor ya un poco mayor que se encontraba junto a un auto negro, quien supongo que es Mikel, al cual le di los buenos días luego de montarme al auto de camino al gimnasio.
Jamás me acostumbraré a vivir así.
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Condenada a estar contigo
RomancePaulette Charlies no pensó que verse borracha entre las sábanas su ahora nuevo jefe le traería tantas consecuencias, mucho menos que se encontraría condenada a estar con él...