Capítulo Cinco

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Un Nuevo Amigo

Megan*

Cuando eres privada de uno de tus sentidos, la vida te recompensa haciendo que todos los demás sobresalgas, o en raras ocasiones te regala uno más.  Así es como muchos de los menos afortunados logramos salir adelante en está selva.  La ley de Darwin dicen: la supervivencia del más fuerte, el más apto.

Desgraciadamente esto  lo aprendemos a la fuerza.

Cuando perteneces a esté amplio grupo de personas discapacitadas, la sociedad misma te relega de realizar muchas actividades, eso es lo que hace que nosotros seamos discapacitados y no nuestra propia  condición.

Es la sociedad la que dice; Si eres sordo, no puedes componer música, si eres mudo no puedes ser profesor, si eres ciego no puedes ser pintor, pero alguna vez se han puesto a pensar, que la persona sorda, puedes sentir mejor las vibraciones del sonido, llegando a apreciar mejor cualquier tipo de música, que esa persona muda, sabe lenguaje de señas y bien podría ser un excelente profesor en cualquier materia. Que una persona ciega puede ver todo con los ojos del alma,  y que esta es la forma más hermosa de ver las cosas.  Por su verdadero valor y no solo por estética.

Cuando seguí con mis estudios después de adaptarme a mi nueva "condición", fue duro, el sentirte relegado por las acciones y sentimientos de las personas que se acercan a ti.

No todos lo hacían con buenas intenciones, siempre estaban esos que te veían con lastima, los que se acercaban a burlarse, los que querían ser tus amigos solo para obtener beneficios en labores sociales, así es difícil conseguir verdaderos amigos.

Muchos dirán como sabes que quieren de ti, si no los puedes ver. Como dije la vida te recompensa en mi caso se podría decir que desarrolle un sexto sentido. La percepción pre-cognitiva o resumido la capacidad de sentir las intenciones de las personas. Ya sean buenas o malas.

¿Como? Ni yo misma sabría explicarlo, lo único que importa es que puedo decir con exactitud las intenciones que tiene cada persona que está relativamente cerca, que sienten los que me rodean al tenerme cerca. Lo peor de todo era pasar por un lugar y sentir el sentimiento de  lastima emanar de ellos. En ocasiones impedía hasta respirar.

— ¡Hola! — Apenas pude escuchar el susurro del chico que se acercó. Pero su interior me decía todo lo que necesitaba saber para no alejarlo, su conciencia estaba tan limpia. No había ningún sentimiento negativo saliendo de él, no sentí lastima, temor, repulsión. Nada. Solo puro y genuino interés.

— Hola—. Conteste despacio.

—Me puedo sentar—. Anqué no lo podía ver podía sentir su brazo señalando el lugar vacío bajo la sombra del árbol.

—Claro ¡porque no! — Dije con más ánimo.

—Ya veo porque te gusta venir aquí, todos los días—. Que supiera eso me asombro pero no dije nada, un cómodo silencio se instaló en el lugar hasta que lo rompió. —Soy Antuan por cierto—.
Sentí su mano estrechar la mía con suma delicadeza, como si tuviera miedo que saliera huyendo.

—Mucho gusto Antuan, soy Megan—.

—Lo sé— contestó con un dejo de vergüenza.

—Me imagino—. Dije reprimiendo una sonrisa. — ¿Por qué crees que vengo aquí? — Me atreví a preguntar.

—No vayas a ofenderte pero la vista es fantástica. Pero eso no es lo que llama tu atención por obvias razones—. Dijo sin burlarse. —Desde aquí se puede escuchar todo mejor. Lo que se aprecia prestando un poquito más de atención es espectacular—. Siguió.
—La mezcla de todos los ruidos y sonidos crean una melodía preciosa, eso sin contar el cantar de las aves que se postran en este bello árbol. Todo esto aunado al pacifico correr del agua por el lago es precioso—. Nunca fui una ferviente amante de la naturaleza, pero en este preciso momento deseaba con toda mi alma poder verlo.

—Puedes describírmelo—. Susurre reprimiendo el sollozo que pujaba por salir.

El silencio que le siguió a mi petición me pareció eterno, creí que se había aburrido de mí y se había ido, pero aun podía sentirlo a lado mío. Hasta que hablo, podía percibir la emoción en su voz.
—Este árbol, que nos regala la dicha de cobijarnos bajo su sombra—. Hablaba como todo un poeta. —Tiene un tronco, gigante y grueso capaz de resistir a cualquier tormenta. Es hermoso, plagado de hojas de un verde intenso, como tus ojos. Pero en otoño ya no estarán, todas se van siguiendo el curso de la vida, así que tendremos que buscar otro lugar donde conversar—.

— ¿qué te hace pensar que seguiremos conversando? —Pregunté

—Tu sonrisa—. Respondió con aire de suficiencia.

—Sigue contándome por favor—. Pedí.

—Frente a nosotros hay un pequeño espacio de juegos, con un montón de niños gritones, divirtiéndose en los columpios, por difícil que parezca el coche que transita por esta área lo hace a una velocidad aceptable—.

—A nuestra izquierda hay una pequeña banca de madera, donde dos jóvenes enamorados o eso parece se toman de la mano mientras toman de sus helado de chocolate y vainilla—.

Reí, estaba segura que eso lo había inventado. — mentiroso, ¿cómo sabe que sus helados son de vainilla y chocolate? —

— ¿qué apuestas? Sin esperar respuesta grito.-oigan chicos ¿De qué son su helado?

—Vainilla y chocolate grito la chica a la distancia—. Perdiste susurro. —Ahora me dejas continuar—. Pidió amablemente

—Pero lo que más me gusta de todo esto. Es el lago que está a nuestra derecha, es pequeño y rodeado de césped, hay un montón de patos, de todos colores, tomando una ducha o haciendo sus necesidades así que nunca tomes agua de ese lago—. Comento risueño.

Mientras él seguía con su descripción un par de lágrimas rodaron por mi mejilla. Al percatarse de eso se asustó.
—¡¡rayos!! Ya te hice llorar, lo del agua era broma, los patos no hacen nada en ella—. Dijo tratando de calmar mi llanto.

— ¡No! ¡No! Tranquilo—. Dije sobresaltada. —Estoy bien y tu forma de contráeme todo fue perfecto, sentí como si de verdad pudiese ver lo que me describías.

Muchas gracias Antuan. Esto es lo más hermoso que alguien ha hecho por mí—. Dije sin poder reprimir las lágrimas que ya salían a raudales.

Continuamos por un tiempo más conversando de cosas banales, sin entrar en ramos personales aún no me sentía preparada para eso. Aún no había la confianza suficiente para hablar de ello. Antuan lo sabía pues no intento preguntar nada sobre eso.

—Me tengo que ir—. Comente. Esperaba que se ofreciera a acompañarme o algo así, pero no me decepcione cuando no lo hizo y prefirió darme mi espacio.

—Que lastima. Hasta luego—. Susurro apretando mi mano. Haciendo me saber que esto no terminaría aquí.

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En multimedia el parque en el que nuestros amigos se conocen. Al menos formalmente

Con los ojos del Alma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora