Prólogo

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Annie encontró la carta un jueves después de volver de la universidad. Estaba sobre la amplia cama de dosel en su habitación, al principio a la chica le pareció extraño que ese sobre apareciera allí, pero después su curiosidad ganó y se atrevió a abrirlo.

Desde la muerte de su padre biológico, nunca nada le había hecho sentir tan dolida y perdida como leer esas palabras con la perfecta caligrafía de su madre.

Se quedó en shock unos instantes hasta que la desesperación se apoderó de ella. Corrió hasta la habitación de su madre y abrió el closet, donde solo se encontraba ropa de hombre y un hueco. Luego revisó su alhajero, la posesión más preciada de su madre: su primer anillo de compromiso, ya no estaba. Aunque el segundo seguía allí, como si hubiera reemplazado uno por otro.

Después de llorar en posición fetal dos horas, la chica decidió regresar a su habitación y releer la carta tantas veces que al final ya había memorizado y asimilado cada palabra, cada término que su madre utilizó para explicarse, justificarse y disculparse.

Su única familia viva había decidido huir a Australia, uno de los pocos países donde los omegas eran tratados como iguales ante la ley y la sociedad. Con el argumento de querer la libertad y dejar de tener la necesidad de ser marcada para ser respetada, había empacado todo y con dolor dejó a su hija en casa de su ex prometido. Su madre creía que Bastian era lo suficientemente noble para cuidarla y no echarla a la calle, Annie rogaba por que fuera así, no sabría qué hacer sin hogar, ni ingresos ni alguien para cuidarla.

Al final de la hoja su madre le recordó lo mucho la que amaba y que esperaba que al cumplir la mayoría de edad la fuera a buscar para volver a estar juntas y ser libres.

Se recostó en la cama mirando al vacío, sus lágrimas se habían secado y solo quedaba un profundo dolor.

Instintivamente y por primera vez en su vida soltó un quejido lastimero que expresaba todas sus emociones y pedía ayuda a su alfa.

Aproximadamente cinco minutos después Mark entró corriendo a la casa y abrió de golpe la puerta del cuarto de su futura hermanastra. La encontró hecha bolita, sorbiendo y abrazada a su almohada. Rápidamente fue hacia ella y la tomó en sus brazos.

—¿Annie, estás bien?—Preguntó con una preocupada voz gruesa el chico menor de la familia Campbell. La joven no pudo responder y solo se aferró más a él, pasó sus brazos alrededor de su duro torso y enterró su cara en el cuello masculino. Aspirando su olor logró calmarse un poco.

Minutos después entraron casi al mismo tiempo Theo y Bastian, quienes se miraron desconcertados y preocupados para posteriormente correr hacia dónde provenía el característico olor.

Al llegar encontraron a los dos jóvenes sumidos en un íntimo abrazo. Eso los extrañó ya que los dos nunca se habían llevado bien, Bastian arrebató a su hijo de los brazos de Annie y lo encaró. Mientras que Theo sustituía el lugar de su hermano menor en los brazos de la omega.

—¿Qué le hiciste?—Demandó saber el alfa de la familia.

—Nada, cuando llegué la encontré así. Solo seguí su llamado.

—Más te vale—¿Su llamado? Hablarían de eso luego.

El fornido hombre se acercó a la indefensa chica y le acarició su largo cabello.

–¿Qué pasa pequeña?

La joven ahora se lanzó a sus brazos, y mientras la consolaba su vista se fijó en una arrugada hoja de papel que Annie aferraba en su mano.

—¿Qué es eso?—Preguntó señalando la carta.

La chica solo negó con la cabeza y escondió la mano detrás de su espalda.

—Entrégamelo—Demandó con su voz de alfa y como Annie estaba tan débil no pudo resistirse.

Bastian leyó la carta y se quedó pasmado unos instantes. Su prometida se había ido de pronto y se sentía consternado, no por él, de todos modos no la quería y había quedado claro que era un matrimonio por conveniencia, sino por la pequeña omega que sufría desconsolada por la partida de su única familia y soporte.

—No te preocupes cariño—La consoló el empresario—Nosotros te protegeremos y yo mismo me aseguraré de que no te falte nada.

Al final Theresa, la madre de Annie, había acertado al suponer que la familia Campbell se ocuparía de cuidarla y darle todo lo que necesitara.

—¿Y mamá?—Preguntó con una voz entrecortada seguida de un hipo.

—Cuando tengas 21 decidirás si quieres ir junto a ella y si es así tanto como si no, cuentas con mi total apoyo.

La linda omega se durmió entre sus brazos y con el relajante aroma de los tres alfas dispuestos a darlo todo por protegerla.

Definitivamente los próximos dos años serían muy diferentes a lo que habían planeado. A pesar de eso este cambio pintaba a ser muy... excitante.

Daddy and brosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora