❨08

2.7K 264 46
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



5 DÍAS DESPUÉS

Axel era un niño confuso. 

Tan pronto estaba indiferente que inquieto, callado que soltando una metralla de veinte palabras por segundo. Había momentos donde le poseía un letargo o una especie de sonambulismo, se sumaba profundamente en sus cavilaciones, mirando a la nada, o estaba tan abstraído que sus gestos se volvían impersonales. 

Supongo que echaba de menos su anterior vida, comiendo de lo que la tierra le ofrecía y acampado en las cientos de hectáreas de roble. Ya le había atrapado en varias ocasiones fisgoneando el bosque tras la ventana de su habitación. U otras veces, se le podía ver caminando con un solo de violín a su alrededor y encapotándose el cielo sobre el que se movía. Incluso había empezado a pedirme que durmiéramos juntos, abrazando su almohada de dinosaurios y culpando a los monstruos de debajo de la cama.

«¡Enhorabuena!», felicité a los señores Rudolph. «¡Acabáis de entregar a vuestro hijo a los brazos del monstruo de Grymbyn! ¡Bienvenido, Axel, a mi apacible foso!».

No era así como se supone que debían acabar las cosas. Cada uno para su casa y, si te he visto, no me acuerdo. Jugar a las casitas con Axel era como jugar con fuego. Y conmigo iba a quemarse en todos los sentidos, ahí estaba el peligro, pues el olor a barbacoa de reno atraía a los buitres de Grymbyn, los quebrantahuesos de Mörkskog, y quién sabe qué aves carroñeras más...

—Entonces, ¿por qué diablos estás cuidando a un niño cargante e insufrible?— se entrometió el duende maligno. —¡Pues ya te lo digo yo! Lo haces porque-

«Porque me da lástima», lo interrumpí. 

Sí, lástima, y no pienso edulcorar la palabra para proteger vuestras frágiles sensibilidades. El pequeño Rudolph era otro paria como yo, el Quasimodo de Mörkskog, marginado por los suyos. Nadie se había preocupado por salvarle, ni por protegerle, ni por mirar en su dirección siquiera. 

Y yo, a través de mis actos, iba a probar que hubiera dado un paso al frente para defenderme a mí misma, que yo no era como ellos. Acreditaría la humanidad de la que me habían despojado. Les demostraría a todos que la Adeline Leroux de la que hablaban en sus casas ya no existe.

—¿Puedo decir ya la verdad, o vas a seguir divagando en tu complejo de heroína? — escupió la misma voz mezquina. —Debería recordarte a cuando tú-

«Deja de soltar tonterías, duende»

—Ah, ya veo. Vas a estar cortándome para que no me vaya de la lengua frente a tu público, ¿eh? Muy madura.

Bufé. «¿De verdad me va a hablar de madurez una criatura de metro veinte?»

—¡Sí, eso! ¡Tú rétame! ¿Has oído algo sobre mitología? ¿Sabes que los duendes cuando nos enfadamos nos escabullimos en las casas de nuestros enemigos y destrozamos sus objetos más preciados?

Morkskog: el misterioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora