1. Dulces sueños

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Todavía no recuerdo el por qué decidimos entrar en esa casa, sólo recuerdo las ganas de escapar de ese lugar maldito. Mi nombre es Teo y esta es mi historia.

El año de 1975 no se me olvidará por varios motivos: existía una gran incertidumbre de qué iba a ocurrir en España, la crisis del petróleo de 1973 estaba presente en los hogares y Franco murió el 20 de Noviembre.

Muchos estaban contentos por la muerte del dictador, pero otros lloraban su ausencia y se preguntaban qué iba a ser de su España. Yo era de los que estaba contento, porque con 13 años y 5 días de luto por la muerte de Generalísimo, me garantizaba unos días para disfrutar con mis amigos.
Javi, Manu y Marcos eran mis colegas desde párvulos en el colegio San Isidro, y nos encantaba meternos en líos.
El primer día de luto decidimos ir al río Guadiana a la altura de la presa de Puente Navarro para colocar unos garlitos y ponernos morados a cangrejos por la noche.

Cuando llegamos allí, Manu, el más intrépido se arremangó los pantalones, se metió en el agua sin atisbo de duda y colocó las dos trampas con cebo. Al salir Marcos le fue a dar la mano y este le tiró con ropa al agua. La «broma» no sentó nada bien en él, y con muy mala uva salió refunfuñando del río. Como soplaba viento frío Marcos corría peligro de coger una pulmonía y era necesario calentar la ropa cuanto antes. Ví a lo lejos una gran casa con dos torreones a los lados y una gran puerta en el centro de la fachada de cal y que tenía una espadaña con campana en la parte superior y decidimos acercarnos para ver si nos podían ayudar.

Conforme íbamos acercándonos la sensación de magnitud de la casa crecía, así como un frío húmedo que calaba hasta el interior de nuestros huesos. Delante de la puerta, Manu tocó sin vacilar, pero tras tres intentos más, nadie abría. La solución estaba clara, colarse por una tapia trasera de 2 metros de altura. Al entrar todos en el patio trasero, corrimos hacia la puerta y al tocar el pomo, se abrió. Toda la casa estaba a oscuras y con sensación de peligro fuimos los cuatro juntos por el pasillo hasta un gran salón. Era el paraíso, leña seca, cerillas, papel, grandes sillones y mantas para abrigarnos. Sin mediar palabra, Javi encendió la chimenea, Manu acercó las mantas, y yo ayudé a Marcos a quitarse la ropa mojada que se fijaba a su cuerpo. Sentados en la hoguera se hizo el silencio y el sueño se apoderó de nuestros cuerpos.

La antigua casonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora