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Querido Daniel,

las últimas semanas han sido horribles.
Después de escribirte la última carta mi situación empeoró bastante.
Aquella misma tarde después de la terapia tuve un pequeño accidente. Iba demasiado concentrada en mis pensamientos y crucé la calle sin mirar primero, una moto me atropelló. No fue nada grave, simplemente me caí contra el asfalto y me fracturé el brazo izquierdo.
Aquello fue el comienzo del desastre. Tuve que pedir dos semanas de baja en el trabajo, dos semanas en las que no salí de casa y me quedé en mi cama dejando que la soledad y la tristeza me consumieran. No le conté a nadie lo sucedido pero al cabo de cinco días mi hermana se enteró y vino a verme de inmediato. Tocó el timbre varias veces y al ver que no abría decidió usar la llave de repuesto. Al parecer mi estado era peor de lo que imaginaba y mi hermana se llevó un gran susto al verme. Me obligó a levantarme, a comer algo y a ducharme. Cuando salí del baño mi casa estaba limpia y perfumada y ya no había pañuelos usados esparcidos alrededor de mi cama. Pero eso no era todo. Encima de mi cama había una gran maleta llena de ropa mía.

Aquella noche tuve una gran discusión con mi hermana. Ella estaba muy decepcionada conmigo por haberle ocultado lo que había sucedido y por no haberle pedido ayuda. Me dio un sermón, diciéndome que ya era hora de pasar página. Ya había tenido un año para asimilar lo ocurrido, pero ahora debía seguir con mi vida, soltar el gran peso que cargaba sobre mis hombros y vivir.

Yo no podía creer lo que estaba escuchando. Ella siempre te había querido como a un hermano, siempre me repetía que yo era muy afortunada por tenerte, me decía que te cuide mucho porque a alguien como tu se encuentra una vez en la vida. Y ahora me estaba pidiendo que te deje en el pasado y siga con mi vida.
Me enfadé mucho y dije muchas cosas que ahora me arrepiento de haber dicho. Le reproché tener la vida perfecta, junto al marido perfecto, con los hijos perfectos en la casa perfecta.
En ese momento sentí mucha envidia.
Ella era menor que yo y lo tenía todo, mientras que yo no tenía nada.

Después de la discusión mi hermana me dio un gran abrazo de reconciliación y me pidió que me mudara un tiempo a su casa, hasta que me encuentre más estable emocionalmente.
En ese momento podría haberme ofendido nuevamente pero me di cuenta que su intención no era humillarme sino ayudarme.
Ella de verdad me quería y se preocupaba por mi bienestar.
Así que sin rechistar cogí mi maleta y la seguí hasta su coche.

Creo que esa fue la mejor decisión que he podido tomar, porque nadie me conoce tan bien como mi hermana y sólo ella sabe como hacer que me sienta mejor.

Siempre tuya,
Nerea

Cartas al olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora