Basho

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Naka se mantuvo flotante en el vasto, gran y oscuro espacio, inamovible, aún con ímpetu de general, y directo hacia aquel planeta al que debía llegar. Había un problema, pues golpeó un asteroide y perdió la memoria. Él no sabía ni su nombre, y ni siquiera estaba despierto, entonces, aprovechando esto, un ser extraño y obscuro se adentró en su cuerpo. Pasaron tres días hasta que despertó, y se dio cuenta que tenía un cuerpo de madera. Estaba en sus instintos el espacio exterior, pues lo primero que hizo su cuerpo fue propulsarse hacia aquel planeta. Poco a poco, Naka recuperaba la movilidad y empezaba a recordar su idioma. Él llegó a pensar en diferentes cosas, haciéndose preguntas filosóficas. La que mas rondaba por su cabeza era: ¿Quien soy?

Naka, ¿Has despertado? Te estuve esperando. - susurraba una voz cercana.- Estuviste muerto por tres días, entonces tomé este cuerpo e hice de él mi hogar.-¿Quién eres? -preguntó Naka, pero le interrumpió el ser fantasmal derrepente - Calla. Solo podré responderte 3 preguntas. Piénsalas bien y dímelas -Entonces, tomando 5 minutos, Naka preguntó- ¿Qué eres?-Soy un Bashō. -Respondió el ser fantasmagórico mientras salía del cuerpo de Naka- Soy el amo de las tinieblas. Un Bashō es un ente que rige algún lugar de el universo. Conozco al Bashō de la oscuridad de la vía láctea y al del planeta Marte. Mi nombre es Scepto. Rebusqué en tu memoria para poder encontrar tu nombre. - después, Naka preguntó- ¿Quien soy? - a lo que Scepto respondió- Te llamas Naka, eres un aventurero y no eres un Bashō. Perdiste tu memoria cuando golpeaste aquel meteorito. Estas en las tinieblas nebulosas de Andrómeda, y soy el Bashō del lugar.-¿Y que hago aquí? -preguntó nuestro protagonista, atónito.- No lo sé. Tal vez tengas algo que ver con aquel planeta -respondió el ente mientras señalaba el astro.- Ese planeta está lleno de diferentes formas de vida, todos cazadores innatos. Ve allí, pero ten cuidado, el Bashō que lo rige es un ser malévolo.

Tan rápido como Scepto mencionó esto, Naka partió hacia aquel planeta, a toda velocidad. Entró a la atmósfera del planeta, voló como un cohete cayendo, y golpeó tierra dejando un gran cráter y un brazo destruido. Él supo caminar así de rápido como se dio cuenta de que debía andar erguido y con los pies. Naka se puso a caminar, y así aprendió rápidamente a correr, saltar y trotar. Se encontró a si mismo en la entrada de un bosque verde y enorme. Se adentró en ese paisaje arbolado y colorido, con hojas de tamaños impresionantes, y plantas sin tronco, pero con cubiertas de hojas. La luz solar casi no llegaba por el gran tamaño de las hojas altas y ovaladas. La cantidad de bichos en ese ecosistema era impresionante, con algunos hasta de veinte centímetros, siendo todos diferentes, de colores como rojos, verdes, azules, amarillos, y razas como ciempiés, grillos, hormigas, arañas, escarabajos, chinches, mariquitas, y entre muchos otros. Naka vio un árbol con tronco, enorme y magnífico, golpeó su tronco, y, como era de esperarse, sintió que era hueco por dentro. Entró en ese enorme monumento, y se metió por una de las raíces. El hueco se hacía mas y mas grande, lo cual era raro, pues la raíces necesitan puntas. Cando Naka llegó al final del túnel, se encontró con nada mas y nada menos que un bicho gigantesco, con forma de ciempiés, patas de araña, mandíbula de hormiga y coraza dura como hierro caminando en el techo de la cueva, y ese era un bicho al que yo llamé Titán.

Ahora, entra la acción en esta historia. El bicho gigantesco se dio cuenta de la presencia de Naka, y como amenaza le mostró sus fauces, pero Naka, aterrado, pero no en pánico, tomó posición defensiva. Titán se dejó caer, volteando sus largas piernas y dejando ver su único ojo rojo, y amenazó con pose de arácnido.  Naka, astutamente, saltó hacia atrás y le lanzó al ojo una piedra que encontró en el suelo, dejándolo paralizado al instante, lo que le dio la oportunidad de golpearlo fuertemente, y entonces fue, que el animal monumental se puso serio. Empezó a caminar hacia el techo, y dejó caer un fuerte ácido casi sobre Naka, quien saltó rápidamente hacia un lado, viendo el gran hueco que se estaba haciendo en el suelo. Si eso hubiera caído sobre Naka, lo hubiera matado al instante. Naka empezó a pensar con la velocidad de un rayo, tratando de encontrar la forma de bajar a ese bicho. Como esperando que pasase algo, le apuntó con el dedo. Unos segundos después, el dedo salió volando y mientras Naka quedaba asombrado con ese poder, el dedo golpeó fuertemente al enorme bicho, el cual cayó y golpeó su espalda fuertemente contra el suelo. El dedo de Naka se recuperó rápidamente, volviendo hacia la mano, mientras el bicho, ahora enojado, se daba vuelta para empezar a atacar directamente al aventurero.  Lo atacó con sus fauces, cortándole  un poco el torso mientras Naka  saltaba hacia atrás, y el gran ciempiés volvió a tomar posición. Naka empezó a señalarlo unos segundos antes de que atacara, pensando que cuando el bicho tuviera las fauces abiertas, podría introducir el dedo dentro de él, pero el bicho, astuto, fintó y atacó desde un lado a Naka, a quien le  comió la mano. Naka quedó atónito al ver que recuperó la mano con un cañón que salió en ese momento,  y su mano explotó dentro del bicho, matándolo al instante y dejando la cueva viscosa y pintada de verde. Naka recuperó la mano al absorber energía con el cañón, del cual salió una mano nueva. Salió de  aquel árbol, ya amaneciendo, y siguió explorando, asombrado con sus poderes.

En su búsqueda de respuestas, Naka encontró un pequeño asentamiento, como de tribu milenaria, tallado en lo que parecía cal y roca. Dudó mucho antes de entrar, pues no sabía lo que se escondía en ese lugar, pero decidido, perspicaz y feroz, se adentró en la extraña cueva. Un sentimiento de terror le dominaba, pero no estaba en pánico, pues su temperamento era único e inigualable.  Adentrándose en la caverna, se le erizaron los pelos al sentir el roce de un objeto frío y puntiagudo. Era una estalactita. Naka encontró un brazo robótico dentro de aquella caverna, al lado de una montaña de polvo. Lo agarró, lo midió contra su brazo y se lo puso al ver que era del mismo tamaño. Cupo perfectamente, con articulaciones iguales a las del cuerpo de madera, ¿Como no?

Naka siguió caminando, adentrándose en la cueva. Un escalofrío le recorría la espalda, mientras, lentamente, la cueva se llenaba de un extraño humo azul. Cuando ya el humo dejaba la cueva invisible en hermoso color azul, un puño amarillo que se extendía como una resortera golpeó fuertemente a Naka desde un lado, que mientras caía se preguntaba, ¿Qué fue eso? Y empezó a apuntar hacia aquel lado con su dedo.

El Camino de NakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora