Poesía infinita.

Parte 1 Sin Título

     Finito. Nada más que un serpenteante humo, despavorido a la brisa de la mañana. Todo se esfuma, todo se lo lleva, nada queda en la prisión del ciclo infinito de un deseo que acaba con tu simple anhelo. Nada queda, todo sigue.

Dichoso el día que morí, alabado sea el día en que me vomitaste del cielo. FIN.

Solo es eso, un manojo de sueños, nada más. Un sin fin de anhelos, que viven en las palabras, en pensamientos, en historias, nada más. Lindo sería poder ver, exquisito sería poder oír, maravilloso podría ser sentir. Un manojo de flores soy, nada más.

Uno el cuál llega al apogeo de la belleza, uno que simplemente lo es por un tiempo vivido en coma. Detén el tiempo, mas solo respiro, aun solo existo (...) Acaso ¿No hay más?

Como el rocío de la mañana (...) Como una gota desciende por los pétalos dejando solo el frío rastro de su camino, solo es eso, finito. Una dulce sensación, un bello recuerdo, una peculiar sensación del olvido y tristeza, por lo momentáneo y fugaz del paraje en el cual deleitaba mi respiración. Viento en mis mejillas, aire en mis pulmones, sangre en mis venas (...) aún no es suficiente; Dulce y vívido aroma a calor siento, exquisita penumbra de una lúgubre noche menguante, estrellas fugaces, sin fin de ellas, que desean quedarse por ese primer placer del momento. No es nuestra elección, solo somos, solo existimos, solo estamos (...) Un manojo de flores es la vida, destinadas a la belleza, destinadas al color, destinadas a sólo ser y no ser en un ciclo por cumplir, llegamos anonadados y nos vamos en un corte, sabemos que está cerca cuando no sentimos suelo aparente, sentimos vacío, aire, nada. Si todo fuera eterno, la belleza de la existencia no valdría, la hermosura del color de tus pétalos nadie la apreciaría (...) Como el humo de un cigarro exhalado, se disipa en la nada del infinito (...) finito somos nuestra existencia.

Como un primer cigarro es la vida (...) Un placer.