-Ten-

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Comencé a moverme lentamente. Apreté los ojos al sentir la claridad de la luz sobre ellos. Mi cuerpo aun estaba dormido. Sin abrir, aun, los ojos moví mis piernas y lo que sentí me dejo inmóvil. Alguien estaba en la cama conmigo. Lentamente comencé a girar, para encontrarme a un ángel a mi lado. O eso parecía. Dormía, dormía profundamente. Lo mire bien. Cada poro de su rostro, parecía estar descansado. Sus dorados cabellos, estaban levemente desordenados. Sentí un impulso por acomodarlos. Y cuando al fin todo mi cuerpo despertó, recordé que anoche estaba bailando con él y ahora estaba aquí, durmiendo con él. Lentamente me puse de pie, no quería despertarlo se veía tan lindo así. Con cuidado salí de la habitación. Me duche, rápido y salí. Volví a entrar a la habitación y él seguía durmiendo. Ahora ocupaba casi toda la cama. Lo mire bien. Había algo distinto en él hoy. No lo sé bien. Tome mi ropa y salí de ahí para cambiarme. Cuando termine comencé a hacer el desayuno. Desde lejos escuche el sonido de las llaves. Ella entró.

- ¡Buen día! – dijo elevando la voz.

- ¡Shh! – le dije desde la cocina. Ella entró y me miro.
- ¡Hola! ¿Qué tal? Hace como dos o tres días que no te veo – me dijo. Se acercó a mí y me saludo.
- ¡Baja la voz! – le dije en voz baja. Me miro bien - ¿Cómo has estado?
- Ay, ni te imaginas. Nunca he estado mejor en mi vida – dijo y ambas salimos de la cocina, para sentarnos en la sala.
- Ya me imagino, como debe haber quedado el pobre de Jared – dije divertida. Rió por lo bajo.
- Creo que por una semana no podrá moverse.
- ¡Sea! – dije divertida y ambas reímos.
Él salió de la habitación. Ambas nos volteamos a verlo. La mandíbula de Sea cayó al suelo al verlo, parado allí. Él me miro bien y luego miro a mi amiga. Gerard solo traía puestos unos calzoncillos y una musculosa blanca que se apretaba bien a su cuerpo.
- Hola – saludó con voz rasposa, supuse que se acababa de despertar.
- Ho... hola – le dijo Sea. Él me miro a mí.
- Preciosa, ¿Puedes venir un segundo? – me preguntó.
- Claro – dije y me puse de pie.
Camine hasta la habitación y entramos. Cerré la puerta y me gire a verlo. Cuando lo hice algo sintió romperse dentro de mí. Como dije antes, mientras él dormía se veía distinto. Y si que lo estaba. Sus ojos eran más claros, mucho más claros. Asombrosamente llamativos. Mire el color de su pelo y era también más claro del que recuerdo. Y ahora que lo miraba mejor, no tenía esa apariencia siniestra de siempre.
- ¿Qué... qué sucede? – le pregunte.
- Hice un trato con Dios – me dijo. Lo mire extrañada.
- ¿Qué cosa?
- ¿Me ves distinto? – me preguntó.
- Un poco – le dije.
- Tengo cinco días para probarle que hay algo bueno en mí – dijo y camino hacia la ventana – Por ahora él tiene la mitad de mis poderes, por eso he dormido. Casi nunca duerno, ya que no es necesario.
- ¿Y? – dije intrigada.
- Si no logro demostrarle que hay algo bueno en mí, nunca más podré salir del infierno. A lo que me refiero es que viviré allí abajo, por siempre.
Lo mire aterrada. ¡Eso no podía ser así! Algo debíamos de hacer. Él no podía quedarse allí para el resto de la eternidad. ¿Qué haría yo? Mi cuerpo se congelo al escuchar mis pensamientos. ¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué me preocupa tanto que no pueda salir nunca más?
- Tranquilo, encontraremos algo bueno en ti – le dije.
- ¿Vas a ayudarme? – me preguntó.
- Claro que si – le dije y sonreí levemente. Él también lo hizo – Ahora, cámbiate que esta Sea ahí afuera.
- No puedo cambiarme – me dijo y me gire a verlo.
- ¿Por qué? – le pregunte.
- Él se llevo algunos de mis poderes, y uno de esos era el de poder vestirme chasqueando mis dedos.
- ¿Me estas queriendo decir que no tienes otra ropa de la que tienes puesta? – dije sin poder creerlo. Gerard asintió – Esto no podía ser peor.
- Lo sé – dijo divertido.
- Bueno, quédate aquí. Salgo, despacho a Sea y vemos que hacemos – le dije y salí de la habitación.
Mi rubia amiga se acercó a mí rápidamente, me tomo del brazo y me jalo hasta la cocina. La mire extrañada, estaba realmente perturbada.
- Juro que casi entro a buscarte, pensé que estabas teniendo sexo con él. Pero luego dije que no era posible, porque no se escuchaba nada – me dijo nerviosa. Reí divertida.
- Ya te dije que no pasó nada con él – dije divertida. Me miro bien.
- ¡Claro, ______! ¡Y yo soy Madonna! – me dijo irónica. Camine hasta la sala.
- Juro que te estoy diciendo la verdad – le dije. Me miro sin poder creerlo.
- Pero... pero él estaba en calzoncillos – dijo y miro hacía la puerta – Además te llamó preciosa.
- Que hayamos dormido en la misma cama, no significa que hayamos tenido sexo amiga mía – dije y me senté en el sillón – Y que me diga así, tampoco.
- _______, ¿Qué pasa contigo? ¿Acaso estas ciega o qué? Ese hombre está que arde y tú ¿no le has tocado un pelo? – me preguntó.- No, no es eso – dije. Ella me miro bien – No te asustes, pero...
- Pero, ¿Qué? – dijo algo ansiosa.
- Yo...
- ¿Tú, que? – dijo más nerviosa que antes.
- No lo quiero solo para una noche – le dije lo más bajo que pude para que el que estaba en la habitación no escuchara. Mi amiga abrió la boca.
- ¿Estas enamorada?
- No... no lo sé, Sea. Pero con él es distinto que con los demás – dije y me puse de pie. Ella también lo hizo.
- Ya era hora, amiga – me dijo algo emocionada y me abrazó. Le respondí el gesto.
Pero mientras descubría ese sentimiento dentro de mí me di cuenta de algo. Estoy enamorada de alguien que ni siquiera es humano. Alguien que nunca sintió amor en su vida, alguien que es vil y no perdona el alma de nadie. Estoy enamorada del Diablo, perdidamente enamorada de él.

Where he goes, goes the fire || Gerard Way Donde viven las historias. Descúbrelo ahora