¡Besar y correr!

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[Roku]

La multitud se fue arrodillando, siguiendo el ejemplo de los Sabios. Sozin volvió la mirada hacia él, con el asombro cubriendo sus ojos dorados. Lentamente, el príncipe heredero se arrodilló ante él también.

El príncipe se arrodillaba ante él. Roku, quién era el patético chico larguirucho. Roku, no lo suficiente bueno para ser atractivo para las chichas. Roku, el Avatar...

Todo era como un sueño.

La burbuja se rompió y fue llevado aparte por aquellos ancianos. Hablaron con él, le explicaron lo que sucedería, sobre su viaje a las otras naciones y su entrenamiento para dominar los Cuatro Elementos. Roku los escuchaba burdamente, demasiado abrumado para comprender.

Le pidieron que se alistara para salir al amanecer, pero sin llevar nada. Ahora que conocía su identidad como Avatar, debía de deslindarse de sus lazos terrenales.

El resto de la tarde le fue difícil de recordar. Todo se acercaron para felicitarlo, para decirle lo honrados que estaban con su presencia, pero Roku se sentía triste y abandonó la fiesta temprano.

Solo podía pensar en Ta Min y que ya no la podría ver más. Se iría de la Nación del Fuego, recorrería el mundo y no sabía cuando volvería.

¿Y si ella lo olvidaba? ¿Y si encontraba a alguien? ¿Y si formaba una familia?

Sozin fue a visitarlo a su habitación. Intento levantarle el animo, pero Roku estaba deprimido de forma irremediable. Se dio cuenta que también dejaría a su amigo de infancia atrás. Sozin crecería y en algún momento tomaría su lugar en el trono.

¿Que ocurriría con él? ¿Pasaría su vida entera manteniendo el mundo en balance, como habían hecho sus predecesores, sus vidas pasadas?

Vidas pasadas ¡Por los espíritus! ¡Él tenía cientos y miles de vidas pasadas!

Se despidió de Sozin, obteniendo de él aquel adorno dorado con el cual se sujetaba el cabello. Roku le prometio que lo portaría con orgullo y honor.

Después de que Sozin de fue, Roku decidió recorrer una última vez los jardines.

La luz de las antorchas iluminaba el lugar. Roku camino con calma, intentando guardar cada detalle en su memoria; los grandes arbustos, el verde del césped, las flores de mil colores y fragancias, es estanque de agua cristalina donde nadaban los pato tortuga.

Se sintió más deprimido aún.

Un sonido llamo la atención. Creo una llama en la palma de su mano, no de forma ofensiva para pelear, sino buscando iluminar su alrededor.

Y de pronto la vio, la flor más hermosa en el jardín.

Ta Min llevaba las ropas de seda de la fiesta y lucia hermosa, pero había algo extraño en su rostro. Parecía triste, desconsolada.

Mantuvo su distancia, con los ojos clavados sobre los de Roku.

—Sozin me dijo que estarías aquí—su voz era un susurro, pero era melodiosa como la de las aves.

Roku quizo maldecir. Ahí estaba de nuevo su gran amigo, metiéndolo en problemas...

—No sé que te haya dicho, pero no es verdad—murmuró el Maestro Fuego.

Ta Min avanzó con cautela. Roku no pudo mover ni un músculo.

—Él no me dijo nada. Estaba muy triste por tu partida—bajo la mirada. El sonrojó en sus mejillas se perdió en la oscuridad—, al igual que yo.

¿Ella estaba triste por su partida? ¿Había escuchado bien?

—¿D-de verdad?—la voz le temblaba.

Genial, pensó, debo dominar los Cuatro Elementos y proteger el mundo pero ni siquiera puedo hablar con una chica.

—Si—murmuró Ta Min. Una sonrisa triste abordó sus labios—. Te irás mañana ¿eh? Te espera una gran aventura, conocerás el mundo, muchas personas, muchas chicas...

¿Eran celos, aquello que se escuchaba en su voz?

—No deseo irme—Roku suspiró con abatimiento—. No creo... ser lo suficientemente bueno para ser el Avatar.

Ta Min lo vio sin comprender.

—¿De que estás hablando?—cuestión, frunciendo levemente el ceño—. Roku, si hay alguien a quien conozco que puedo ser lo suficientemente bueno para ser el Avatar, ese eres tú. Eres el chico más dulce y de buen corazón en la Nación del Fuego.

El muchacho se perdió un momento. Le justo escucharla pronunciar su nombre, de esa forma tan informal. Siempre que accidentalmente se encontraban, se saludaban de forma cordial y respetuosa.

Ta Min dijo su nombre con un tono familiar, como si estuviera acostumbrada a pronunciarlo.

—Te extrañare—Roku no se dio cuenta que lo había dicho hasta que terminó de pronunciarlo. Sus mejillas ardieron y ella sonrió de forma nerviosa—. Me refiero... a que extrañare a todos, a ti, al príncipe Sozin, a estos jardines...

—Yo también te extrañaré—la chica se adelantó, quedando a poca distancia de él. Roku sentía que se le cortaba la respiración—. Cuando regreses, tú y yo tenemos que hablar.

—¿S-sobre que?—preguntó Roku.

—Sobre esto—respondió ella.

Se adelantó, se puso de puntillas y lo beso.

Fue tan repentino que las llamas en la mano de Roku se extinguió, sumiéndolos a ambos en la oscuridad. Pero a él no le importaba. El sol se estaba ocultando, pero en el corazón de Roku estaba amaneciendo.

Movió sus labios sobre los de Ta Min, guardando en su memoria cada sensación que sacudida su cuerpo. Había imaginado mil veces ese momento, pero ni siquiera su más vívidos sueños podían acercarse a la realidad.

Ta Min lo tomo por el rostro con ternura, profundizando su encuentro. Las manos de Roku la tomaron por la fina cintura.

El aliento se le escapó en un momento y tuvieron que apartarse. Para entonces Roku estaba sonriendo como un idiota. Le parecía que Ta Min se vía más bonita aún, cuando estaba sonrojada. Roku intento volver a besarla, volver a sentir la suave presión de sus labios contra los de ella, pero Ta Min retrocedió con una risita burlona.

—Tú también...—intento decir Roku, pero ella puso un dedo sobre su boca, pidiéndole silencio.

—Hablaremos cuando regreses, señor Avatar...

Y tan rápido como había llegado, se fue, huyendo lejos de él. Cuando quedó solo, ahí de pie en el enorme jardín real, Roku grito con gran euforia.

Aquel había sido el mejor regalo de cumpleaños de la vida.

Tenía que aprender a dominar el Aire, el Agua y la Tierra lo más rápido que pudiera.

Ahora tenía un motivo por el cual regresar.

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