Parte 1 / CORREGIDO

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Narración Saeng

Me encontraba en el rincón más sombrío y olvidado de nuestro pequeño establo, mientras mis dedos acariciaban con delicadeza los pocos huevos que nuestras agotadas gallinas habían conseguido poner. Era consciente de que esta modesta cosecha no significaba gran cosa en términos de ingresos; lo mismo pasaba con la magra cantidad de leche ordeñada aquella mañana. Estos modestos recursos eran insuficientes para llenar nuestras despensas, pero representaban lo único que teníamos, lo que debíamos aprovechar al máximo para sobrevivir.

Las incesantes guerras con la región vecina habían sumido a nuestro pueblo en una penuria inimaginable. A pesar de nuestra lejanía geográfica, los rumores de asaltos y destrucción de poblados vecinos nos mantenían a todos en constante temor. Nuestros antiguos enemigos habían prevalecido, y nosotros nos encontrábamos ahora bajo la autoridad del territorio colindante. Esta nueva realidad generaba un miedo profundo y latente, ya que desconocíamos qué nos depararía el futuro bajo los designios de estos nuevos gobernantes.

Trágicamente, nuestras vidas habían sido marcadas por la pérdida de uno de los nuestros. Hacía apenas cuatro meses, mi padre había caído en combate durante una de las guerras, convocado por nuestro antiguo líder para unirse a sus filas. La noticia de su muerte nos dejó sumidos en un dolor abismal. Como hermano mayor, me correspondía ahora asumir el rol de jefe de familia y proveer alimento y sustento para el hogar.

Aunque mi apariencia no se caracterizaba por su virilidad, muchos me tachaban de tener rasgos más afeminados y delicados. Pero a pesar de ello, la responsabilidad recaía en mis hombros para guiar a todos hacia adelante. Aunque a menudo mis vecinos y conocidos se burlarán de mí, esa no era mi mayor preocupación.

"Saeng", escuché el llamado de una de mis hermanas desde fuera, mientras el estruendo de cascos de caballos me hizo erizar la piel. Salí corriendo hacia la puerta y tomé en mis brazos a mi hermana menor, de tan solo ocho años, quien temblaba de miedo. No podía culparla; al mirar en la distancia, divisé las banderas que identificaban a la región vecina, acompañadas por jinetes vestidos de soldados, seguidores del nuevo emperador. Mi madre, dos hermanas más jóvenes y mi hermano de tan solo once años salieron a mi lado.

Un hombre que parecía ser el general de aquel grupo montado en caballos alzó su voz, exigiendo que todos los aldeanos se reunieran de inmediato para recibir una comunicación del nuevo gobernante. Entre el tumulto, nosotros también nos unimos, con la esperanza de evitar cualquier problema innecesario.

"¿Qué está ocurriendo?", preguntó uno de mis vecinos y mejores amigos, Kim Hyung Jun, acercándose a mí con claros signos de inquietud.

"No lo sé", respondió en un susurro. "Solo espero que no sean malas noticias".

"Saeng, estoy asustada", murmuró mi hermanita en mi oído, aferrándose a mí con fuerza.

"No te preocupes. No permitiré que les ocurra nada malo", le aseguré, observando a mi familia mientras los rodeaba con mis brazos protectores. Mi madre temblaba de miedo y, a pesar de mis intentos por tranquilizarla, sabía que la incertidumbre estaba presente en todos nosotros. Pero lo que más me aterraba eran mis cuatro hermanos menores, niños que no merecían versos envueltos en estas situaciones. Las gemelas, con apenas dieciséis años, y mi hermano, tan solo con once, eran demasiado jóvenes para cargar con esta carga.

Las palabras del hombre a caballo atrajeron la atención de todos. Anunció que a partir de ese día se impondrían cuotas a los aldeanos como tributo al nuevo gobernante, ya sea en forma de dinero o bienes. Un estremecimiento recorrió a la multitud y la alarma se hizo evidente en los rostros de muchos. Las voces de protesta comenzaron a surgir en rechazo a la imposición de tributos que, en nuestra situación de penuria, eran prácticamente imposibles de cumplir.

MI UNICO AMOR - HyunSaengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora