—Menudas vistas, ¿eh?—¡Ya te digo! ¿Qué habrá más allá de esas montañas?Al sur de Pueblo se levantaba una cordillera enorme,casi el único obstáculo que la vista encontraba desdelo alto del faro. Willy y Vegetta miraban desde allí elhorizonte, explorando con la mirada todo lo que habíaalrededor de la inmensa ciudad que habían construido:lo que iba a ser una casa se fue convirtiendo en algomucho más grande, un sitio en el que cada uno tenía sutarea y todo funcionaba, la mayor parte del tiempo, conla precisión de un reloj. Desde el faro se podía ver todo:los almacenes, la sala de alquimia, las calles y puentesque conectaban todas las casas que habían ido naciendoalrededor de su proyecto de aldea.Willy y Vegetta sabían que no todo el mérito erasuyo: ellos habían plantado la semilla, pero gracias a toda la gente que les había seguido y había confi adoen ellos, Pueblo era el lugar pacífi co y seguro en el quese había convertido. Eran un símbolo: gracias a elloshabía llegado la paz, y de sus aventuras no solo hablabansus vecinos, sino también gente de muy lejos; desitios que se podían ver desde el faro, pero también deotros allende los mares. Apoyados en lo alto, los amigosvieron a dos niños que jugaban despreocupados,imaginando que eran por un momento los héroes dePueblo: vestido con una armadura púrpura y blanca ycon un cristal tintado en un ojo, una reproducción caserade la indumentaria de Vegetta, uno de ellos corríaa socorrer al otro, rodeado por un grupo de perros quejugaban a su alrededor, animados por el movimientodel palo que hacía las veces de espada en la fantasía delos críos. La chaqueta y la boina verdes del imitadorde Willy eran varias tallas más grandes de la cuenta;un paso en falso le llevó a tropezar con su amigo, y elrescate terminó con los dos en el suelo y el grupo deperros saltando a su alrededor y lamiéndoles la cara,como animando a que el juego siguiera. Vegetta y Willy,desde el faro, rieron al ver la escena: no había tantadiferencia entre la alegría de aquellos niños que jugabany lo que ellos habían sentido mientras construíanPueblo. Aquellos niños que jugaban eran una buena pruebade que la paz era estable. Vegetta y Willy recordaronla batalla contra el dragón, que había puesto punto fi nala los peligros para sus vecinos y amigos. Hacía mesesque no se colaban monstruos en la sala de máquinas;los almacenes eran seguros y todos los portales hacia lasmazmorras y aldeas que habían descubierto en sus viajes,ya inactivos, solo servían de recuerdo del largo caminoque habían recorrido hasta derrotar a aquel dragón,que resultó ser la fuente de todos los problemas dePueblo; cuando regresaron después de luchar contra labestia, ya se notaba en el ambiente que algo había cambiado,que les esperaban tiempos prósperos.—Quién nos iba a decir que conseguiríamos llegara este punto.—¿Verdad? Mira, parece que están empezando apreparar el festín de mañana.Varios vecinos recogían la siembra en la que Willyy Vegetta habían invertido tanto esfuerzo. Más ahoraque antes: la paz les había dado ocasión para dedicarmás tiempo a los cultivos, y eran habituales las comilonascon las que todos los habitantes de Pueblo celebrabanlos nuevos tiempos. La recolección signifi caba unacosa: al día siguiente, Vegetta y Willy saldrían a explorarlos alrededores para replantar los alimentos y que el iclo comenzara de nuevo. Cultivar, recoger, festín; asíhabían sido las cosas los últimos meses.—¿Dónde podríamos ir mañana a buscar semillas?—Estaría bien hacer algo distinto, por variar.Cultivar, recoger, festín.A veces, mientras salían a los bosques cercanosen busca de alimentos para Pueblo, Willy y Vegetta sequedaban callados y exploraban en silencio. Eso queríadecir que estaban pensando, generalmente, en el dragón.En el combate feroz, la magia, el peligro. Habíaun momento clavado en su memoria: en lo alto de unagigantesca columna que se erigía en la guardia del dragón,ya a punto de caer rendido tras la intensa batalla,Willy le lanzó a Vegetta una de sus pistolas de burbujas,y uniendo sus fuerzas consiguieron acabar con suenemigo, que se deshizo con un fogonazo de luz queiluminó la caverna. Una de las cosas magnífi cas de lamagia: una pistola de burbujas puede acabar hasta conel dragón más temible, siempre y cuando la magia estéde tu lado.Cultivar, recoger, festín.A su regreso a Pueblo, todos celebraron la buenanoticia: la muerte de aquel monstruo auguraba unaépoca mejor, una nueva era en la que la vida no estuvie-ra constantemente interrumpida por las visitas inesperadasde los esbirros del dragón.Cultivar, recoger, festín.—Va siendo hora de bajar —dijo Willy.—Sí, eso parece —respondió Vegetta—. Pensemosen cómo lo haremos mañana y vayamos a dormir.Cuando bajaron del faro, los dos niños disfrazadosseguían jugando con los perros, como si compitieranpor ver quién aguantaba más tiempo sin cansarse.
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wigetta un viaje mágico-capitulo 1-100 real-
Aventurapara willi y vegetta,una invasión zombi que fulmina el lugar en el que vives es solo el principio de una gran aventura,viajes a las profundidades,intensos duelos al amanecer,misteriosas brujas y temibles gigantes...para salvar a sus amigos y devo...