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El suelo estaba cubierto de blanca y fría nieve, y Jimin atrapaba algunos copos, feliz. Sonreí al verlo, y se me ocurrió que sería divertido jugar un poco con él. Hice con mis manos una bola de nieve y se la arrojé. Él se estremeció ante el frío que aquel golpe le dio, y por los restos de nieve que se habían colado en el cuello de su campera. Jimin volteó a verme y sonrió pícaramente.





—Ah, ¿Sí? ¡Toma esto!





Ahora, una bola de nieve me golpeó a mí. Me dio justo en la mejilla, pero ni siquiera me inmuté. Él se acercó a mí.





No siento el frío, idiota —reí.

—Creo que lo olvidé —sonrió, tímido—. Oye, Yoongi...

—¿Sí?





Jimin se acercó a mí, colocó ambas manos sobre mis mejillas y me besó. Sus labios y los míos juntos eran perfectos, algo con lo que siempre había soñado. Poco a poco, se separó y me miró con un hermoso brillo en los ojos.

De pronto, sus labios comenzaron a tornarse morados, su piel más pálida, y su cuerpo perdió fuerzas, desplomándose en el piso, mientras en su último aliento susurraba mi nombre.





Sequé una lágrima que caía por mi mejilla. Era increíble cómo al mirar por la ventana podía imaginarme un escenario ideal, y que luego mi propia mente me traicionara, convirtiéndolo en lo que menos quisiera ver o experimentar en carne propia.

A medida que fueron pasando los días, mi amor por Jimin fue creciendo, y también el de él por mí. No es porque yo lo hubiera sabido, sino porque él me lo decía cada vez que podía, y cuando no lo expresaba con palabras, lo demostraba con pequeñas cosas que me arrancaban unas diminutas sonrisas de vez en cuando.

No es que no fuera feliz a su lado. Lo era, y mucho. Sin embargo, el miedo era más grande. Yo sabía de lo que era capaz a pesar de que sólo haya causado la muerte de una persona una vez en mi vida y de manera accidental. Que eso se repitiera me espantaba, y me aterraba aún más llegar a dejar de lado mis sentimientos y hacerlo naturalmente como mi familia, como los demás. Sin embargo, mi peor pesadilla era que pudiera ser Jimin la víctima. El pensar en una vida sin sus sonrisas, sin su dulce voz, ni sus castaños cabellos meciéndose en el viento, o sus (recientemente) cotidianas charlas en el autobús... para mí, eso sería el fin del mundo.

Habían pasado ya dos meses desde el día de la confesión en la escalera. Todo seguía igual. Y por igual, no sólo quiero decir que Jimin y yo seguimos juntos y distantes, o que nuestra relación aún fuera buena, sino también que mis inseguridades, miedos e inquietudes seguían matándome por dentro, por más irónico que pudiera sonar.

Even if I die, it's you [Yoonmin] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora