Principio.

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No hay mucho que contar en todo esto, ya he dicho que Jimin se gana la medalla en ser un caprichoso y berrinchudo.

Así que... más o menos pueden imaginarse cómo empezó nuestra relación.

Estábamos sentados en la sala, no había en el departamento nadie más que nosotros, llámenlo destino o agenda, que todos decidieran perderse ese día, o bien, todos hayan aceptado el maquiavélico plan del adorable Mochi para comprometerme.

--¡Hyuung!~

--¿Qué quieres?

Lo miré desconfiado desde mi esquina del sofá frente al televisor al minuto de verlo jugueteando con sus manos sobre sus piernas, nervioso. Sonrojado, mirándome de soslayo como lo había hecho desde que me invitó a ver una peli junto a él.

--¿Yo... te gusto?-- era una táctica, su voz tímida y melosa, era una táctica. Lo sabía, y por eso agarré un almohadón para colocarlo sobre mi regazo, de alguna u otra forma podía protegerme ¿no?

--No, para nada.

Puf, era una broma. Que nadie se lo tome en serio. Creo que cualquiera quedaría a la defensiva después de que le preguntan algo así, tan directo. Tenía que quitar el ambiente raro e incómodo que comenzaba a haber, la tele no ayudaba mucho como nuestro sonido de fondo. Un ost nada apropiado si me preguntan.

--¿Por qué?-- Jimin hizo un gesto enojado y adorable, de esos que todos conocen. Ese, donde frunce el ceño, desaparece sus ojitos y abulta los labios. --¿Me odias, entonces? ¡No, no y no! ¡Te lo prohíbo!

--Oh, por~

Me callé, porque cuando lo vi, de la nada ahora era una de esas expresiones que a todos enmudece, normalmente él se caracteriza por siempre lucir apacible, adorable y tierno, a veces bastante risueño y juguetón. Sólo que hay ocasiones en las que en serio él se molesta, en las que no te dirige la palabra y te lanza la peor de las miradas. O te deslumbra con su capacidad de concentración y esfuerzo.

La tenacidad brilló en sus ojos en ese momento.

Y como siempre con él, el corazón adquirió una velocidad de trabajo alarmante, sin dejarme energía para poder defenderme, desarmado ante la vergüenza y su mirada. Confundido.

--¿Jimin?

Sus ojos brillaron, él mordió sus labios gorditos y se acercó a mí gateando, justo a centímetros de mí se recargó sobre sus piernas y me siguió mirando.

Me quitó el aliento.

--Es en serio... yo...-- susurró--, porque yo te quiero. Y tú debes quererme.

Solté una risa seca, sin gracia.

--Jimin...

--¡Es que yo quiero que me quieras!

En serio, sólo hacía falta que moviera los brazos como un pingüino y comenzara a saltar.

--¡Te quiero!

--¡Espera, espera Jimin!-- grité cuando lo vi brincar hacía a mí, tirándome de espaldas. Estoy seguro que de ser un poquito más rellenitos hubiéramos volcado el sillón. No me salvé del golpe en mí cabeza. --¡Auch!

--¡Hyung!-- gimoteó con quién sabe qué gesto porque yo tenía los ojos cerrados por el dolor.

La posición no era para nada cómoda, él encima de mí, con todo su peso, yo aún con las piernas flexionadas. Jimin no es pesado, al contrario, es delgado, y por eso muy ligero. Sin embargo, yo no soy el hombre más musculoso que digamos, nunca he sido bueno dándomelas de fuerte tampoco.

Mocoso berrinchudo y mimado [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora