Capítulo 6: fuego

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Fuego.

Todo se había convertido en una espiral de fuego dentro de Vergel. Los cimientos cedían, la ciudad se desmoronaba.

Mientras, en lo alto de una montaña de chatarra en las Tierras Perdidas, Alphax contemplaba el caos y la destrucción que un día había predicho. Y disfrutaba, vaya si lo disfrutaba.

Le habían dicho que era mejor mantenerse al margen, alejarse del altercado que estaba devorando Vergel desde dentro. Pero después de tantos años de penurias, no pudo resistirse a tener un asiento en primera fila.

Con una sonrisa endiablada, ajustó la mira de sus gafas para hacer zoom y no perderse detalle. En el reflejo de los cristales podía verse la sede del Centro de Ciencias Aplicadas colapsar. El rascacielos era el símbolo del poder y el bienestar de Vergel, y verlo caer era como ver cumplirse una profecía, una profecía que anunciaba el fin de una era. Una era de perfección para unos pocos, mientras el resto se pudría en la miseria.

Ahora nadie alcanzaría la perfección y todos se pudrirían en la miseria. Era lo justo, ¿verdad?

—Y el fuego se extiende... —murmuró inclinándose desde la montaña de chatarra sin dejar de girar la rueda del zoom a pesar de que ya no podía aumentar más la imagen que le mostraba.

Desde esa distancia solo podía imaginar a los habitantes de Vergel corriendo despavoridos. Pax suponía que se asemejaría a ver un jarrón de porcelana quebrarse. Una obra de arte, la personificación de la perfección, hecha añicos y desparramada por el suelo.

¿Cómo se deformarían sus rostros perfectos? Esos rostros que eran el resultado de la Era Dorada de la medicina en la que la ingeniería y la reprogramación genética se habían convertido en un hecho. ¿Mostrarían ira, dolor y miedo de la misma forma que las gentes de las Tierras Perdidas? 

—Parece que te estás divirtiendo.

Alphax se volvió hacia Rego, uno de los pocos que se había atrevido a acercarse a la caótica Vergel. El resto la contemplaba desde la seguridad de la distancia. Al menos estaba seguro de que Orión lo hacía, su agorafobia lo mantenía recluido rodeado de pantallas desde las que prefería observar lo que ocurría. Una pena, era un espectáculo digno de contemplar en vivo y en directo.

—No te quepa duda —contestó Pax sonriendo ampliamente—. ¿Tienes algo que decirme?

—Sí, las puertas sur y este se han desplomado.

—Bien, prepara al resto para entrar en cuanto surja la oportunidad. Debemos aprovechar todo lo que quede de Vergel, especialmente su tecnología.

—¿No sería mejor tomar el control de la colonia? —preguntó Rego entrecerrando los ojos para ver mejor el caos de la ciudad.

—No. —La respuesta de Pax fue tajante y no admitía discusión—. Hoy es el día en que Vergel caerá para siempre, no estamos aquí para convertirnos en tiranos como ellos.

—Pero piensa en todo lo que beneficiaría a nuestra gente... —trató de convencerlo.

—He dicho que no. Saquearemos lo que podamos aprovechar y nos aseguraremos de que nadie reclame la ciudad como suya. Esto es lo que hemos estado esperando desde que tuvimos uso de razón. Es más grande que nada de lo que puedas robar allí. Es justicia, Rego.

—Sí, tienes razón —aceptó finalmente—. ¿Qué estás mirando? —preguntó al verlo contemplar Vergel y asentir para sí.

—Caos —se limitó a responder como si no tuviera gran importancia.

La sombra de Vergel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora