Capítulo 3: las Tierras Perdidas

692 64 1
                                    

Un enorme arco oxidado recibió a Pax a las afueras de Ciudad Sur. Pronto dejó atrás un puente enterrado casi en su totalidad, y se adentró en las calles desiertas recorriéndolas a gran velocidad subido en la motocicleta negra.

Ya en el centro de la urbe, entró en un túnel que lo condujo hasta un parking abandonado. Serpenteó entre las plazas hasta dar con un extraño cuchitril encajado en la pared. En cuanto desmontó y se quitó la máscara, le llegó el olor a aceite de motor, metal y combustible.

Vio saltar unas chispas anaranjadas de debajo de un camión y unos pies embozados en botas negras de cordones y suela lisa a causa del desgaste.

Pax caminó hasta el camión y esperó a que ella se diera cuenta de que estaba ahí. No tardó en cesar el chisporroteo y en asomar un rostro aniñado de piel oscura y manchado de grasa.

—Ah, eres tú —murmuró Clowy quitándose las gafas protectoras.

Pax fue a abrir la boca, pero se vio interrumpido por el estruendoso tintineo de las herramientas que la mecánica tuvo que remover para lograr abrirse paso y salir de debajo del camión.

—¿Mi moto está bien? —preguntó la muchacha retirándose el pelo negro de la cara y manchándolo con los guantes de arpillera que llevaba.

Pax puso los ojos en blanco exasperado.

—Sí, Clowy, tu moto está bien. Como ves te la devuelvo intacta.

La mecánica entrecerró los ojos dando vueltas alrededor de ella.

—Con el depósito vacío —observó—. Y juraría que ese arañazo no estaba ahí antes, ¿lo estaba? A mí no me lo parece.

—Estoy seguro de que... —comenzó a justificarse, pero Clowy lo interrumpió de nuevo.

—¿Has encontrado lo que fuiste a buscar? —preguntó con el rostro repentinamente serio.

—Sí —contestó el mercenario—. Ya tenemos todo lo que necesitamos. Ahora voy a ver a Orión para que lo verifique, pero mañana por la noche podremos ponernos en marcha. Por cierto —dijo, ansioso por cambiar de tema—, ¿les podrías echar un vistazo a mis gafas?

Fue como si le hubieran pinchado en el trasero: Clowy dio un pequeño salto y se volvió hacia él enfurecida:

—¿Qué le has hecho a mis gafas? —exclamó arrebatándoselas de las manos. Pax retrocedió.

—Nada, nada —la tranquilizó con rapidez—. Es sólo que creo que el tiempo de reacción se ha alargado...

Se detuvo porque Clowy ya le estaba haciendo la revisión. Tras un minuto se las lanzó y Pax las cogió al vuelo ágilmente.

—A las gafas no les pasa nada, estúpido —replicó Clowy amenazándolo con un destornillador con el mango aboyado.

—Pero si te estoy diciendo que tarda en reaccionar, podría morir si no soy capaz de activar la visión nocturna a tiempo —protestó Pax.

—¿Sabes cuál es el problema? —siseó Clowy.

—¿Cuál? —preguntó con cierto temor.

—Que me traéis piezas de hace cincuenta años y en un estado lamentable, por eso, esto es lo máximo que puedo hacer —concluyó dándose la vuelta y volviendo a ocultarse bajo el camión.

—Vale, tienes razón —admitió Pax de mala gana.

—¡Claro que la tengo! —contestó asomando la cabeza de nuevo—. Y ahora vete a contarle todo a Orión. Estoy cansada de este asunto y quiero solucionarlo cuanto antes.

La sombra de Vergel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora