Capítulo 2: Las cosas de la vida.
A la mañana siguiente me despertó un beso en mi mejilla, me levante de golpe porque no me lo esperaba y choque mi cabeza contra algo, mejor dicho alguien.
–¡Ay!– Dije. Pero al ver a Gregory sobando su cabeza no pude hacer otra cosa que reír, inmediatamente él hizo lo mismo. –Oye, no se suponía que me golpearas.– Dijo. Le respondí: –Tampoco se suponía que tu estuvieras aquí, mis tíos se enojaran si te ven. ¡Son las cinco de la mañana! VETE A DORMIR.
Pero él no me respondió, se levanto y se fue. Me pareció extraño, pero me pareció más importante dormir otro rato, así que lo hice. No había descansado ni cinco minutos cuando escuche una voz, pero no entendí lo que decía, en colchón se fue hundiendo, pude notar que alguien se había acostado junto a mi. Estaba tan cansada que no le di importancia, después de todo, si fuese peligroso no vendría a tomar una siesta o un ladrón no pasaría por allí y curiosamente le da sueño y decide acompañarme a dormir un rato.
Una mano sorprendentemente cálida paso sobre mis hombros, atrapándome en un abrazo. El sueño seguía siendo más fuerte que mi curiosidad por saber quien era, (el realidad, dormir era más importante que cualquier cosa). Así pasaron los minutos, cuando de repente sentí algo en mi cara, y mi mano inmediatamente se movió en un ángulo de 180° golpeando algo con todas mis fuerzas.
Era Gregory nuevamente.
–¿Es que no entiendes que no me gusta que me toquen la cara cuando duermo? Sobretodo tan temprano y ahora por tu culpa me duele la mano.– Luego lo mire con el ceño fruncido y note que su mejilla estaba enrojecida allí donde lo golpee, me sentí muy mal por como actué y de a poco acerque mi mano hacia su rostro, pero inmediatamente se alejó, lo hice nuevamente y sucedió lo mismo, luego subió sus rodillas, y se envolvió abrazándose a si mismo y escondió su rostro. Mientras tanto me levante y busqué una crema.
–Lo siento... Es que cuando me despierto soy un poco temperamental, déjame echarte esto para que te sientas mejor. ¿Puedo?– Levanto su rostro y se notaba que estaba nervioso, pero asintió.
Poco a poco me le acerque, a medida que lo hacia más nervioso se ponía, y yo cada vez entendía menos el por qué de su reacción, de verdad que no quise hacerle daño, no fue tan grave el golpe, pero no lo cuestione. Le pase la crema por donde lo había golpeado haciéndole pequeños masajes circulares para que no le doliera.
Él estaba aún más nervioso, lentamente levanto la vista y se quedo un tanto embelesado mirándome a los ojos, yo por mi parte hice lo mismo, es que sus ojos eran tan peculiares y perfectos, alrededor del iris de un azul muy intenso, luego, de a poco se aclaraba hasta terminar en gris, su mirada era más bien triste. ¿De verdad lo herí tanto? Gregory en cambio ¿qué podría mirar en mis ojos? son de lo más comunes, no tienen nada interesante que ver.
Nos quedamos así hasta que quite mi mano, mas bien por reflejo que por querer quitarla. Seguidamente me senté a su lado por unos minutos.
Estaba llorando. Pero, ¿Por qué? ¿Tan duro le pegue? No... no podía ser eso, era otra cosa.
Le tome sus manos, él me apretó como si nos estuviesen alejando y solo tenemos este segundo. Bajo sus piernas y se sentó con las piernas cruzadas, de cara a mi, lo imite. Siguió llorando, aunque con menor intensidad, con mi dedo pulgar le seque las lágrimas hasta que dejó de llorar, y nos abrazamos, esta vez olía distinto, algo así como a prado cuando acaba de llover, extraño ¿no?.
–¿Por qué llorabas? Se que no soy lo suficientemente fuerte como para hacer llorar a alguien como tu, quizás un chico flacucho, pero a ti no.– Aunque no inmediatamente, me dijo: –Yo... Mmm... Lo siento, si no quieres que te toque la cara cuando duermes, no lo volveré a hacer. Es solo que te ves tan hermosa que no pude evitarlo.– Cuando termino de hablar estaba ligeramente sonrojado. Le sonreí, no podía creer que solo pensará en eso.
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Que sueñes con los angelitos...
RomanceSinopsis. Roymar Blanes, siempre ha sido una chica común, lo único que la hacía resaltar era su alto rendimiento escolar, pero tenía una sed de información tan grande que por más que leyera no podía saciar. Su madre lo notó, comenzó a comprarle libr...