ROMA

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Con los ojos apagados, mirando un mundo encendido. Con esos putos ojos que tenía, que los mirabas y había un universo en ellos, joder tío era jodidamente increíble. Con sus perfectas ojeras moradas bajo ese verde de sus iris y las pupilas dilatadas.
¿Tú viste que pupilas? Que tenían el universo ahí dentro tío, que no era normal que me mirase y me temblara hasta la más mínima terminación nerviosa. Con una piel porcelánica en la que haría viajes horizontales cada mañana, y esa sonrisa perfecta que por muy jodida que estuviese no se apagaba tío, y era mi talón de aquiles. Era Roma destruida, pero esa destrucción era mi perdición; que no la quería de otra forma, quería mis ruinas. Esas ruinas por las que perdía la cabeza cada noche, a la que la bailaba lento y sin luz. A la que le contaba mis desvelos y el motivo de mis insomnios. A la que hacer reír y llorar. A la que picar y mirar su cara de enfadada. A la que calmar en sus cabreos, en sus idas y venidas. A la que meter en mi cama y no tener la necesidad de quitarla las bragas para pasar una buena noche con ella. A la que mirar y sentir que sin ella no respiro. Esa chica rota con múltiples problemas, a esa que la cuesta controlarse y a la que la cuesta decir "te quiero". Esa chica era la chica y de repente se evaporó, como si no hubiésemos tenido nada, como si no hubiese existido ese "nosotros", como si los sueños que tenía conmigo los dejase atrás y no los necesitase. Y yo como si se me perdiera Roma en el mapa, como si ningún camino me llevase a ella, como si ninguna ruina tuviese ese aire tan peculiar. Como si me perdiese sin saber como me he perdido, como si no me pudiese encontrar, como que me ahogo ¿sabes? Y no sé como salir, porque desde que no está, solo sé que no sé nada.

DesahogoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora