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Por aquellos días solían las nubes dejar una pálida iluminación en el ambiente; el concreto dibujado en gris y las puertas del callejón 10-2-6, rojas, como si fuesen pintadas con sangre diluida en jugo de naranja y óxido. El aroma, "amenazante lluvia" sustituía "Polvo citadino", pero este último de alguna manera siempre era constante, ahí estaba, de alfombra sensorial permanente, algunas narices jamás se acostumbraban. A pesar de ser un callejón cualquiera entre cuántos más constituyentes de la ciudad, estaba transitada con cierta avidez en sus escasos cuatro o cinco metros de ancho, gente con ropa de cuero, vestimentas a juego con el asfalto y las paredes estaban tan muertas, sin color ni pancarta alguna.
Y va con una chaqueta negra gastada que en su mayoría ya es gris. Deja ver la playera rayada de crema y blanco que de lejos hace un solo color uniforme, botas negras a juego con los pantalones de mezclilla con muslos grisáceos de tan percudidos. La bufanda roja de lana cubría vagamente su cuello. El cabello rubio dejaba mechones cubriendo de vez en cuando sus cejas. Mira con indefinición las cosas, esto es, que no puede fijar la atención en objetos aislados, más, tiene una visión general, un conjunto de "algo", un panorama rústico que lo resume todo en una caminata rutinaria, más no frecuente. Salir siempre ha sido a veces, y aunque siempre son las mismas calles, es también hermoso no estar en el hueco y sentir que el sol calienta de verdad. Continúa su patrulla y cruza por debajo de un oxidado puente, es el puente que le indica "otra caminata de su vida". Es ahora un triste normal, otra persona en la calle, todos cabizbajos y solamente podrían levantar la mirada en caso de un estruendo violento. Y así es, todos levantaron la cabeza.
Tras el estruendo Karov no se dignaba a voltear, la mayoría había continuado con su desganado paso. Sabía que tal portazo había sonado por donde acababa de salir. Si el porrazo no había ocurrido donde él suponía y se apresuraba con descuido a mirar podría delatar con siquiera mirar, el escondrijo que le preocupaba y sería el responsable de la muerte de su grupo. Había que ignorarlo todo, por el bien de todos, y tenía que parecer lo más normal posible. Si al regresar de la patrulla estaba violado el recinto entonces no tendría más que seguirse de largo y perderse en la ciudad hasta encontrar otro escondite u otra comunidad ¿Pero cómo lograrlo con mil depredadores por todos lados contra él solo? De hecho, es probable que ese único lugar, que suponía ser el más seguro, fuera a sucumbir en cualquier momento de los próximos minutos. Conocía el sentimiento muy bien.
Es inevitable una miradita por el rabillo. Apenas para ver siluetas pero allí estaba, tal y como lo había imaginado, un señor regordete estaba empujando algo, una puerta roja lo más probable, y mientras gritaba ― ¡Los escucho! ― rascaba la puerta y miraba por los pequeños huecos del óxido― ¡Aquí hay unos! ¡Aquí hay unos! ―. Tenía una inmensa entrada en la cabeza, una calva que hacía parecer un halo oscuro a su deplorable cabello. Gritaba con euforia iracunda, la emoción se podía ver en sus pupilas, violentas de quien encuentra un tesoro. "¡Deben creerme aquí hay unos!". Y al principio la gente no se acercó. ― ¡No por Hún, no estamos allí, gordo estúpido! ― Se decía Karov a sí mismo, pero conforme pasaba el tiempo su mente gritaba dentro de su cabeza: "¡¿No entiendes que no estamos ahí?! ¡Aléjate, pendejo, IDIOTA!" Y más pronto que tarde los demás parecían ser contagiados por la neurosis del grasiento.
Karov continuó caminando, prefería mostrarse no afectado por la excitación del momento y se movió antes de que la euforia fuese obligatoria. Se dirigió al mercado de pulgas que se hallaba a veinte minutos del sitio.
"Antes éramos más, pero poco a poco hemos sido eliminados" se narraba a sí mismo. El bodegón había servido como su nuevo refugio; azul, oscuro y húmedo refugio. Las mascotas son las ratas y la familia una bola de extraños que tienen miedo, más miedo que tú, por eso mismo te toca salir, hoy es día de rutina y a Karov le toca una de esas misiones más comunes; debido a su novedad dentro de la comunidad está en el momento de ir ganando la confianza del grupo.
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EYELID
Ciencia Ficción"Por cada pesadilla un mundo que no comprendemos hay, por cada sueño una búsqueda por dicha realidad. En ambos casos no sabíamos nada ¿Cómo conocer el mundo a la perfección?". Estás son las palabras que amenizan uno de los últimos exterminios permi...