- Jorge/Inti
Yo nací y crecí en el lado fuego del planeta Ípsilon Andrómeda B. No conocía el agua, le temía, como ocurre con todo lo desconocido.
Soy energía que cura. Y así llegué a mi huesped, sanándolo de una herida mortal. Con Ramiro Ponce, mi huesped, tenemos un pacto de almas: él me presta su cuerpo durante el tiempo que dure mi misión y yo, al término de la misma, se lo devolveré curado. Porque eso es lo mejor que yo sé hacer: curar. Nunca imaginé que al llegar a la tierra me iba a enfermar.
Él es Michael. Mi misión es curarle una herida tan pero tan profunda que ya no se ve. ¿Cómo sanar a quien no quiere ser curado? ¿Cómo ayudar a quien teme ser ayudado? ¿Cómo ayudar a alguien que cree que recibir ayuda es signo de debilidad?
A veces, para que algo cambie, hay que accionar. A veces, para construir, primero hay que destruir. A veces, para que nazca un mundo nuevo, hay que terminar con el anterior.
Vinimos a transformarlos a ellos, pero los que empezamos a cambiar fuimos nosotros.
Jamás en toda mi existencia hubiera imaginado que iba a terminar recurriendo a un objeto como este. El malestar por la gripe se me volvió insoportable, entonces acepté la ayuda, aunque esa ayuda fuera una extraña máquina de sol artificial. Fue recién entonces cuando comprendí las palabras Iana. Ellos sólo van a aceptar ayuda cuando realmente la necesiten.
Hasta el castillo más sólido en algún momento se desmorona. Y es ahí, cuando el suelo se resquebraje, cuando el orgulloso príncipe clamará por ayuda. No es el hartazgo lo que lleva a cambiar, es el hartazgo del hartazgo. No es antes, ni después, sino en el momento justo, ahí cuando el agua está llegando al cuello. Recién cuando se pase el efecto de la anestesia y se sienta el dolor enmascarado, recién ahí el enojo será angustia y la angustia será un pedido de ayuda.
No es antes, no es después, será en el momento justo, cuando escapar de la trampa mortal de la soledad sea más seguro que quedarse en ella.
Ni antes, ni después, sino en el preciso instante en el que el mundo se te viene encima es cuando te animas a pedir ayuda. No se puede tirar un salvavidas a quien no sabe que se está ahogando.
Ni antes, ni después, en el preciso instante en el que lo necesitas.
¿Cuánto es demasiada soledad para querer salir del aislamiento? ¿Cuándo es demasiado maltrato como para querer terminal con él? ¿Cuánto es demasiado abuso como para ponerle un límite? Entonces, finalmente, cuando los humanos tienen una necesidad profunda, extienden la mano y piden ayuda. Y llega el día en que hasta el más orgulloso pide ayuda.
Cuando el diluvio no cesa y el agua lo tapa todo, recién ahí los humanos clavan por un lugar en el arca.
Vinimos a este mundo a ayudar, pero para eso primero debimos comprender el concepto de ayuda. ¿Qué es ayudar? Ayudar no es darle al otro lo que uno cree que necesita, sino descubrir qué es lo que el otro realmente necesita. Ayudar es ser ese arca que salva al otro del naufragio. Ayudar es ser ese lugar donde poder preservar lo mejor de la especie.
Ayudar es dar eso que el otro necesita, aunque el otro no sepa que lo necesita.