v e i n t i d ó s

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Lo que sucedió a continuación, no creo que tú te lo esperes. Ni siquiera los protagonistas de esta historia lo hacían. Sólo sigue leyendo, y entenderás a qué me refiero.

Los nervios de Nathaniel aumentaban por segundo, según escuchaba los pasos de su madre acercándose. Castiel sujetó aún más fuerte su mano, si eso era posible. El rubio intentaba mantenerse serio, mientras que el pelirrojo intentaba transmitirle seguridad.

Entonces, fue cuando una señora rubia de ojos color esmeralda apareció al lado de su marido.

Primero, miró a Nathaniel.
Después, a Castiel.
Y, por último, a sus manos entrelazadas con fuerza.

Lo único que dijo fue un '¿dónde estuviste?', que por primera vez sonó a preocupación y no a regaño.

El rubio no se atrevió a decir nada. Castiel, en cambio, sí.

—Estuvo conmigo, señora. —Habló, seco, frío, serio.
La madre de Nathaniel lo miró, con una leve sonrisa de lado.

Su marido la miró interrogativa.

—¿Qué, cariño? ¿No le vas a decir nada? —Preguntó, seriamente, prácticamente amenazándola con la mirada.

—¿Por qué tendría que decir algo? —Respondió ella, mirándolo fijamente, dándole a saber que no se sentía intimidada.

—¿ERES INÚTIL? ¿TU HIJO ES MARICÓN Y NO LE DICES NA- —Y, antes de poder terminar de hablar, recibió una bofetada de parte de su propia mujer.

—Primero, me vuelves a hablar así y te vas de la puta casa. Segundo, me da jodidamente igual lo que sea y lo que no. Lo único que quería saber era dónde estuvo. —Al terminar de hablar, el golpe fue devuelto. Un puñetazo. En el abdomen.

La mujer soltó un grito ahogado, maldiciendo por lo bajo.

Justo ahí fue cuando Nathaniel soltó la mano del pelirrojo y se dirigió al hombre al que alguna vez llamó "padre", con paso firme.

Lo miró a los ojos con rabia, odio, desprecio, y su puño impactó directamente en el labio del hombre.

—Inútil eres tú. No sirves para nada, más que para joderle la puta existencia a cualquiera. Eres despreciable. —Y otro puñetazo aterrizó en su cara, concretamente, en el ojo izquierdo. El hombre lo miró con una sonrisa sarcástica.

—¿Ahora quién es el que maltrata a quién? —Murmuró, y justo cuando le iba a dar la paliza de su vida, Castiel se puso delante de Nathaniel. Recibiendo él los golpes.

—Castiel, Dios, quita —Exclamó Nathaniel, intentando empujarlo. Pero fue imposible. Castiel no movería hasta acabar con aquel hombre —CASTIEL.

La madre de Nathaniel sólo miraba, con miedo, pasándose la mano por su adolorido abdomen.

Por la puerta de la casa entró otro sujeto, muy conocido por todos los presentes. Una chica también rubia de ojos color esmeralda. Miró a cada una de las personas, sin poder pronunciar palabra alguna.

—¡Amber! —Gritó su madre, llamando así su atención. La menor, al ver la mano de su madre en el abdomen, abrió los ojos como platos y corrió hacia ella.

—¡¿Qué pasó?! —Preguntó, exaltada.

Castiel y el hombre se desafiaban con la mirada. El labio del pelirrojo sangraba, y su pecho dolía. Nathaniel lo abrazaba desde atrás, intentando calmarlo. No quería que su novio terminara aún más herido por su culpa.

Pero decidió soltarlo. Cogió su móvil y llamó a la policía.

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⏰ Última actualización: Jun 22, 2017 ⏰

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