P r ó l o g o

721 21 16
                                    


PRÓLOGO

En ese mismísimo instante, en aquellos lacónicos segundos en los que dos destinos se volvieron a encontrar, millones de partículas parecieron emerger de las profundidades del abandono, de la desesperanza fallida del sentimiento más voraz.

Sus ojos se encontraron. Sus almas se desnudaron, una vez más, y sí se podía. No todo siempre era carnal, para ellos siempre fue más allá, y se desnudaron, más allá del sentido que conllevaba esa palabra.

La chica jadeó y, se sintió una adolescente, una vez más. Él tuvo la misma reacción, esos cautivantes e hipnóticos ojos se ampliaron con ligereza. La sala enmudeció, y en ellos como siempre sucedía, estaban siendo reacios a lo que no fuera salvo ellos, lo demás no existía, presenciaban algo cósmico, muy fuerte.

—Eres tú...—susurró él, había temido hablar, temía que huyera... como lo había hecho hace años, pero no la culpaba.

Ninguno tuvo la culpa. No se podía culpar a nadie por amar. Nunca. El amor es constancia, fortaleza, un sentimiento netamente capaz de superar barreras... pasados.

El labio de la chica tembló.

¿Después de tanto el destino se encargó de juntarnos? Pensó vagamente ella.

¿Pero sería ese mismo destino el que se encargaría de separarlos?

¿De nuevo?

Siempre fuiste mi ángel © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora