Prólogo

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Un aullido rasgó la noche y, como un agónico lamento, se elevó hacia la Luna llena que presidía el cielo estrellado. Un aullido estremecedor, que parecía cargado de tristeza, miedo, dolor y odio.

El extranjero se detuvo al oírlo y lo escucho con atención, como si pudiera comprender su mensaje. Había sonado muy cerca, pero esto no pareció importarle. Cuando la voz de la criatura se extinguió, el hombre sonrio levemente y, alzando el farol en alto, se desvió de su camino para acudir a su encuentro.
Sabía que era intruso en aquella tierra salvaje, pero había atravesado las montañas sin prestar atención a la advertencias que traían los aullidos de los lobos. Aquel, sin embargo, era diferente, y el extranjero lo sabía. Y, aunque el tenebroso lamento no volvió a repetirse, esto tampoco pareció importarle.
Intuía la presencia de la criatura acechando en la penumbra, pero nada en su actitud demostraba que lo hubiese detectado. Y cuando, finalmente, el lobo saltó sobre él con un gruñido de triunfo y los ojos ardiendo como carbones encendidos, el extranjero reaccionó con calma, rapidez y precisión, alzando las manos y pronunciando unas palabras en un lenguaje arcano, vedado a la mayoría de los mortales.
Hubo un fogonazo de luz y un gañidode dolor, y el enorme lobo se vio lanzado hacia atrás y cayó al suelo. Aún trató de incorporarse y plantó cara al hombre, gruñendo amenazadoramente. Perola descarga se repitió, y el lobo aullo de dolor y se derrumbó en el suelo, inconsciente.
El extranjero permaneció quieto durante unos instantes, observando a la criatura con una mezcla de curiosidad y fascinación. Cuando, por fin, se aproximó unos pasos, la temblorosa luz del farol no iluminó el cuerpo de una bestia, sino el de un erizo esbelto, de enmarañado cabello de color negro y de unas puntas rojas. Yacía boca abajo sobre la hierba, desnudo, pero el desconocido pudo ver su rostro. Asintió, como si lo hubiera esperado, pero fruncio el ceño al apreciar que la figura no era humana: los rasgos de su semblante eran demasiado delicados, sus ojos eran grandes y de un color rojizo. A pesar de su aspecto salvaje y desaliñado, no lucía ni sombra de barba.
El extranjero se quitó la capa y cubrió con ella el cuerpo desnudo del erizo.
Después, se sentó a esperar.

Cuando el erizo abrió los ojos, una alegre y cálida hoguera crepitaba junto a él. Reaccionó deprisa; se puso en cuclillas y lanzó una hosca mirada a su acompañante, que le contemplaba tranquilamente desde las profundidades de la capucha de su túnica gris. El erizo gruñó y se dispuso a saltar sobre él, pero el extranjero señaló el cielo con calma. El otro miró en la dirección indicada y sólo vio la Luna llena, Blanca, redondeada, perfecta. Instintivamente, gimio y se cubrió el rostro con los brazos, tratando de protegerse de su suave resplandor. Sin embargo, se detuvo de pronto y contempló sus brazos sin vello, sus manos que no eran garras, sus dedos, finos y largos. El extranjero sonrio al verlo mirar, incrédulo, la Luna llena y sus propias manos, una y otra vez.
--Verás, el conjuro no durará mucho--Dijo con suavidad, sobresaltando al erizo, que se volvió de forma cautelosa para mirarlo--. No tardarás en volver a ser un lobo, así que espero que tengamos tiempo de mantener....una civilizada charla.
El erizo lo miró largo rato, tratando de comprender lo que estaba sucediendo.
--¿Quien eres?--Pregunto al fin.
-Me has atacado en la oscuridad y te e devuelto tu forma de erizo--replicó el otro secamente-. Creo que me corresponde a mí hacer las preguntas: ¿quién eres tu?
El erizo alzó la cabeza. El fuego reflejaba en su grandes ojos rojizos, que nada tenían de humanos. Aunque no podía ver el rostro del extranjero, sabía que estaba sosteniendo su mirada. Finalmente, bajo de nuevo la cabeza y exhalo un ligero suspiró.
--Me llamo Shadow--dijo: su voz era agradable y melodiosa, pero había en ella cierto tono amenazador y salvaje--. Y soy un licantropo.
-Ya lo había notado--observó el extranjero-. No sabía que los erizos pudierais padecer la licantropia.
--Me has devuelto mi verdadera forma-- replicó Shadow--. ¿Se a roto la maldición?
-Me temo que no. Como te he dicho, se trata de un conjuro de duración limitada. Sólo te protegerá temporalmente de lo efectos de la luna llena. Tres horas, probablemente; aunque para entonces ya estará a punto de amanecer.
--Eres un mago-comprendió el erizo.
El humano asintió.
-Y creo que puedo ayudarte.
En la mirada de Shadow apareció un brillo de desconfianza.
--He conocido a otros magos. Ninguno puedo ayudarme. Además, nadie ofrece nada a cambio de nada.
--En eso tienes razón--admitió el mago-. Tengo una oferta que hacerte, y sospecho que te interesará, pues ambos podemos salir beneficiados. Pero antes nesecito comprobar que realmente eres el tipo de persona que estoy buscando. Ahora fue Shadow quien permaneció en silencio, pero su mirada hosca y suspicaz fue lo bastante elocuente.
--Nesecito saber quién eres, de donde vienes y como has llegado hasta aquí.
El erizo dejó escapar una seca carcajada que sonó casi como un ladrido. El mago sonrio.
--¿O prefieres que deshaga el echizo para que puedas volver a rondar por aquí como un lobo hambriento? No muy lejos, junto al río, hay una hacienda donde viven dos niños sanos y rollizos. ¿Te dirigias hacia allí cuando saltaste sobre mí para devorarme?
Shadow palidecio y se estremeció violentamente.
-Intuyo que prefieres charlar-comentó el mago.
Sin embargo, el erizo no dijo nada.
-Sé por tu mirada que has matado antes, joven erizo-insistió el echizero-. Sangre inocente, ¿verdad? No puedes controlar al lobo las noches de luna llena y te horroriza convertirte en una bestia, pero no tienes valor para poner fin a tu vida. Yo puedo rescatarte de todo esto.
Shadow le disparó una mirada llena de antipatía y se envolvió el la capa; se dio cuenta entonces de que se trataba de la capa del mago, y de que esta era la única prenda que lo cubría. No obstante, eso no pareció importarle.
-Pero estábamos hablando de tu pasado, querido amigo -prosiguió el mago-. Ibas a contarme como has llegado hasta aquí.
--¿Quien quiere saberlo? ¿Un hombre que oculta su rostro?--replicó el erizo, de mal humor.
El mago río con suavidad y se retiró la capucha. Las llamas iluminaron las facciones de un hombre de mediana edad que, sin embargo, parecía consumido prematuramente. Su cabello gris caía a ambos lados de su rostro seco de finos labios, nariz recta y ojos oscuros, alentados por un extraño brillo febril.
--¿Satisfecho....Shadow--Sonrio el mago--.
--El nombre que me pusieron mis padres cuando nací, hace ciento cuarenta y cuatro años. Un lobo aullo en la lejanía, pero ninguno de los dos le presentó atención. Inmerso en los recuerdos del pasado, Shadow el erizo empezó a relatar su historia.

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