Neófito en el romance. (Capítulo único).

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(Créditos de la imagen: Scottissue, Tumblr)

La calidez del sol entrando por su ventana no se comparaba con aquella gentilmente posada sobre su pecho, de la cual tenía pleno conocimiento.

— Sensei... — cada letra pronunciada con una devoción única elevaba su espíritu de tal modo, que creía un día se saldría de su cuerpo. Y por temor a que eso sucediera, por muy melódica y celestial que se escuchara la voz de su discípulo, abría los ojos y le buscaba sin importar los primeros minutos de visión borrosa. Cuando sus ojos consiguieran enfocar en los detalles, quería que esos fueran los del rostro de Genos.

— Hey... — Saitama sonrió con una expresión algo boba si no fuera que para el rubio, todo lo concerniente a su maestro era extraordinario — Buenos días

— Buenos días — respondió con una sonrisa pequeña pero rebosante de dulzura — El desayuno está listo

El lampiño estaba a la mitad de su comida cuando Genos recibió una llamada de parte de la Asociación de héroes para controlar una amenaza cercana a su domicilio.
Se despidió con una sutil reverencia, preguntándole al mayor si acaso había algo en especial que quisiera de almuerzo, así conseguiría los ingredientes de regreso a casa.

— Que te vaya bien

Saitama vio al rubiales alejarse impulsado por sus propulsores hasta perderse de vista, envuelto por los colores otoñales del cielo cuyo sol recién comenzaba a salir.

El muchacho llevaba ya un mes de haber intensificado sus atenciones para con él. El tono de su voz se insertaba en sus oídos dispersando calidez directo al centro de su pecho. La cercanía, los toques suaves que dejaron de ser ocasionales y se conviertieron en cosa de todos los días. La forma en que sus ojos se centraban en él... solo en él, cargados de un sentimiento que estaba seguro... era amor. Estaba convencido y aún así esperaba el momento adecuando para que ambos se sinceraran de una vez.




Su alumno no regresó sino hasta el anochecer.

— Lo siento sensei, el tiempo pasó muy rápido y no fui consciente de él hasta que se puso demasiado obscuro

— No te preocupes, no es nada. ¡Es más, mira! Hice la cena, te va a encantar

Saitama no preguntó nada. Pero le sorprendió que añadido a los escombros, polvo y sangre en su cuerpo, Genos también estuviera impregnado de un aroma que le resultaba demasiado familiar aunque no recordara de dónde. Eso y su expresión alegre y llena de vida no le permitieron dormir por la noche preguntándose qué sucedió.

☆☆☆

Pocos días después, Genos invitó a Saitama a cenar al sitio que él escogiera.

— Sensei, podemos ir a dar un paseo por la ciudad después, si gustas

Habiendo acabado su plato de ramen (antojo que había tenido por una semana entera), el héroe calvo ladeó su rostro y observó al blondo en completo silencio hasta que este, sabiendose observado desde el principio, se volteó para corresponder su mirada.

— ¿A qué se debe esta cena?

Genos tragó lo que tenía en la boca y curveó los labios lentamente.

— Estoy muy feliz de haberle conocido — el chico giró su silla para que así, todo su cuerpo estuviera de frente a sensei — Usted me devolvió las emociones, las ganas de continuar con vida, estoy tan agradecido que sentí que debía hacer algo para compensarle todo lo que me dio

— Tú también has cambiado mi vida desde que llegaste. Soy yo quien te da las gracias

— Sensei... — Genos posó su mano sobre la del mayor y este comenzó a sentir que sus pulsaciones se disparaban hacia el cielo nocturno — No tienes idea de lo importante que eres para mí

Neófito en el romance.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora