Adentrate a tu destino

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A veces no sientes que estamos en un vagón de un tren y que nunca sabes a qué parada se parará, a qué destino nos llevará? Pues lo digo literalmente estoy dentro de un tren en marcha en busca de nuevas aventuras, nuevos destinos y sin tener ningún objetivo en concreto.

Ahora me estareis preguntando:
-¿qué hace una chica tan joven viajando sola en 1898 sin ningún hombre acompañante?

Estoy harta de esta tonterías de que el hombre, el alfa de la casa nos vaya a ayudar o nos ha de salvar de los peligros. Ya toca cambiar los personajes no?

Cierro los ojos, no veo nada, sólo los ruidos de la multitud haciendo desmadre por aquí y por allá. No me dejan relajarme abro los ojos y para matar el tiempo intento  mirar en la maleta de viaje lo que he cogido, no es gran cosa, pero para mí es imprescindible. En la maleta llevo una barra de pan seco, una loncha de queso, una falda y un jersey.

Estoy en el vagón de la gente más pobre, hay todo tipo de ancianos y de niños. Veo el recepcionista que se acercaba a mí me pide el billete y luego con una especie de grapa me agujereó el billete con una forma muy curiosa.  Como ya casi son las dos decido comer media barra de pan, pero un niño de unos siete años me mira con cara de hambre. Lleva la ropa vieja y sucia y por la cara que hace, parece que hace días que no come. Así que me levanto y le doy un pedazo de mi comida.

El niño sin pensarlo se alzó tímidamente y me dio las gracias. Corre hacia un grupo de niños de su edad y repartió el poco pan que le había dado entre sus compañeros. Observé el vagón, veía mucha gente de todo tipo, una mujer embarazada, un grupo de hombres leyendo el diario, un grupo de mujeres que no paraban de susurrar cosas, un hombre que tenía una cámara de fotografía y una libreta, puede que sea un periodista y también vi un hombre bastante grande haciendo la siesta.

Ya ha pasado un buen rato y me estaba aburriendo, a continuación decidí dar una vuelta por el vagón del restaurante. Allí vi, las personas más ricas, tú no lo ves pero se ve mucho la diferencia entre mi vagón que son más empobrecidos que las de este.
De golpe me rugió la barriga, tenía hambre pero no llevaba dinero y no tenía ganas de comerme el otro trozo del pan seco. Hacía tanto buen olor, no lo resistí. Cuando nadie me vio cogí un bollo relleno de chocolate,  hacía una buena pinta. Una mujer bastante grande me vio y no pensó dos veces, gritó, golpeo la mesa diciendo que yo era una ladrona (que en parte era verdad) y el vigilante del tren me hizo pagar por ese robo llevándome  detrás de todo del tren. ¿Todo esto por un miserable, pero delicioso bollo relleeno de chocolatee?

Mientras me llevaba al final del tren pasé por el vagón donde yo antes estaba y sentí un alboroto era un vigilante que hacía fuera del asiento del anciano que antes estaba durmiendo porque se sentara una mujer bastante molesta.

Voy hasta allí y le dije cuatro cosas a la mujer (no es necesario que lo sepas) y le pedí el anciano que si quiere podría sentarse donde yo estaba, él agredecido me dio las gracias.

A continuación el vigilante enfadado me llevó el vagón del final del tren, y se fue.

Estaba todo oscuro, vislumbré que era una sala donde estaban las maletas y un escarabajo,¡¡ que viscoso!!. De golpe oí un ruido, me sobresalté. Era una chica que por mí tendría entre 7-9 años, me acerqué tímidamente y le dije que hacía aquí tan sola, ella me dijo que toda su familia que tenía se murieron en un incendio, ya que estaba sola, decidió irse del pueblo y ir a otro lugar ya que en el pueblo que vivía le hacía recordar aquel incidente. Le dije que lo siento que sería muy duro para ella y el final le hice una media sonrisa y la abracé, ella me recordó a mí pero en miniatura. Un rato después entró la mujer embarazada que estaba en el vagón y me dijo que había perdido el billete y le han obligado a estar aquí. Era tarde y nos dormimos, entre las cuatro de la madrugada sentí que la mujer estaba pariendo, nadie la podía ayudar ya que el guarda nos había cerrado la puerta, tuve miedo pero conseguí ayudarla a parir, al final salió un bebe precioso la llamó como yo, Beatrice, por haberla ayudado.

Al día siguiente nos abrieron la puerta y nos obligaron a bajar. Ya que no quería dejar sola a la chica, que por cierto se llamaba Annie bajó conmigo, ya era una hermana para mí. Pero antes de bajar el periodista nos capturó una foto y me la dio y me dijo con una sonrisa:

-Por una nueva vida.

Cuando por fin salí del tren el sol de la mañana me deslumbró la cara, cerré los ojos, pero al abrir me sorprendí mucho.

Sabéis, ahora que lo pienso, la vida se parece a un viaje en tren. Con sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos casos, y profundas tristezas en otros. ¿Algunos tomarán el tren, para hacer un simple paseo?¿ Otros durante su viaje pasarán por momentos de tristeza? ¿siempre encontraremos quienes estén dispuestos ayudar a los más necesitados? Otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta quien desocupan sus asientos ... El viaje continúa, lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas ... El gran misterio para todos, es que no sabremos en qué estación nos toca bajar. Como tampoco dónde bajarán nuestros compañeros de viaje, ni siquiera el que se sienta a nuestro lado.



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⏰ Última actualización: Jun 24, 2017 ⏰

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