«Seokjin» - Capítulo 2 (2/2)

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Una semana después recibí un correo de Irene: había leído mi blog y le había padecido «g e n i a l», quería reunirse conmigo y ver si estaba interesado en un proyecto editorial. Recuerdo haber leído el mensaje unas siete veces antes de reaccionar.

Qué momento tan gringo, pensé. Con Jimin, mi mejor amigo, siempre que algo combinaba clichés con situaciones surrealistas era catalogado como gringo, porque la vida tiene un poquito de Hollywood (y demasiado de cine independiente francés).

¿Un libro? Ese sin duda era el sueño, era mi respuesta a «¿Dónde te ves en diez años?», era la fantasía favorita entre amigos. Yo tendría un best seller, Jimin sería Ceo de Google, y los dos discutiríamos sobre cual jet usar para sacarnos el antojo de pizza en Roma. Más allá de las bromas, no recuerdo un sueño más antiguo y sincero que el de escribir un libro.

Los recuerdos de lo que pasó después de ese mensaje los llevo en la cabeza como una secuencia de eventos en cámara rápida, como un presentación de slides que lleva como fondo alguna canción indie de letra rara y acordes ingenuos:

Mi mail de respuesta mostrando interés.

Su mail concentrando una fecha de reunión.

El insomnio imbatible de la noche anterior.

El exceso de corrector de ojeras de la mañana siguiente.

La seudocrisis existencial en el taxi por no encontrar el billete para pagar.

La amable recepcionista, el carnet de invitado.

La sala de reuniones.

La conversación sobre mi blog, sus autores favoritos, los míos, el feminismo, las redes sociales, el café delicioso que estaba a una cuadra, el tráfico, las expectativas, mi edad como un impedimento, mi edad como una ventaja.

La posibilidad del libro.

La realidad del libro.

El abrazo final.

La palabra contrato.

La garúa de afuera, el auto estacionado, el cigarro en mi mano derecha que no paraba de temblar, el grito ahogado de saber lo que acababa de suceder pero no poder entenderlo por completo.

El problema con los sueños es que uno se prepara siempre para el primer momento, para el instante en que se materializan, para el abrazo emocionado entre amigos, para la llamada a los padres, para el descorche del champán, pero nunca pensamos en lo que viene después. Nunca pensamos que no nos sentiremos a la altura de nuestro sueño.

Al firmar el contrato con la editorial, me comprometí a entregar el borrador final en tres meses. Sentí que lo que tenía entre manos era demasiado grande como para convertirse en aquello que hiciera con mis horas extra, así que renuncié a mi trabajo en Belle, una multinacional de productos de belleza. No fue una decisión fácil dada la cantidad de tiempo que ya había invertido en esa empresa hasta ese momento. Había hecho mis prácticas profesionales ahí y llevaba dos años como asistente de marketing. Yo tenía un plan, uno que había seguido bastante al pie de la letra, pero que carecía de cualquier brillo al lado de la idea de publicar un libro.

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⏰ Última actualización: Apr 06, 2018 ⏰

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