Capitulo 1

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Una lágrima se derramó sobre mi rostro, aquella amenazaba con caer al desagüe, pero esa gota valía mil recuerdos, mil recuerdos con la persona que más amo.

Mi madre era azafata, una mujer fuerte y segura de sí misma, sus grandes ojos marrones siempre reflejaban tranquilidad y transmitían alegría.Hasta que un día no los volví a ver.Mi madre había fallecido en un vuelo, y la había perdido para siempre.
Levanté la mirada, en el espejo me veía a mí misma, pero también veía su pelo y sus pecas, divisaba los mismos labios y distinguía esa pequeña nariz que las dos compartíamos.
Un golpe me hizo volver a la realidad e inmediatamente me sequé los ojos con la manga de mi chaqueta.

-Señorita, debería de regresar a su asiento, el avión está a punto de aterrizar.- dijo la azafata en un tono neutro.
Me dirigí a mí respectivo asiento y me abroché el cinturón de seguridad.
-¿Emma, estás bien?- preguntó mi padre,
-Si, solo necesitaba beber agua- .

Sabía perfectamente que se notaba que había estado llorando y que solo me lo había preguntado por educación, pero me limité a mirar por la ventanilla.

España parecía un país más árido y seco que Estados Unidos. Cuando bajé del avión una ola de calor me envolvió y no pude evitar quitarme la chaqueta. Mi padre había tenido la idea de venir a vivir a Ibiza, una isla de España, y así alejarnos de todo lo que nos recordaba a mi madre. Habíamos comprado una casa al lado de la playa y dado que era verano, según mi padre, yo tendría tiempo para hacer amigos antes de que el instituto empezara.
Respecto a lo de hacer amigos, prefería estar sola, hacer todo por mi cuenta y no tener que preocuparme por nadie.

Mi padre llamó a un taxi y me dejó la dirección del chalet con las llaves. Me subí al taxi y en cuanto llegamos me dí cuenta de que no tenía dinero. No me asusté, el conductor no tenía pinta de poder correr muy rápido así que hice lo que mejor se me daba, meterme en problemas. Abrí la puerta bruscamente y empecé a correr lo más rápido posible hasta que una valla cortaba la calle, escalé y salté hacia el otro lado. El taxi ya no me seguía, pero decidí adentrarme más, ví una casa grande y me alegré de que no haber entrado en una propiedad privada, ese era mi nuevo hogar.
Me senté en la terraza y encendí mi cigarrillo, me quedé mirando la caja.

Black devilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora