PRÓLOGO

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-¿Crees que algún día pueda cumplir mi sueño?- me pregunta Vilo. Ambas estamos en el jardín trasero, observando el atardecer. Como los bellos colores del naranja, amarillo, rojo e incluso un poco de rosa se unen creando algo más que maravilloso.

-¿Cuál de todos tus sueños? ¿Será el de volar, el de ser una ardilla o ya sé, es aquel de querer vivir en una casa de chocolate?- me burlo. Violeta tiene demasiada imaginación, y que tenga 12 años no es escusa.

-No, y no te burles de mis sueños que cuando sea un hermosa y tierna ardilla te haré la vida imposible- me amenaza- me refiero a mí más grande sueño. El de viajar por el mundo, conocer más allá. Viajar - susurra.

Ahí está otra vez, su mirada llena de ilusión, la tiene cada vez que habla de este tema.

-Ah, sabes que eso, por ahora, no sera posible - No quiero arruinar su idea de que en el mundo todas las personas son buenas, no quiero decirle que hay más peligros de los que ella se imagina. Y yo una vez fuí uno de ellos, un peligro para la sociedad - porque una persona tan chica como voz se puede perder.

- Que todavía no pase el un metro ciencuenta de tamaño no significa que soy chica - dice enfurecida - sólo es... que mi cuerpo se toma su tiempo para crecer - me río, con sus cachetes regordetes rojos de ira se parecía mucho a una ardilla- ya verás, que incluso, seré mas alta que tú.

-Ya veremos - sonrío.

- ¿Crees que algún día Lydia me deje viajar por el mundo?- pregunta.

Lydia era para todas nosotras como una segunda madre. Literalmente nos había adoptado a todas, por lo cuál debiamos pedirle permiso para muchas cosas.

- Algún día la convenceras, pero ese día no es hoy ya que hoy debemos ayudarla a hacer tartas- me paro oyendo los pasos de Violeta detrás mío.

-Lose, ¿Tú alguna vez tuviste un sueño casi imposible?- pregunta.

Todavía lo tengo- me dije a mi misma.

- Sí.-respondo.

-¿Y lo cumpliste?- insiste.

-No, no creo que se pueda cumplir- ni en un millón de años.

- Si no puedes cumplir el tuyo... - la miro sospechosamente, trama algo - ...cumple el mío-pide poniendo ojitos de cachorro abandonado.

Ante esos ojos era difícil negarse.

-Por favor - dijo ante mi silencio- a ti Lydia no te detendrá, ve por el mundo y traeme algo de cada lugar que visites, me mandaras cartas relantando los lugares que veas. Será como si yo misma estuviera ahí. Por favor- suplica.

-Violeta, sabes que eso... -no sé como decirle que no.

- Le dirás que vas a... a... a... a promocionar nuestras mermeladas - dice

¿Qué?

-Vilo... -Trato de hacerle comprender.

-Por favor, por favor - me ruega.

Y otra vez sus ojitos de cachorro. Miro al frente, topandome con una puerta en mi delante. Con toda la plática no me fije en que habíamos entrado en la casa y estabamos fuera de la cocina. Abro la puerta.

A mis oídos llegan unos sonidos parecidos a gemidos de placer, y veo que son exactamente eso. Lydia esta sobre la mesa de la cocina besando a un desconocido como si no hubiera mañana. Eugh. Puedo hasta escuchar el chocar de sus labios.

La puerta produjo un rechinido al abrirla, alertando a la experimentada pareja de mi interrupción en su intimidad. Se separan rapidamenta, Lydia arregla su ropa a la vez que se baja de la mesa. Y el desconocido voltea en mi dirección revelando unos encantadores ojos verdes, unos que conozco muy bien. El pánico me invade, está aquí. Aquí está la persona de la que me he escondido los ultimos dos años. Y si estaba besando con mi hermana de otra madre a la cuál por razones que no pienso aceptar me dan ganas de tirarle una tarta, una llena de moho.

Sus ojos que ahora me parecen de un verde repugnante me observan empezando a reconocer mi rostro. Poco a poco empieza a sonreír.

Mientras que yo empiezo a correr alejandome de ellos, de la cocina, y en un rato de la casa.

La idea de irme por el mundo a vender mermeladas ya no se me hace ni fantasiosa ni imposible. En realidad, se me antoja cumplirla.

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