Rescatado y perdido

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De pronto, apareció un barco pesquero, el cual me recoge y me ofrece llevarme a tierra. Me subí al barco, y los dos asiáticos que al parecer lo conducían, fueron los encargados de ayudarme. Uno, el más viejo, se llamaba Tao, y el otro, el hijo, se llamaba Río Chan.

Mientras volvíamos a tierra, ellos me contaron sobre sus asombrosas aventuras en el mar. Eran unos sujetos realmente asombrosos, y al parecer muy audaces.

Al llegar a tierra, ellos saludaron a un par de personas, y luego me guiaron a su cabaña. Era pequeña, acogedora, y humilde. De una de las habitaciones sale una simpática chica, la cual supuse, era hija de Río Chan, y al parecer estaba en lo correcto.

Me quede aproximadamente un mes viviendo con ellos, terminé encariñándome con cada uno. Según me contaron, la mamá de Katty había muerto en un accidente con el bote, así que desde ese día, viven solo los tres.

Un día, el señor Tao decidió enseñarme a construir botes. Estuvimos más de tres horas trabajando, pero el agotamiento fue inevitable, y decidimos continuar al día siguiente.

Al amanecer, como a las 6 de la mañana aproximadamente, el señor Tao me despertó y continuamos con el bote. La madera que usábamos era suave y bonita, como si alguna vez hubiera sido parte de un hermoso árbol.

Al terminar el bote, lo primero que hicimos fue probar si resistía el hundirse. Yo sujeté uno de los lados del bote, y del otro se encargó el señor Tao. Como era de esperar, el bote pasó la prueba, y lo siguiente fue usarlo para la única función útil que, según Tao, tiene un bote, la pesca. El señor Tao me pasó uno de sus remos hechos a mano, y él ocupo otro.

Después de unos minutos en pleno mar, me mira y dice -Recuerda chiquillo, siempre se tiene que remar hacia adelante, sin importar la cantidad de olas que vengan, solo concéntrate en llegar a tu destino. El pez-. Yo obviamente lo tomé como una metáfora, suponiendo que de eso se trataba. Después de eso, el bote partió rumbo al pez.

Estuvimos más de dos horas, con una paciencia impresionante, esperando que un pez apareciera. De pronto, un pequeño animal se acerca al bote, y tratando de agarrarlo, hago un mal movimiento, y el bote se da vuelta. Como mencioné anteriormente, soy un excelente nadador, y justamente por eso, logré salir ileso del agua. Por otra parte, el bote había caído fuertemente sobre el señor Tao, y este terminó por ahogarse. Nunca me había sentido tan culpable.

Me demoré un buen rato en volver, pero lo logré. En la playa me esperaba Río Chan con una cara de preocupación. Me bajé del bote, e inmediatamente le conté todo. Al terminar de narrar lo sucedido, el me miró, y dijo con los ojos entre lágrimas, -estúpido, eso es lo que eres-. Traté de hacerle entender que fue un accidente, pero solo emporé las cosas, y comenzó a lanzarme piedras. Una de las piedras me dio fuertemente en el brazo, y justo cuando eso ocurrió, Katty llegó y comenzó a gritar. Río Chan levantó la piedra más grande que encontró y la sostuvo sobre su cabeza para posteriormente lanzármela. En eso, su hija llega y sin pensarlo dos veces, lo golpea en la pierna, y la piedra cae sobre su cabeza dejándolo inconsciente. Sin pensar en la presencia de la pequeña, arrastré su cuerpo al mar, y deje que una ola se lo llevara.

Le dije a Katty que entrará a casa, y me quedé pensado que hacer, mientras veía llegar al atardecer. Quedarme allí, en medio de la nada, no me pareció correcto, pero tampoco sabía en cuantos kilómetros se encontraba la ciudad más cercana.

Al entrar al comedor, me fijé en un brillante objeto que relucía desde una de las sillas. Al mirarlo detenidamente me doy cuenta de que era una placa de la CIA. No sabía que pensar, mi corazón latía fuertemente, así que llamé a Katty y le pregunté si reconocía eso. Me miro unos segundos, y respondió, -Mi papá y mi abuelo las traían en sus uniformes, pero ya no la usan-. La miré y me di cuenta de lo obvio, esta pequeña niña de 9 años iba a serme de gran ayuda en lo que resta del caso.

Descaradamente, saque toda la comida del refrigerador, y la metí en un bolso que encontré. -Y tú, ¿te quedas o vienes?- le pregunté a la niña. -Voy- respondió con su suave voz. Le entregué una de las botellas de agua que encontré en el refrigerador, se la pasé, y partimos rumbo a la ciudad.

En el camino aproveché de preguntarle a Katty sobre su abuelo y su padre, cosas que ella hubiera visto, y me respondía cosas sumamente interesantes. Me contó que su padre y su abuelo no eran pescadores de profesión, sino más bien eran "gente secreta". Junto a eso, también me narró el día en el que, escondida, logro ver a su abuelo portar un arma de fuego.

Pasó un día completo hasta que logramos llegar a nuestro destino, la ciudad de Tokio.

Grandes edificio aparecían frente a nosotros, desde lo alto del cielo pude notar como sus monumentales alturas rozaban las nubes, hasta el punto de desaparecer en su propio límite terrenal.

Las calles, amplias y obstruidas se abalanzaban contra nosotros desde el primer paso que dimos hacia el interior.

Irrealizables gestos asiáticos me recordaban a mi pequeña acompañante, quien por cierto estaba igual de sorprendida que yo con la inmensidad de la ciudad.

Florent: Conocías la capital de tu país niña?

Katty: Jamás había visto casas tan grandes como esta.

Me respondió aturdida mientras apuntaba a un enorme edificio.

Caminamos durante horas, hasta llegar sucios y cansados a un local de comida que no parecía muy costoso. Todo el dinero que traíamos a cuestas había sido pertenencia del padre y abuelo de Katty, efectivo encontrado dentro de su propia casa.

Nos sentamos, y esperamos a que alguien nos atendiera. Mientras, Katty introdujo su mano en su bolsillo y sacó un papel con letras japonesas que no logré entender.

El tiempo que estuve en su morada me sirvió para aprender su idioma. Pero el caso aún no estaba resuelto.

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⏰ Última actualización: Jun 26, 2017 ⏰

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