Solo contra el mundo

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Una semana después, mientras dormía, mi tío falleció. Aún lo extraño, pero como él decía, "hay que seguir adelante". Con lo sucedido, yo juré que algún día resolvería el famoso caso Kennedy, para conseguir lo que mi querido tío anhelaba, reconocimiento, e inmortalización.

Tras la muerte de mi tutor, lo único que me quedó por hacer fue esperar hasta los 18 años, para así poder obtener mi licencia de conducir. Quería partir hasta el fin del mundo. Supuse que no encontraría la verdad del caso Kennedy con 15 años, así que esperar a tener mayoría de edad fue crucial.

Un día, me miré al espejo e inmediatamente reconocí mi necesidad de seguir adelante con el legado de mi tío. Así que, fui al banco de Brest, y saque la suficiente cantidad de dinero como para poder comprar un pasaje a la capital del mundo. Es importante mencionar, que en el tiempo transcurrido, viví con mi otro tío, quien no tiene cabida en esta historia.

Una rápida decisión, y el taxi ya estaba esperándome frente a mi puerta para llevarme al aeropuerto. Me percaté de las extrañas características faciales del conductor, no sabía el porqué, pero me llamó mucho la atención.

El avión era cómodo y grande. Entre los pasajeros se encontraba el cardenal alemán Karl Lehmann. Me acerqué a él y le pregunté descaradamente, -hola señor Lehmann, perdone la curiosidad pero, ¿Qué hace en un vuelo a Estados Unidos?- Fue una incertidumbre tan espontanea que no tuve tiempo de procesar lo desubicado que se escuchó eso. -Disculpe, pero este vuelo se dirige a Italia, ¿Se encuentra bien?- me preguntó, a lo que yo le respondí afirmativamente, y quede atónito. Me dirigí a la azafata y me contestó exactamente lo mismo.

Los problemas recién comenzaban. Al llegar a Italia, no sabía si aprovechar la situación o dirigirme a alguien que pudiese brindarme ayuda. Finalmente tomé una decisión, y fui a reclamar lo sucedido.

-Buenos días, mi nombre es Florent, soy de Francia, y me vendieron un pasaje erróneamente, no debería estar aquí- le dije al encargado. -Disculpe, pero necesito el nombre del agente de viajes que le vendió el pasaje, si fuera tan amable- me respondió sin mirarme. Le respondí "Dominique" y con una insatisfactoria cara me dio la noticia. Ese personaje no aparecía en las bases de datos de la aerolínea. En ese momento lo supe, alguien quería impedir mi llegada a América.

Lo único que se me ocurrió que podría hacer, fue comprar un pasaje a Estados Unidos, ya que los encargados no iban a resolver mi problema sin antes morir en manos de algún terrorista.

Mientras compraba el pasaje, en los parlantes se anunciaba la renuncia del papa Ratzinger.

Me subí al avión, y esperé el despegue más alerta que nunca.

Al llegar a suelo norteamericano sentí el mayor alivio desde hace mucho tiempo.

Al llegar al hotel, me percaté de que dos sujetos me estuvieron siguiendo desde el aeropuerto.

Entré a mi habitación, y pude notar que el hotel no era tan deficiente como decían. Las ventanas daban a una bonita vista, la cama no estaba nada mal para el precio del lugar, lo único que realmente me preocupaba en ese momento, era mi seguridad.

Dos desconcertantes golpes llegan a mi puerta. Pregunto quién es, y nadie responde. La escases de palabras me empezaban a poner nervioso. Abrí la puerta y me encontré con lo peor, un sujeto sin vida yacía frente a ella

Tras lo ocurrido supuse que mi tiempo se agotaba, lo único que se me ocurrió por hacer fue investigar con todo lo que tuviera a mi alcance sobre el caso que me convocaba, la muerte de Kennedy. Libros, notas, textos, ensayos, leí todo lo que pude de lo heredado por mi tío, pero no encontré nada útil.

Salí del hotel y me dirigí a la Casa blanca, lugar en la creí, podría encontrar respuestas. Obviamente no me dejaron ingresar.

Supuse que lo mejor sería ir poco a poco en la misión.

Mientras observaba la Casa blanca desde lo lejos, logro notar como le permiten entrar a un periodista con credencial. Al ver esto, se me ocurrió la brillante idea basada en lo lógico, hacerme pasar por uno de ellos, y aclarar las cosas "desde adentro".

Lo primero que hice fue ir a comprar una cámara en alguna tienda. La que escogí fue en realidad la primera que vi. Un gran cartel se asomaba sobre su puerta, "Saint Camera Willsons". Al entrar al lugar, noté que el vendedor tenía rasgos conocidos. Era muy parecido al taxista que me trajo desde el aeropuerto al hotel.

Sin fijarme mucho en lo anterior, le pregunté si tenía cámaras profesionales. Su respuesta fue afirmativa, y dio media vuelta en dirección a su bodega.

De pronto, mientras esperaba, siento algo frio en mi cráneo, y al darme vuelta, logro ver a un hombre con una pistola apuntándome. Mi grito fue inminente.

De forma muy sorprendente, el hombre dice -Adiós- y se pega un tiro. Justo en ese momento llega el vendedor con un celular en el cual aparentemente se comunicaba con la policía. Mencionó mi nombre, y solicitó que vinieran lo antes posible, ya que había cometido un asesinato.

Sin alcanzar a reaccionar, llegan dos sujetos que decían ser policías, me toman, me meten dentro de un auto, y me llevan en dirección al aeropuerto. Nuevamente, me piden que no hable.

Llegamos por una entrada alternativa, y al bajar me empujan fuertemente, tironeándome el brazo hasta la puerta de un jet, en el cual esperaban dos hombres altos, con lentes oscuros.

Mientras me subían logré escuchar un pedazo de una conversación que mantenían dos de mis secuestradores, en la que uno le decía al otro, que mi destino era Japón, base 224.

Cuando el Jet despegó, sentí un miedo, claramente comprensible, que no me permitía ni siquiera soltar un grito. Al girar mi cabeza, noto que en el asiento de al lado mío se encontraba una placa de la CIA, ya gastada. Mientras me dejaba llevar por mi curiosidad, un sujeto apareció y me desató. -¿Soy libre?- le pregunté, -No- respondió. Le volví a dar un vistazo a la placa, y el hombre me miró furiosamente.

Antes de irse me advirtió que me quedara en mi asiento y que intentará no quitar la vista de la ventanilla que se encontraba junto a mí.

De repente, a lo lejos logré advertir la presencia de un helicóptero, y lo primero que pensé, fue en un rescate, pero al ver cómo nos empezaban a disparar, supe que estaba equivocado.

Al parecer, las balas lanzadas provocaron un daño en el motor, y eso provocó que el Jet se terminará estrellando contra el océano.

Finalmente, y sin dar mucho detalle sobre nuestra caída, los sujetos se ahogaron, sin embargo, yo soy nadador profesional en Brest, lo que me permitió seguir con vida.


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El extraño caso del presidente KennedyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora