4 La aldea

76 0 0
                                    

En nuestra tradición, en el séptimo día de vida de un niño celebramos el woma (que significa «séptimo») y la familia, los amigos y los vecinos vienen a admirar al


bebé. Mis padres no lo celebraron por mí porque no podían permitirse la cabra y elarroz que había que ofrecer a los invitados y miabuelo no estaba dispuesto a

participar porque yo no era un niño. Cuando nacieronmis hermanos yBaba quiso contribuir, mi padre se negó porque no había aportado nada para mí. Pero Baba era mi único abuelo, porque el padre de mimadre había muerto antes de que yo naciera, y nos sentíamos muy unidos. Mis padres dicen que tengo cualidades de los dos

abuelos: el humor y la prudencia del padre de mi madre y la facilidad para hablar del padre de mi padre. Con los años Baba se había convertido en un anciano de

barba blanca y se habíaablandado, y a mí me encantaba visitarle en la aldea.


Cuando me veía me recibía con una canción, pues le seguía preocupando la tristeza asociada a mi nombre y quería hacerlo más alegre: «Malala Maiwand wala da. Pa tool jehan ke da khushala da: Malalaes de Maiwand y es la persona más feliz delmundo».


Siempre íbamos a la aldea por las fiestas de Eid. Nos poníamos nuestra mejor ropa y nosapretujábamosen unminibús decolores brillantes y cadenas chirriantes,


y nos íbamos hacia el norte hasta Barkana, la aldea de nuestra familia en Shangla. Hay dos fiestas de Eid alaño:Eid ul-Fitr o Pequeño Eid, que marca el final del


Ramadán, elmes de ayuno, yEid ul-Azha o Gran Eid, la Fiesta delCordero, que conmemora cuando Abraham estuvo dispuesto a sacrificara su primogénito a Dios.


Las fechas de estas fiestas las anunciaba un grupo de clérigos que esperaban la aparición del cuarto creciente de la luna, y en cuanto lo oíamos por la radio, nos


poníamos en camino.


La nocheanterior los nervios apenas nos dejaban dormir. El viaje duraba unas cinco horas siempre quelacarretera no estuviese bloqueada por desprendimientos


detierra o estuvierainundada, y elminibús salíaa primera hora dela mañana. No sabríamos paso en la abarrotada estación de autobuses de Mingoracon bolsas llenas


de regalos para nuestra familia, velos bordados y cajas de dulces de pistacho y rosas, asícomo medicinas que no podían conseguir en la aldea. Alguna gente llevaba

sacos de azúcar y harina y la mayor parte de los bultos iban sobre el techo delautobús, atados en una enorme pila. Entonces entrábamos nosotros, apretujándonos y

peleando por conseguir los sitios junto a las ventanillas, que estaban tan sucias que apenas se podía ver nada por ellas. Los autobuses de Swat tienen pintadas a los

lados escenas con brillantes flores rosas y amarillas, tigres naranjas como neones y montañas nevadas. Amis hermanos les gustaba cuando cogíamos uno que estaba


decorado con cazas F-16 o misiles nucleares, aunque mi padre decía que si nuestros políticos no se hubieran gastado tanto dinero en construir la bomba atómica, tendríamos suficiente paraescuelas.


Salíamos del mercado, dejábamos atrás los carteles de sonrientes bocas rojas de los dentistas, las carretas llenas de jaulas de madera en las que se apiñaban


gallinas blancas de picos escarlata y ojos saltones, y joyerías con escaparates llenos de brazaletes de oro para las novias. Las últimas tiendas eran chozas de madera


que parecían apoyarse unas en otras, ante las cuales había pilas de llantas arregladas para las malas carreteras que nos esperaban. Entonces salíamos a la carretera principal, construida por el último valí, que discurre paralela al ancho río Swat a nuestra izquierda y, a la derecha, rodea los riscos con sus minas de esmeraldas.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 26, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Yo soy MalalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora