Capítulo 1.

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P.D.V.

Lyndsay:

Otro día, otro idiota a quien soportar. Nuevamente voy camino a la escuela, a esa rutina tan estresante que no queda de otra mas que someterse a ella. Por suerte, no tengo que sufrir de esto sola, la enana de Julietta y la loca de Sayra son mis amigas, compañeras y camaradas de toda la vida... Cada cual con sus respectivas rarezas, pero al fin y al cabo eso es lo que nos hace especiales y nos complementa.

Entre tanto caminar y caminar, pienso que, a lo largo de mi vida, jamás me ha sucedido algo memorable, digno de ser contado, que pueda relatar con total orgullo a mis nietos, algo tan asombrosamente asombroso que los novelistas me prometan cielo, mar y tierra con tal de darles mi historia... Pero por favor, solo soy una adolescente, aún no he vivido nada!

A unas pocas calles vislumbro el establecimiento del terror al que la gente normal llama "escuela", yo prefiero llamarlo "Mansión de animales inmundos con testosterona en su máximo nivel" (por obvias razones) y luego veo a Julietta, entrando a toda velocidad y atropellando a medio mundo para alcanzar a comer algo antes de clases.

Cuando me voy acercando a la entrada, siento una extraña brisa golpear mi rostro, no es la habitual calidez de los vientos serenenses, este es gélido, sombrío, pesado, que causó que me estremeciera de la cabeza a los pies. Hice caso omiso y continué con mi camino, al entrar me encuentro con la misma selva de todos los días: Profesores de toda raza corriendo de aquí para allá con las manos ocupadas llenas de papeles y exámenes destinadas a ser la perdición de los alumnos, niños jugando como pequeñas bestias enjauladas que salen por primera vez a ver la luz del día, muchachas en el segundo piso con la falda del uniforme a mitad del muslo y sabrá Dios si se ponen ropa interior y prospectos de hombres en el primer piso mirando embobados a las chicas... Esperando por si se encuentran con algo interesante (Asco!).

Sin querer, escucho algo que me dan ganas de devolver cada gramo de comida que he almacenado este último mes:

- Hey, Carlos, ¿Viste a Anna hoy? - Escucho como uno de los de segundo año le habla a uno de sus amigos.

- No, ¿Porqué?, ¿Hoy trajo tanga?

- No idiota, parece que le ha llegado la regla y la muy puta ni cuenta se ha dado

Luego ellos rompen en carcajadas, mientras yo hago arcadas (me salió un verso ¡y sin esfuerzo!) y antes de vomitar en pleno pasillo, corro a mi salón de clases, rogando porque al menos esté Sayra ahí.

Por suerte mis plegarias han sido escuchadas, y ahí la encuentro, sentada en su sitio, al final del salón, donde nos sentamos las tres. Me dirijo hacia mi asiento y procedo a dejar las cosas sobre mi mesa

- ¿Pudiste ver a Julie? - Habla tranquilamente Sayra, en comparación a mi y a Julie, ella es la mas "tranquila" o mejor dicho, la menos alterada de las tres.

- Sip, alcancé a verla atropellando a medio mundo mientras entraba coriendo.

Y como si la invocaramos, apareció por la puerta del salon... Hecha un desastre, la pobre venia totalmente despeinada (mas de lo usual), sudada, con el uniforme hecho un asco, jadeando y con una bolsa con lo que parecia era comida

- Hola chicas - A penas si podia respirar, el cansancio por tanto correr le estaba pasando la cuenta -  ¡CASI MUERO! y Matias otra vez me agarró del trasero mientras intentaba comprar... ¡PERO! traje comida suficiente para las tres mientras dure la maldita clase de Historia

- Awww... eres un pequeño amor con patas olorosas - Sayra disfruta haciendo enojar a la pequeña, aun cuando todos sabemos de sus constantes cambios de humor.

- No me fastidies, que no te doy nada!

- Está bien, me callo, todo sea por los pastelitos de chocolate

BangeesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora