Amor en el Infierno [parte única]

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Eren entró apresuradamente en la habitación, pero ya era tarde. La estancia se veía casi completamente sumida en tinieblas, salvo por algunos rayos de Luna Llena que penetraban los cristales casi ocultos por las enormes cortinas de terciopelo rojo, y los tenues resplandores de las llamas de trece velas negras alrededor de una enorme estrella de cinco puntas dibujada en el suelo. Junto a todo esto, el cuerpo de Yuri yacía inerte con las manos llenas de magulladuras enredadas en cadenas de plomo.
-¡Yuri! -gritó, y corrió a su lado-.
Miró sus enormes ojos, completamente blancos cual piel de armiño, y su mirada fantasmal le recorrió la espalda en forma de escalofrío. Retiró con cuidado algunos mechones de cabello del rostro de la joven y la acarició suavemente.
-Yuri, ¿por qué lo hiciste...? -gimió-.
Las lágrimas inundaron su rostro. La tomó entre sus brazos y la estrechó fuertemente contra su pecho. Notó su cuerpo helado, lo que agravó su estado de nerviosismo.
El silencio lo invadió todo. Solo roto por los ocasionales gemidos de dolor de Eren, este oprimía su pecho.
-¿Q-qué puedo hacer? -pensó.-Todo pasó rápido. No tuve tiempo de... Oh, Yuri, me siento tan impotente ahora...Si supieras... Si supieras cómo te he amado, yo... Pero...Pero tal vez pueda salvarte. Sí, aún queda esperanza. Una última posibilidad.
Eren acercó su tez a la de la joven y besó sus labios dulcemente. Aunque la piel de esta se sentía fría como hielo, pudo notar como su boca le ardía.
Colocó de nuevo el cadáver en el suelo y desató las cadenas de sus manos. En la derecha, en un pequeño pedazo de papel medio roto y manchado de sangre podía leerse un pequeño texto escrito en latín con tinta negra. Lo cogió también, y rebuscó en el bolsito de Yuri en busca de su pluma. Reescribió el texto en la parte trasera de la hoja, palabra por palabra.
-Tranquila, Yuri -susurró -. Ya voy a salvarte.
Apagó las velas, y se colocó en el centro de la estrella, con la nota entre las manos y las cadenas enredadas en estas. Tomó la aguja ensangrentada, situada a sus pies.
Cerró entonces los ojos, sólo por un instante. El bello recuerdo de Yuri a su lado inundó sus pensamientos. No estaba seguro de lo que hacía. Ni siquiera sabía a ciencia cierta si aquella locura podría funcionar, pero tenía que intentarlo. Todo esto había llegado demasiado lejos.
Abrió sus ojos de nuevo, y su mente quedó en blanco.
-Yuri... -sollozó, al tiempo que apretaba sus puños de rabia.
Suspiró, intentando tranquilizarse, y susurró lentamente la inscripción de la nota:
-In nomine dei nostre satanas luciferi excelsi. Hoc enim sentite in vobis quod et cuerlo fecisset coram facie tua. Magno lucis veniat ad me. ¡Veniat ad me!
Una por una, las trece velas se prendieron, iluminándolo todo de una luz anaranjada, al tiempo que recitaba la macabra oración, y sintió un viento frío que le heló los huesos.
De pronto, todo se volvió negro. La aguja y la nota resbalaron de sus manos. Sintió como el cuerpo se le congelaba de frío y le costaba respirar.
Pero, en pocos segundos, todo cesó. Poco a poco, comenzó a percibir las figuras a su alrededor. Primero, notó un fuerte olor a azufre, y vio su cuerpo, con las manos encadenadas y su dedo sano de nuevo. Luego, creyó percibir el vaivén del fuego a su alrededor. Todo estaba teñido del negro de la oscuridad. Sólo pudo percibir algunas sombras que, aceleradas, iban y venían, alumbradas únicamente por el resplandor de las tenues llamas.
En ese momento escuchó una voz. Sonaba profunda, pero de algún modo, más suave de lo esperado y un tanto vacilante. Parecía la voz de una adolescente.
-Hola, Eren. Lo sé todo sobre ti. Ella me ha hablado mucho sobre ti. Bella joven, ¿cierto? Linda... no, más bien hermosa. Inteligente, dulce... y, por encima de todo eso, generosa. Tan generosa que entregó su alma para salvar la tuya. Pero, ay pobre infeliz, no soportaste la idea de alejarte de ella y ahora vienes a buscarla. ¿Me equivoco?
Eren no podía hablar. En ese momento le hubiera gustado gritarle cuatro cosas, pero fue incapaz de despegar sus labios.
-Pues -prosiguió -tranquilo. Ella está aquí, a mi lado. ¿Quieres verla?
Las llamas crecieron su tamaño iluminándolo todo completamente. Un joven de cabello largo y oscuro, piel blanca y alas negras se colocó frente a él. A su derecha se encontraba Yuri, o al menos aparentaba su forma, pero esta era casi transparente y con cierto tono azulado.
-¡Yuri! -gritó. Su rostro aparentó confusión por un segundo, pero veloces las lágrimas volvieron a bañar su rostro al ver a su amada en ese estado.
-Acércate -dijo el muchacho mirando a la joven-.
Yuri se acercó a Eren.
-Tranquilo, estoy bien - susurró, y rozó sus mejillas con la punta de sus dedos.
-Os dejaré un segundo a solas, -exclamó el joven -pero antes debes saber las reglas de mis dominios:
Primero, soy soberano de todo y todos los de por aquí, y se me debe tener un cierto respeto, así que nadie me interrumpe cuando hablo, y menos para insultarme en mi propio reino.
Segundo, nadie entra ni sale sin mi permiso. ¿Ves esas cintas negras alrededor de las muñecas de Yuri? Jamás intentes desatarlas. La sujetan a este sitio, y si intentas desatarlas sentirás el dolor más profundo del Universo ahogando tu ser hasta matarte y te quedarás aquí para siempre. Así, que no las toques.
Lo olvidaba. Puedes llamarme Lucifer -exclamó, mientras desaparecía entre la luz del fuego.
Una vez a solas, Yuri lo miró a los ojos.
-Eren, debes irte. Ahora.
-No. He venido a por ti.
-Márchate. No sabes como funciona esto. Nadie sale. -Bajó la mirada. Su expresión se veía melancólica, y su voz temblorosa -.Eren, escúchame, estoy bien. Me sacrifiqué por ti y valió la pena. Te quiero, pero por favor, debes irte.
-No lo haré. Prefiero arder en el mismo Infierno que perderte.
Cerró los ojos y besó los delicados labios de la joven, bien para corresponder su amor, bien para hacer cesar sus plegarias.
-¡Lucifer! -gritó-.
Este reapareció frente a ellos.
-Quiero cambiarme por ella.
Eren bajó la cabeza. El rostro de Yuri se ensombreció. Miró a Lucifer en busca de ayuda, mientras este sonreía. Apelando a sus súplicas miró a Eren y dijo:
-Si te quedas, sufrirás eternamente los castigos más dolorosos conocidos por el hombre. Sentirás el calor más profundo del averno y este abrasará tu piel. Sentirás el peso del desamor, y la mayor melancolía del Universo conocido y desconocido atormentará tu cabeza y rasgará tus entrañas. Serás para siempre mi leal súbdito, mi esclavo, mi prisionero.
-Pero ella se irá -reprochó Eren-.
-Este hechizo es de un solo uso. Si se va, jamás volverás a verla.
-Mas ella será libre.
-Sí.
-En ese caso... acepto.
-Hecho.
"¡No!" gritó Yuri, pero fue inútil. Los lazos de sus muñecas se desataron y se prendieron en las del joven, y su figura se desvaneció.
Las cadenas en las manos de Eren crecieron, y se anclaron al suelo. Todo su cuerpo se paralizó y el miedo se impregnó hasta en la sangre de sus venas. Comenzó a sentir de nuevo la ausencia de oxígeno, hasta el punto de notar como se ahogaba. Todo su cuerpo le empezó a doler intensamente, como si de cientos de puñaladas se tratase.
Seguidamente sintió un calor horrible. Sintió como el fuego hacía arder sus miembros y sus huesos hasta hacerlos cenizas. Sintió millones de agujas penetrando su piel, desde la punta de sus dedos hasta recorrer todo su cuerpo. Sintió las mayores torturas jamás inventadas por el hombre atormentando su cuerpo y mente, todas casi simultáneamente, pero, en verdad, nada de esto parecía tener lugar fuera de él.
Poco a poco, el cuerpo de Eren se desintegraba, lleno de dolores, hasta dejar su alma al descubierto. Frente a él, Lucifer lo miraba, inexpresivo, estático y paciente. Sus muñecas se sentían libres, y la vida la inundaba de nuevo. Y todo acababa con el amargo grito de su joven amado. Esto fue lo último que Yuri pudo percibir en aquel horrible lugar.
Tras esto, se despertó sobresaltada, con la sensación de que todo había sido un mal sueño. Ya había amanecido y los rayos solares lo iluminaban todo. Las velas se habían apagado, y la estrella había desaparecido.
Tendido en el suelo, Eren yacía muerto. Yuri se le acercó y calló de rodillas junto a él.
-Lo siento -sollozó -todo fue mi culpa. Espero que puedas perdonarme. Te amo -susurró -.
Besó sus labios. Estos ardían, pero no le importó. Sólo quería estar cerca de él, sólo un poco más.
Entonces, algo sucedió en su cabeza. Oyó la voz de Lucifer.
-Por tu gran acto de amor -decía -no separaré su alma de ti del todo. Parte de esta se adhirá a la tuya. Así vivirás con la condición de semi-espíritu el resto de tus días, unida al hombre al que amas.
Yuri se sintió inestable por unos segundos y cayó al suelo. Cuando consiguió mantenerse en pié, percibió que su piel se veía translúcida y brillante. Pero no sólo por fuera había cambiado. Podía notar a Eren dentro de ella. Sus sentimientos, sus emociones, sus pensamientos. Todo. El estaba allí, con ella. Al fin y al cabo, no lo había perdido del todo.
Suspiró, y sonrió. Apenas tenía fuerzas. Solo pudo acariciar el rostro de Eren y besarlo por última vez, mientras sus lágrimas resbalaban por sus mejillas y empapaban las del joven. Miró sus ojos, teñidos en el blanco más absoluto, y sintió que este le sonreía.

Bno, esto es todo, espero q les haya gustado ;3 >3<

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