CARTA 5

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Pov JiMin

Cuando la luz se convirtió en una penumbra grisácea, te diste media vuelta para entrar en la casa.

—Sígueme —dijiste.

Paraste en la galería que habíamos atravesado al salir de la casa, junto a una hilera de baterías de tamaño industrial. Estas estaban conectadas a cables que subían en dirección al techo, pasando por varios interruptores. En la estantería que tenías junto a la cabeza había seis lámparas de parafina colocadas en fila. ¿Qué pasaría si tirase una? Me pregunté si el impacto te dejaría sin sentido, cuánto tiempo tendría para escapar. Te agachaste, miraste algo y después accionaste un interruptor.

—Un generador —dijiste señalando las baterías con un gesto de la cabeza—. Con esto tenemos corriente para todo lo qué hay en la cocina y el puñado de luces que hay en la casa.

Pero yo seguía mirando las lámparas. Te diste cuenta, tomaste una y me la pusiste entre las manos. La agarré por el centro abultado y la delgada asa de metal vibró contra el cristal. Empezaste a explicarme cómo funcionaba y cuando te volviste para tomar otra, la levanté, pero me temblaban los brazos demasiado como para darte con ella. Así que me quedé de ese modo, con la lámpara en mano y cara de idiota. En seguida te diste cuenta de lo que pretendía hacer y en un abrir y cerrar de ojos dejaste la segunda lámpara en la estantería y recuperaste la mía.

—No puedes librarte de mí con eso —dijiste, y en la comisura de tus boca se dibujó media sonrisa.

Me la quitaste de las manos, la llenaste de parafina y la encendiste. Después me sacaste de la habitación. Llevando la lámpara por delante, me condujiste hasta aquélla donde había estado durmiendo.

—Este es tú cuarto —dijiste, y te acercaste a la cómoda que estaba cerca de tu puerta—. Aquí encontrarás sabanas limpias.

Abriste el cajón de abajo y me las mostraste.
Entonces abriste los dos siguientes y me enseñaste camisetas de manga corta, de tirantes, pantalones cortos, largos y jerséis. Pasé el dedo por encima de una de las camisetas: era de color beis, muy sencilla, de la talla 36 y parecía nueva.

—Es de tu talla, ¿verdad? —dijiste.

No te pregunté cómo podías saber mi talla, simplemente me quedé mirando la ropa. Todo era de color beis y aburrido; no había marcas, nada remotamente sofisticado. Parecía que lo hubieses comprado todo en un supermercado barato. Me señalaste los dos cajones más pequeños, los de arriba.

—Ropa interior —dijiste, y te echaste hacía atrás.
Pero yo tampoco miré dentro.

—Si lo quieres, también hay más ropa. Está en la otra habitación. Son de color verde.

Entorné los ojos. El verde era mi color favorito, ¿cómo podías saberlo? ¿Acaso lo sabías? Te dirigiste hacia la puerta.

—Ven, te ensañaré el resto de las habitaciones —Cuando viste que no te seguía, diste media vuelta y te acercaste a mi, tanto que te olí el humo del cigarro en la ropa—. JiMin, no te voy a hacer ningún daño —dijiste en voz baja.

Te volviste de nuevo y saliste. En la penumbra oí el gemido de las paredes que se contraían a medida que el calor del día se disipaba. Seguí la luz de la linterna hasta la siguiente habitación. Junto a una de las paredes había un camastro bajo y encima había un revoltijo de mantas. A su lado había una mesita de noche; enfrente, un armario pegado a la pared y, junto a él, un baúl de madera.

—Yo duermo aquí, de momento —dijiste.

Evitaste mirarme y yo pase por alto la manera en que la frase quedaba suspendida, inacabada. (NT: el que entendió, entendió).

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⏰ Última actualización: Oct 27, 2017 ⏰

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CARTAS A MI SECUESTRADOR.            <<YOONMIN>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora