Capítulo 8

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No tuve que esperar mucho, enseguida le vi aparecer.
— Hola.— Dijo dándome dos besos.— ¿Qué pasa?
— ¿Te acuerdas que pasó aquí?
— Si, bueno aquí nos dimos el ultimo beso antes de irme.
— Más que eso, aquí terminó todo, o más bien intentó terminar, porque como puedes notar no pudo, y he querido que nos viéramos aquí porque no hemos podido seguir en otro lugar, y no contemos lo que yo no me acuerdo, porque no pude sentir nada. Quise que pasara en el hospital, y quise que pasara en La Cocina, pero se ve que no era el momento, y es que...
— Olvidemos todo eso, quiero quedarme con lo que causas en mí, paras el tiempo y lo demás me da igual, me haces olvidarme de todo, y te quiero.— Terminó y me plantó un beso suave, nos movíamos despacio y con deseo. Nos separamos con una sonrisa, y sentí una mirada en nosotros, miré a nuestro alrededor, y vi un niño de no más de dos años de pie mirándonos, yo me agaché y le empecé a hablar, pero el niño empezó a llorar.
— Ay Lucas, ¿qué he hecho? Ayúdame, que no para de llorar.
— Haber, tranquila Lu.— Dijo riéndose.— Súbeme al niño el brazo, que no me puedo agachar.— Hice lo que me dijo, y rápidamente con unas palabras y un par de caricias calmó al niño.— Tenemos que buscar a sus padres.
Empezamos a buscar por el parque, a preguntar a gente si lo conocía, pero nada, así que fuimos a comisaría.
Nos hicieron esperar por un buen rato, luego nos dijeron que lo llevarían a un centro de acogida hasta que localizaran a sus padres. A nosotros eso no nos gustó mucho esa idea, así que como Lucas era abogado, arregló todo para que lo tuviéramos nosotros hasta que los encontraran.
Pasamos por un súper y compramos lo necesario, la verdad es que Diego era un niño muy dulce. Luego de comprar, pasamos por casa de Lucas para ver si tenían ropa de cuando eran pequeños.
Al no estar sus padres nos ahorramos muchas preguntas, pero también tuve que buscar más, ya que Lucas no podía hacer mucho esfuerzo.
Cogí un par de bodys y otra ropita para cambiarle, y luego nos fuimos a mi casa.
— Hola, ya hemos llegado.— Dije al entrar, dejamos las cosas en mi habitación y fuimos al salón. Se nos quedaron mirando perplejos.
— Esto... Es...
— Tranquila Andrea, es un niño que se ha perdido, y hemos avisado a la policia y todo, cuando encuentren a sus padres nos llaman.— Aclaró Lucas.
— Ay que mono por dios, ¿como se llama esta monada?
— Diego, o por lo menos a eso responde el niño y eso nos han dicho en comisaría.
— ¿Hacéis la cena?— Preguntó Theo.
— Vale, pero vosotros le cuidáis mientras.
Hicimos unos filetes empanados y un puré para Diego. Nos sentamos en la mesa y senté a Diego en mis piernas para poder darle de comer, pero parece que no le hacía mucha gracia que yo le diera de comer, pues me lo escupía todo encima. Lucas me cogió la cuchara y empezó a darle de cenar él, era tan tierna la imagen, él estaba preparado para ser padre, pero yo por mi experiencia de hoy no. Recogimos todo y nos fuimos al salón a ver la tele, un rato después Diego se quedó dormido en mi pecho.
No más tarde de las diez, Lucas, Diego y yo nos acostamos en la habitación de mis padres con el pequeño en el medio.
Todo esto me hizo pensar, parecíamos una familia, y quería formar una familia, pero también había algo que me hacía dudar. ¿Estaba realmente preparada para ello? Sin saber por qué, se me escaparon algunas lágrimas, me las sequé y me dormí.
Me desperté a media noche por el llanto De Diego, le cambié pero seguía llorando.
— Lucas, ¿qué hago?— Dije cuando se levantó.
— Haber, tranquila, le has cambiado, igual tiene hambre, yo le preparo un biberón.
Cuando lo trajo, nos sentamos en la cama, y cogí Diego en mi pecho mientras se tomaba la leche.
— ¿Crees que sabrá hablar?— Pregunté.
— Seguro, pero igual está asustado, no somos sus padres, ya es extraño que no los llame. Oye Lu, ¿qué te pasa?
— ¿A mi? Nada.
— Anda que no, has llorado, se te notan los chorretones.
— Pff, es que esto se me viene un poco grande, no se que hacer en cada momento, y siempre necesito tu ayuda porque me pierdo.
— Eh mi amor, no pasa nada, no se nace sabiendo, seguro serás la mejor madre de nuestro hijos, y les puedes dar todo el amor que necesitan, eso es lo más importante.
— Te quiero.— Dije dandole un beso.
— Mmm... no sabes cómo me encantaría alargar este momento.
— Lo bueno se hace esperar. Además, no puedes.— Dije refiriéndome a la herida.
Hablamos un poco más hasta que se terminó el biberón, y nos dormimos otra vez.
Me desperté porque había dos personitas que estaban jugando en la cama.
— Buenos días, ¿qué hora es?
— Las nueve.
— ¡Mierda! Solo media hora.
Joder tenía media hora para ducharme, prepararme e irme a trabajar.
Me duché en diez minutos, toma récord personal, me vestí y desayuné. Bueno, me sobraron cinco minutos antes de irme así que me tumbé en la cama.
— Que conste que no se dicen palabrotas delante de niños pequeños.— Replicó Lucas.
— Pues que conste que no es una palabrota, bueno, ahora si me voy.— Me despedí dándoles un beso, pero antes de salir de la habitación, escuché algo que me derritió, y me partió el alma.
— Mama.— Me giré.
— Oh Dieguito, yo no soy tu mamá, pero ya seguro te encuentran.— Le di un último beso y me fui, le dejé llorando, pero aunque me partiese el alma, me tenía que ir a trabajar.

El tiempo ya habló {Lucas Hernández}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora