Capítulo II

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-¿Estas ahí? ¿Mamá?

Ninguna respuesta del otro lado del radio, la última vez que Kathia se pudo comunicar con su madre fue hace dos días y se oía nerviosa.

Levantó más su brazo con el radio en alto volvió a intentar.

- Por favor, por favor ¿Estas ahí, porque voy a ir por ti?

Esperaba que al oír eso milagrosamente su madre respondiera poniendo el grito en el cielo, pero solo obtuvo silencio, ni siquiera un poco de interferencia.

Su radio estaba bien, tenía baterías y en el techo de la cabaña había una recepción, jamás habían estado así de incomunicadas.

Temía que este en peligro y conociéndose jamás se lo diría o le pediría que salga de la cabaña para ayudarla, desde que tenía memoria lo que más odiaba su madre era la idea de que mantuvieran contacto con cualquier ser muerto o vivo.

Aún no lo entendía, después de su accidente ella recordaba que convivieron mucho tiempo en un campamento que su padre encontró. Luego de que el perdiera la vida defendiendo a su grupo, ellas se marcharon y desde entonces, vive confinada en la vieja casa de las montañas.

Se sentía como la niña de un viejo cuento que había en la biblioteca
Encerrada en una torre por su madre, confiando que era por su seguridad. Anhelando poder conocer la vida en el exterior.

Aunque, a diferencia de la protagonista ella detestaba las trenzas, prefería su largo y castaño cabello suelto.
Cuando era mas pequeña su madre la peinaba con una cantidad excesiva de cintas de distintos colores, eso le gustaba, no por el arco iris que tenía en su pelo si no por la enorme sonrisa de satisfacción que se le formaba en el rostro, en ese entonces era el único momento en que tenía una sonrisa pura y no llena de tristeza.

La amaba y sabía por todo lo que tuvo que pasar, las cosas que tuvo que hacer y el esfuerzo que hacía día a día para que las dos pudieran vivir a salvo.

Pero ya no estaba sola, su pequeña niñacreció y era completamente capaz de acompañarla, nunca sería tan fuerte y ágil como ella y mucho menos tener su frivolidad, pero aprendería. Eso facilitaría mucho las cosas y serían capaces de traer más suministros.

No podían seguir aislada en las montañas. ¿De verdad creía que iba a vivir así por siempre? Eso no era vida, Ella podría ayudarla, ayudar a más personas, las cosas serían más fáciles y no sólo sería una inútil carga.
Eso es lo que haría, dejaría de ser una inútil.

Dejaria la comodidad del sillón frente a la chimenea y sus amados libros y saldría al exterior a buscar a su madre en este preciso momento.

Sabía lo que necesitaba, siempre observaba silenciosamente como se preparaba para salir y las cosas que ponía en su mochila.
Agua, comida deshidratada, un mapa, una muda de ropa, una manta térmica y por supuesto armas, muchas armas.

En el sótano de la cabaña había un enorme arsenal al que tenía prohibido el acceso, y por el resto de la cabaña, en lugares estratégicos se encontraban escondidas más pistolas y cuchillos.

No sabia disparar y le aterraba la idea de partirse la muñeca intentando aprender por su cuenta, así que por el momento guardaría la pequeña glock, que estaba detrás del retrete, tendría a mano dos afilados cuchillos, no sería difícil enterrarlos en el cráneo de los devoradores, había escuchado decir que es como apuñalar una calabaza, de un solo golpe y sin girar.

Después de preparar todo. Antes de salir a un posible suicidio se dio un baño. No sabia cuando tiempo pasaría hasta que volviera a disfrutar del agua tibia y el jabón sobre su piel.

Pero secretamente sólo se daba más tiempo, más tiempo para que su madre volviera, más tiempo para tomar valor y creer en si misma, más tiempo para confiar en que no era una frágil niña, más tiempo para confiar que no terminaría muerta.

Ella no estaba muerta de eso estaba segura, lo sentía. Además ella era demasiado astuta y fuerte, prácticamente indestructible.

Cerró el grifo de la ducha y se envolvió con una desgastada toalla, limpiando el vidrio empañado del espejo se observó atentamente recordando las palabras de su padre una vez le dijo. "Cada vez que te sientas insegura de tí misma y tengas miedo... Haz una lista de tus cualidades, apuesto mi vida a que son muchas más de lo que te hace sentir pequeña"

-Eres pequeña y sabes poco, pero también eres rápida, ágil, valiente  y con buenos genes... Vas a aprender a ser fuerte- Con la frente en alto y una sonrisa de valor finalizó- Voy a salir para traer de regreso a mi madre.

Con unas cómodas leggins, una botas livianas, una chaqueta y mochila al hombro, apago el generador y aseguro la cabaña dejandola oculta entre las colinas.

Su madre se había llevado el único vehículo con el que contaban, de igual forma no sabia conducir. Gracias mamá sobre protectora, ahora definitivamente voy a estar en forma. Pensó.

Estaba llena de temor y preocupación pero la adrenalina por su pequeño acto de rebeldía valiente la llevó a acelerar el paso, aumentando la velocidad entre los árboles y sin darse cuenta estaba corriendo entre risas.

Lo que seso cuando a visto a dos delgados devoradores destrozando el estómago de un ciervo, se detuvo abruptamente y sus pies fallaron cayendo de rodillas al suelo. Vio como notaron su presencia y comenzaron a gruñir acercándose torpemente.

Estaba congelada, no esperaba verlos tan pronto, nunca se acercaban tanto al área, pasaron muchos años desde que tuvo a uno tan cerca.

Estaban a centímetros de su rostro, ya estirando sus huesudas y podridas manos para atraparla.

El fétido olor que emanaban la saco de sus pensamientos, era olor a muerte, ella no sería mordida jamás y mucho menos morirá así. No sin terminar lo que se propuso.

Ya estaban abriendo y cerrando sus bocas con hambre cuando pateo con fuerza la cara de uno torciendo su cuello, alejandolo un poco sin embargo el otro se abalanzó sobre ella, rápidamente tomó un cuchillo guardado en su cinturón el intento clavarlo en su cabeza pero era demasiado difícil con una sola mano, ya que con la otra lo detenía de que le arrancará el rostro con los dientes, con un grito de frustración cambio el ángulo y perforó con el cuchillo la parte baja de la mandíbula hasta salir por el labio superior. No lo mató pero cerró su boca, se alejo rápidamente hacia atrás con un arma menos.

Corrió sin parar hasta llegar a un viejo y medio destruido pueblo, en donde sólo se oía como el viento arrastraba las hojas y gruñidos, demasiados gruñidos.

No era tonta, podía con los solitarios, pero en multitud si que eran letales.

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