Capítulo 3: Trabajando.

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JinKi se encontraba plácidamente dormido hasta que sintió el molesto sonido de su despertador que le indicaba el comienzo de un nuevo día, de malas ganas lo apagó y se incorporó sobre su cama, miró su reloj y éste le avisaba que eran las ocho de la madrugada. Sin duda se vendría una larga jornada de trabajo por delante, así que de forma perezosa se levantó y se dirigió al baño para darse una ducha.

Por otro lado dando vueltas en la cama estaba KiBum, quién se encontraba muy cansado debido a las largas jornadas de trabajo que estaba llevando durante toda la semana pero al recordar que era viernes se animó un poco y se decidió a levantarse. Al mirar su despertador que reposaba sobre su velador se sobresaltó, eran las ocho y quince de la madrugada y él aún no se levantaba y lo que era peor, olvidó entregar la camisa que JinKi le había mandado a recoger de la tintorería la tarde anterior. Rápidamente y sin importarle que aún estaba en pijama salió en busca de la dichosa camisa y se encaminó a la habitación de su jefe, tocó la puerta y sin esperar respuesta alguna se adentró y quedó petrificado por lo que presenció: JinKi sólo llevaba una toalla atada a la cintura, dejando a la vista su maravilloso y dorado torso que estaba cubierto por pequeñas gotitas de agua debido a la reciente ducha que había tomado.

— ¿KiBum? —Le llamó el de cabellos acaramelados, mirando con diversión la expresión del menor—.

KiBum no reaccionaba, su mente quedó nula de razonamiento y su mirada quedó clavada en el cuerpo del mayor, jamás había visto a alguien tan destapado por lo que tardó en regresar a la realidad.

—J-JinKi, yo, yo lo lamento mucho... —Se disculpó el castaño luego de varios segundos, sintiendo como sus mejillas ardían por la vergüenza—.

— ¿Te has quedado dormido? —Le preguntó al notarlo desarreglado, ignorando sus disculpas y acercándose hasta quedar enfrente del menor—.

— ¿Eh? B-bueno, sí, de verdad lo siento mucho JinKi. —Se volvió a disculpar KiBum, extendiéndole la camisa a su jefe sin atreverse a mirarle—. Aquí está tu camisa, olvidé dejarla en tu armario ayer.

—Te quedas dormido, irrumpes en mi habitación y olvidas dejar mi camisa donde corresponde, ¿qué haré contigo KiBum? —Dijo JinKi, ocultando su pequeña sonrisa y fingiendo molestia sólo para asustar un poco al menor, ya que, le encantaba ver sus reacciones—.

—JinKi, lo lamento, no volverá a pasar. —Prometió el castaño, haciendo un puchero inconsciente—.

Al ver ese pequeño puchero JinKi sintió una mezcla de ternura y culpa, ternura por la bonita expresión que le dejaba ver el castaño y culpa por haberle asustado de esa manera por lo que rápidamente se retractó de su broma.

—Sólo bromeo KiBum, ahora ve a alistarte porque en poco más de una hora tenemos una reunión, ¿está bien? —Dijo JinKi, dedicándole una sutil sonrisa y tomando la camisa que éste le ofrecía—.

—Está bien JinKi, me vestiré y prepararé el desayuno, ¿deseas algo especial? —Preguntó el menor manteniendo su mirada lejos del cuerpo de su jefe—.

—Tostadas con mantequilla y miel, panqueques y un té, gracias.

—Tostadas con mantequilla y miel, té y panqueques, bien, lo tengo. —Repitió el castaño para no olvidarse del desayuno que deseaba el mayor, saliendo de la habitación a paso acelerado—.

— ¡Bonito pijama KiBum! —Gritó JinKi apenas KiBum abandonó su habitación, sabía que lo había escuchado—.

—Dios, lo olvidé por completo... —Se regañó en voz baja el castaño al oír lo último dicho por su jefe, sintiéndose un completo idiota y corrió a cambiarse de ropa—.

Aprendiendo a amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora