CAPITULO 1

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Era un tiempo muy lejano en la antigua Florencia, una hermosa ciudad de Italia. En ese entonces tener una fortuna considerada se llamaba respeto. Toda persona con alcurnia como solían decir ellos, eran personas respetables, elegantes, delicadas y más que todo honradas.

La Familia Vivaldi era una de las más respetadas. Albert Vivaldi era uno de los jueces más respetados de Florencia, el hizo su fortuna con sus estudios en doctorado judicial y llevando a prisión a los delincuentes más peligrosos de Florencia y dándole un equilibrio de paz a esta misma ciudad, era un hombre proveniente de una familia judicial, que siempre ha estado pendiente de la seguridad y justicia del pueblo. Teresa Vivaldi; hija de una familia adinerada y muy reconocida en la ciudad de Roma, nunca supe como su familia hizo su dinero. Ella era una de las que tenía la última palabra en eventos aristócratas y sociales, muchas imitaban su personalidad y su forma de vestir. Ella era hermosa pero muy prejuiciosa, era respetada y siempre era la invitada de honor, si una mujer de la ciudad no era reconocida y organizaba una fiesta, tenía que invitar a Teresa Vivaldi, si esta aparecía en la fiesta era seguro que la anfitriona de la fiesta ya estaba dentro de la aristocracia.

Por ultimo esta Elizabeth Vivaldi, hija de Albert y de Teresa, una niña muy dulce, ella tiene un resplandor indescriptible, su hermosura hacen que muchos jóvenes de su edad estén interesados, aunque ella no lo este de ellos. Ella heredó la belleza de su madre y la inteligencia de su padre. Ella es atraída por la lectura romántica y aunque aún esté en una joven edad, no para de ser soñadora, aunque con el paso del tiempo esas añoranzas y romanticismo hayan muerto, su belleza e inteligencia persisten para poder vivir tranquila o morir con felicidad. Y si lo que se están preguntan es "¿Eres tu Elizabeth Vivaldi?" pues déjenme decirles pues, que si, así es, yo soy Elizabeth y esta es mi historia. Pero para que todo tenga sentido regresemos al año...

17 de Marzo de 1775

Florencia, Italia

-Tienes que ser fuerte, ¿está bien señora?-decía la partera mientras mi madre sudaba del sobre esfuerzo que ella hacía. -Vamos, puja una vez más -decía mientras mi padre estaba nervioso y ansioso.

-Vamos mi amor, tu puedes -decía hasta que el llanto de un bebé lleno la habitación.

-Es una niña -dijo la partera.

Cualquiera pudiera decir que tener un bebe es una bendición de Dios, que no importa si eres niño o niña, pero eso no es totalmente cierto. Cuando eres reconocido tienes que tener un varoncito para ser más que respetado, pero si es una niña solo es una excusa para tener más hijos hasta que el niño llega.

Sin embargo transcurrieron los años  el señor y la señora Vivaldi no pudieron engendrar más hijos y solo se quedaron con su pequeña hijita a la que nombraron Elizabeth. Sin un varón en la familia que la señora y el señor Vivaldi tomaran aprecio, ellos dejaron de intentar y solo alejarse dejando en el olvido a su pequeña hija de 5 añitos. Elizabeth pasaba todo el día cantando las canciones que su nana le cantaba antes de dormir, jugaba con las delicadas muñecas de trapo, sola en su habitación sin amigas o amigos con quienes jugar. Su formación académica estaba basada en su institutriz María, su única amiga y la única persona con su nana que siempre recordaban  su cumpleaños. Mientras Elizabeth crecía, su amor a la lectura y a las notas musicales de piano o del violín también crecía. Elizabeth a sus 14 años era un prodigio en el piano y violín, y tenía una colección considerable de libros de carácter romántico. Muchas veces ella soñaba en salir de esa prisión llamada casa, sus padres siempre le prohibieron salir sin ningún acompañante, por lo cual solo iba a la modista para las medidas de sus vestidos y regresaba a su palacio como también lo solía llamar cuando soñaba que un príncipe azul la rescataría de su tediosa vida. Sus padres seguían siendo los mismos desde que recuerda. Su padre en la corte y su madre en reuniones muy importantes de la sociedad. Ella siempre estaba sola con María su institutriz o su nana. Ella era considerada muy importante y ya que nunca iba a fiestas en la sociedad muchos decían que era porque se sentía superior, cosa que muchos jóvenes del sexo opuesto admiraban, mientras que las damas la envidiaban ya que ninguna puede parecer tan importante como lo hacía Elizabeth; Mientras que Elizabeth nunca asistía a esas fiestas porque su madre la dejaba encerrada en su habitación con llave, ella en los primeros momentos solo era llanto pero un tiempo después ya estaba más que acostumbrada, prefería pasar su tiempo leyendo, tocando el violín o el piano mientras soñaba su vida perfecta con el amor de su vida como muchos jóvenes lo hacían en sus historias románticas que estaban plasmadas en hojas de papel. Al cabo de dos años más tardes cuando Elizabeth cumplió 16 años llegó una carta a la casa Vivaldi donde le pedían al señor Albert la mano de Elizabeth, la nana al averiguar sobre que trataba la carta decidió quemarla y nunca dar razón de ella al señor Vivaldi ya que ella sabía que a la primera oportunidad de deshacerse de Elizabeth no la desaprovecharía y ella por evitarle más dolor a la joven decidió mejor arriesgar su empleo.

La Viuda NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora