intro.

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Lo único que aquella canción lograba era hacerme olvidar todo. Simplemente deseaba cerrar los ojos y fundirme junto a su ritmo. Recosté mi espalda contra la pared, permitiendo a mis hombros desnudos entrar en contacto con el frío mármol en el que el compás de aquella canción retumbaba. Desde allí parecía escuchar latir al unísono todos los corazones de la gente que, al igual que yo, pasaban la noche de fiesta en la mansión de "V".

Una mano, cálida, agarró de pronto mi muñeca provocando que, inevitablemente, un pequeño grito escapara fuera de mis labios. Al abrir los ojos de nuevo logré distinguir entre la desaliñada melena café de mi mejor amigo, Park Jaehyun, quien tiraba de mí hacia las escaleras de la segunda planta.

—¿Qué te crees que haces? —dije yo, intentando que el castaño escuchara mi voz sobre la multitud, ajena a nuestra conversación. Mis palabras parecieron frenarle y el chico giró de pronto la cabeza, para mi sorpresa, con una sonrisa ladina dibujada en su rostro.

—Vamos a jugar un rato, Sunhee. —susurró él, acercándose a mi oído.

Me quedé helada por unos segundos. Debía haberme vuelto loca, completamente loca. Definitivamente alguien había llenado mi vaso con alguna sustancia alucinógena. Cuando mi cabeza por fin procesó las palabras que acababa de escuchar, no pude resistir romper nuestro silencio con una sonora carcajada. Esto llevó al chico a fruncir el ceño levemente, una mueca que siempre me resultó adorable en el joven, y amplié mi sonrisa ante la frustración de mi amigo.

—Jae. Estás borracho. —afirmé, sosteniendo su cálida mirada. Sabía perfectamente que no había nada que a Park Jaehyun le gustara más que las fiestas, de ahí nuestra firme amistad, pero jamás le había visto actuar de esa manera. Y mucho menos conmigo.

Hice amago de soltarme pero sus dedos se aferraron aún más fuerte a mi brazo.

—Estoy más sobrio que nunca, salida. —argumentó él con una pausa.— Y ahora, si no le importa a la señorita, vamos a pasar la que será la mejor noche de tu vida con Bangtan.

Bang-tan.

Siete jóvenes, entre los que se encontraba Kim Taehyung, "V", anfitrión de millones de fiestas a lo largo del periodo escolar. Siete chicos, los siete más jodidamente atractivos de toda Corea.

—Pensé que Taehyung no quería a nadie en la planta de arriba. —dije al fin, resistiendo. Y no es que no quisiera subir, pero todo en aquellos siete significaba peligro. Mala suerte que mi debilidad era correr riesgo. Aquello era el problema.

—Nosotros no somos nadie. —respondió Jaehyun, clavado su mirada vidriosa en mi vestido.— V y los demás me han pedido personalmente llevarte allí.

—Tsk. Y tú como un gilipollas has accedido. —resoplé yo, haciendo mis ojos rodar.

—Y yo como tu mejor amigo he accedido. —corrigió él.

Aquella propuesta me tentaba, quería subir, pero no debía. "Joder, Sunhee, has venido de fiesta para pasarlo bien, no para admirar como los demás se lo montan," pensé.

Finalmente accedí, asintiendo levemente mientras pegaba un sorbo a mi bebida que no recordaba sostener en mi mano derecha. De nuevo, una sonrisa ladina apareció dibujada en sus labios.

—Nunca me decepcionas, idiota. —finalizó él, guiándome escaleras arriba a lo que parecía la habitación de Taehyung. Le propiné un suave puñetazo en el hombro como respuesta, en esto consistía nuestra amistad a prueba de balas.

Detuvimos nuestros pasos justo delante de una gran puerta de madera. Dentro, a través de ella, se podían escuchar risas.

—¿Su habitación? —pregunté yo, al fin, sosteniendo en pomo dorado entre mis dedos. Vislumbré de reojo como Jaehyun asentía.

Dudé por unos instantes si estaba haciendo lo correcto, si me arrepentiría de lo que pasaría a continuación lejos de la multitud. Abrí la puerta sin tan siquiera llamar, lo que causó que los siete jóvenes que se encontraban recostados en diferentes sofás no se percataran de nuestra presencia. Aquella amplia sala, inundada por risas y diferentes voces masculinas, irradiaba calor.

De pronto, noté la mirada perpleja de Jeon Jungkook sobre mí. Este ya hacía señas con la cabeza a sus amigos para advertirles. Los seis restantes se giraron entonces para mirarnos, pero fue Namjoon el primero en hablar.

—Sunhee. —dijo sonriendo, lo que causó que dos adorables hoyuelos emergieran de sus mejillas. No pude evitar morder mi labio inferior para reprimir una pequeña sonrisa. Vi entonces como su mano daba suaves golpes contra la tela del desgastado sofá para indicar mi sitio.— Ya tardabas. Estábamos preocupados.

—¿Qué toca hoy? —pregunté con sorna, sentándome entre el pelimorado y mi amigo. Noté todos los focos puestos sobre mí. La oscura mirada de Yoongi mientras calaba un cigarrillo seguía fija en mis piernas desnudas y Jungkook no había levantado los ojos de mi cuello desde nuestro primer encuentro.

—Siete minutos en el paraíso. —saltó Hoseok, colocándose al lado de Yoongi.— Lo conoces, ¿verdad?

Y sí, lo conocía demasiado bien. No era la primera vez que jugaba, pero sí con ellos.

—Bien, —continuó Namjoon, posando la mirada sobre nosotros.— Cada uno tendrá asignado un color. Así sacaremos las parejas.

Miré por un momento a Jaehyun. Como amigos, no iba a ocurrir nada entre nosotros. Pero había siete hombre más junto a nosotros en aquella habitación. La adrenalina comenzó a florecer y correr por mi sangre.

—¿Listos? —susurró Taehyung con su profunda voz, mezclando en una gran bolsa las tarjetas de distintos colores que incluían todos nuestros nombres.— La noche no ha hecho más que comenzar.

seven minutes in heaven | bts !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora