Etapa II

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¿Alguna vez te has encontrado en un lugar que no conoces? Pues aquí estoy en la intemperie, descalza, solo con mi ropa de dormir. ¿Qué demonios haría en este lugar?

Recuerdo claramente que estaba en mi departamento, me desperté por uno de esos sueños, y volví a quedarme dormida. Pero ¿Cómo llegue aquí?

Observé al bello cielo estrellado, para pensar.

Cuando abrí los ojos, me encontraba acostada en el pasto, sola, sin nada, sin nadie. Recorrí el lugar con mis ojos, solo hay verdolaga, pasto, y unas insignificantes florecillas, de esas que no tienen nombre alguno.

Vi un poco más lejos unas tumbas, que con el pasar de los años, ya no se le podían distinguir los nombres de a quienes pertenecían. Seguí caminando, ¿Qué hacía yo en un cementerio? Ni siquiera tengo la menor idea.

Suspiré apretando mis nudillos; detestaba verme confundida, me gustaba que las cosas se hicieran como lo deseo. Observé una capilla, apresure mis pasos para allí, seguramente podría encontrar ayuda allí.

Me detuve, tenía que atravesar un jardín de rosas. No quería hacerlo, odiaba a esas flores. Pero era atravesarlo o quedarme a la intemperie, sin saber cómo regresar a casa. Comencé a pasar por el camino, sentía como mis pulmones se impregnaban con ese olor.

Solté un quejido, al sentir como algo se enrollaba por mi tobillo. Grité cuando esa cosa penetro mi piel, me estaba mordiendo y succionándome sangre.

Bajé la mirada, mis ojos se abrieron, al ver que lo que me tenía sujeta era como una enredadera con espinas, su origen venia de las rosas; estas que antes parecían dormidas, brillaban, se estaban alimentando de mi sangre.

Me sentí estremecer.

Rápidamente rompí esa enredadera y salí corriendo hacia la capilla. Cuando abrí las inmensas puertas y estuve dentro, pude respirar con normalidad. Mis manos y piernas temblaban.

Todo era oscuridad, no podía ver nada. Escuché como las puertas se cerraban detrás de mí, comencé a respirar agitadamente, sentí una espiración en mi cuello, amortigüé un grito que amenazaba por salir de mi garganta.

Una riza macabra se pudo oír y corrí; al no ver nada, me tropecé y caí. Me senté rápidamente en el piso recogiendo mis rodillas, lleve mi rostro hacia ellas, cerré mis ojos y con mis manos tape mis oídos, ya que se escuchaban llantos y una riza que me ponía los pelos de punta.

Esos ruidos pronto se detuvieron.

Abrí lentamente los ojos y me encontraba en una esquina de mi habitación. Pero mis pies estaban sucios, en mi tobillo había unas marcas y esa sensación de temor todavía la tenía presente, era un escalofrío que recorría por mi cuerpo.

Me levanté como pude, ya que mis piernas temblaban. Fui al tocador, tenía el labio partido, a lo mejor por el miedo que sentí, me lo mordí demasiado fuerte. Me percaté repentinamente de que el color de mis ojos había cambiado de marrones oscuros a azul claro.

El reloj en la mesa de noche, marcaba las 3:00 am.

DistorsiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora