PREFACIO

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Los momentos más tristes de una persona es perder a un ser querido, y es que en esta vida nadie podrá remplazarlos. Cuando la vida te separa de tu ser querido el recuerdo de sus momentos más felices es la mejor manera de seguir adelante.

En una esquina, al final del gran salón, se encontraba una niña de apenas unos siete años de edad. Peinaba dos trenzas en su peculiar cabellera rojiza, sus ojos eran verdes como los árboles en primavera, su nariz era pequeña, tenía una piel tan limpia y delicada como porcelana, y su rostro lo adornaban unas diminutas pecas que la hacían ver aún más adorable.

Vestía un vestido de color negro, por las rodillas y calzaba unas hermosas bailarinas. Pero en su angelical rostro se podía observar la tristeza, esa niña estaba pasando por una de las perdidas más grandes, que cualquier persona podría pasar; la pérdida de un ser querido, la pérdida de su madre.

Su tristeza era palpable en su rostro, pero de este no salía ni una lagrima; por más que estos deseaban no podían. Su dolor era por dentro y cada vez la desgarraba más, aunque aparentaba lo contrario.

A diferencia de la niña, en la misma sala y unas sillas más adelante, se encontraba un niño de unos nueve años de edad, de estatura mediana, rostro redondo y de apariencia muy guapa. Tenía el cabello largo, un poco más debajo de las orejas y de color castaño claro, poseía ojos de color azul como el cielo, una nariz pequeña, labios finos y color de piel clara.

Llevaba una camisa de color blanca, manga larga, así como un pantalón de color azul oscuro y zapatos negros. El niño que se caracterizaba por tener unas de la más bonita y dulce risa, estaba destrozado, llorando más no poder la pérdida de su héroe, su ejemplo a seguir, a su padre.

Sentía como las lágrimas bajaban por sus mejillas, dejando una estela húmeda en su fría piel, no hacia ni el minino intento en limpiarlas, pues era lo único que salía de él, y muy en el fondo lo agradecía

-Toma, no llores. Te sentirás mejor una vez lo hayas resuelto-delante del niño se encontraba la linda niña de cabellos rojizos, con su mano estendida entregándole un cubo de rubik

El niño escucho una voz suave y tibia, que se adentró en todo su cuerpo, llenándolo con su calidez. Parpadeo con lentitud y lentamente movió su rostro hacia la dirección de la niña.

La falta de respuesta del niño hizo impacientar a la niña, a lo que esta adapto una posición de cuclillas, así su rostro estaba a la misma altura de la del niño. Su mano agarro la del y coloco sobre esta el cubo de rubik, seguida de una sonrisa.

De la boca del niño no salía ni una palabra, y no era que no quería sino que lo único que podía salir de su boca eran sollozos y no había podido articular palabra alguna y sabía que si algo salía de su boca sería un llanto
La niña se colocó de pie y con su mano hizo un saludo de despedida, a la vez que se alejaba de este, mientras que el niño trataba en un intento fallido de darle las gracias.

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⏰ Última actualización: Jul 06, 2017 ⏰

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