Prólogo

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—Atem, pásala —le gritó Yami a su mellizo.

—Bakura, por la derecha —indicó Akefia a su hermano menor, mientras ambos trataban de robarle en balón de soccer al tricolor de piel morena para poder lanzarlo a donde Malik les hacía de portero.

—Les encanta andar de un lado al otro ¿verdad? —Dany. La hermana mayor de los tricolores, regresó al patio de la casa de Ryou y Malik, donde todos se habían reunido esa, inusualmente fresca tarde de verano, con una bandeja que tenía varios vasos de limonada con hielo.

Más atrás de ella el albino mencionado llegaba igual.

—Sí. Tienes razón —contestaron a la vez de forma distraída los mellizos Motou, Yugi y Hikari, quienes miraban de forma atenta a los tricolores que jugaban frente a ellos.

Hikari, a diferencia de su hermano, tenía el cabello corto, ligeramente ondulado, que enmarcaba su rostro y ojos color café, de color negro con puntas moradas.

Dany se río al ver a sus amigos embobados con sus hermanos. La azabache podía ser tan celosa como cualquier hermana mayor, pero los Motou eran sus amigos, los conocía bien y le caían de maravilla, lo suficiente como para aceptarlos a ambos para sus hermanos.

Aunque el pequeño tricolor y la bicolor se sonrojaron cual tomates al tocar el tema.

— ¿Alguien quiere limonada? —ofreció Ryou con una dulce sonrisa.

—Hey chicos —gritó Dany, quien tenía su largo pelo negro atado en una coleta alta —tómense el medio tiempo y vengan a por un vaso antes de que se caliente.

Yami, quien ahora estaba peleándose el balón con Bakura, lo detuvo entre sus pies y lo pateó hacia atrás, para que Malik lo atajara — ¡Está bien, nee-san/Dany-nee! —contestaron a la vez ambos tricolores y Bakura.

Los seis jugadores se aceraron a la bandeja para tomar sus bebidas, jadeando por todo el rato que llevaban jugando.

—Realmente no entiendo a los hombres —suspiró Dany con gracia, sentándose de piernas cruzadas en una silla —para un día que no hace tanto calor y ustedes se ponen a correr como perros locos.

—Precisamente eso tenemos que aprovechar, nee-san —contestó Atem —cuando haga más calor no vamos a querer mover ni un músculo.

—No es nuestra culpa que tú usualmente no muevas un dedo —lo apoyó su mellizo menor, sentándose al lado de Yugi.

La azabache infló las mejillas, enrojecidas de indignación ante las risas de sus hermanos. Akefia advirtió esa forma graciosa en que fruncía la nariz al enfurruñarse —les recordaré eso la próxima vez que les dé una paliza en el Just Dance.

Ahora fue Bakura quien se río de los mellizos oji-vino al molestarse por el comentario de la mayor.

—Creo que juegas muy bien, Yami —le comentó Yugi al chico del que estaba no-tan-secretamente enamorado, para apaciguar un poco la situación.

—Gracias Aibou —le sonrió a su amigo, olvidándose por completo de su hermana y tomando un gran trago de la fría limonada.

Atem se sentó junto a su novia, Hikari, quien también lo distrajo fácilmente antes de que pudiera hacerle otro reclamo a la pelinegra.

Akefia se sentó al lado de Dany mientras Malik iba junto con su primo Ryou y Bakura se quedaba con Marik cerca de su hermano y la azabache, todos a la sombra, disfrutando de la ligera brisa que soplaba de vez en cuando.

Festival de TanabataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora