Tears

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-¿Por qué siempre soy yo quien debe hacer esto?–

Aquella voz irrumpió en el oscuro y tenebroso ambiente, el doctor estaba apenas y levantando algunas piezas del enorme órgano que ahora ocupaba casi todo su laboratorio improvisado. Claro, Black Hat podía hacer aparecer el instrumento más destructivo en un chasquido de dedos, pero de quitarlo, ni hablar, a aquel ser no le interesaba en lo más mínimo el proceso de todo producto.
Tal vez por eso siempre lo presionaba para que terminara sus inventos, estaba bien, era un científico ¡Pero no ESA clase de científico!

No había ido a una universidad del mal o algo por el estilo, era un chico normal, en una universidad normal estudiando una carrera normal de química. ¿De dónde sacar el conocimiento para construir algo tan específico como el dispositivo medusa?
No encontraba la respuesta a tal pregunta, las ideas florecían por si solas y sus manos se movían como si estuviesen poseídas. No había forma de resistirse ni de detenerlo, claro que no lo había intentado tampoco, algunas cosas simplemente hay que dejarlas fluir.

Un ligero suspiro salió por debajo de aquella bolsa de papel, estaba cansado, era increíblemente pesado, las teclas eran casi tan pesadas como una mesa ¿Se estaban burlando de él acaso?
Mirar a su alrededor otra vez fue respuesta suficiente.
Levantó la vista, el hoyo en el techo le permitió ver el cielo nocturno. Era claro, no había nube alguna pero tampoco estrellas, era hermosamente decepcionante.

Que amargado sonaba.

Buscó en el cielo algo que lo hiciera sentir un poco más iluminado, menos miserable, algo que le diese valor a su vida… Qué triste, a los 20 años y ya completamente deprimido, con tendencias suicidas y quien sabe que más corroía su mente desgastada

Es injusto

Claro que lo era ¿Pero que más hacer? Su vida había sido lamentablemente salvada por ese desquiciado. Tenía sus principios, molestos y lamentables principios que sin explicación alguna debía seguir.
Se quitó los lentes, la bolsa también, un par de parpadeos fueron suficientes para que sus cansadas retinas se acostumbraran a la tenue luz. Esa luz, la luz tan suave de la luna que brillaba esplendorosa en el cielo vacío. Tan tranquilo, le hacía sentir una dulce paz…

Entonces… ¿Por qué dolía tanto? Humedad, un líquido extraño se deslizó por su mejilla izquierda, era pesado, viscoso. No era una lágrima.
Llevó una mano hasta aquel hilo que cruzaba lentamente su rostro, el color, tan oscuro, el aroma, putrefacto. Se quitó el guante manchado y lo lanzó al suelo, temía de lo que había tocado, temía el saber el porqué de ese líquido.

Corrió, el desastre no importaba, los regaños eran lo de menos, los golpes que vendrían por su irresponsabilidad ahora mismo eran un pensamiento nulo, algo de lo que no se preocuparía por el momento. Entró a su cuarto, el dolor se intensificaba con cada pequeña lágrima que caía de su ojo, su cuerpo comenzó a temblar, lágrimas comunes recorrían su otra mejilla, estaba atemorizado, tenía tanto miedo.
- ¿Q-Que está pasando? – Sollozó, el espejo frente a él solo confirmó su miedo, o al menos creó más en él. Su ojo izquierdo estaba enrojecido, las lágrimas negras no dejaban de caer, pequeñas gotas de sangre se mezclaban con éstas. Dolía, dolía tanto que sus rodillas lo abandonaron y su cuerpo cayó al suelo.

Llevó ambas manos a la fuente de esas lágrimas, hizo presión, el dolor aumento, alejar las manos no le pareció opción. Presionar dolía, soltarlo dolía, moverse, respirar, llorar, todo era tan doloroso que la única posición que su cuerpo soportó fue la fetal.
Apretó los dientes y cerró su ojo sano con fuerza, no aguantaba, las ganas de arrancarse el ojo comenzaban a llenar su cabeza a tal punto que sus dedos presionaban el parpado buscando deshacerse de éste.
No, sería peor, el sangrado, el dolor, nadie vendría a ayudarlo a nadie le importaba lo suficiente como para siquiera ayudarlo.

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